jueves, 7 de abril de 2011

Cuarenta y uno.

El día veintitres de julio, fue un fantastico día. Era domingo y Daniel quería ir al cine, ya que no tenía función de teatro. Ya había visto la obra y me parecío genial. Ana lo hacía bastante bien. Era una buenísima actriz y se lo dije. Le aseguré, en broma, que me iba a quitar el puesto. Ella rió y dijo que eso era algo imposible.
El día comenzó con un desayuno que Ana preparó. Mis tíos no estaban, pues se habían ido de vacaciones a España. Mi amiga se había levantado temprano y lo había preparado. Después, nos duchamos y Ana dijo que tenía algo importante que hacer. La miré dudosa mientras metía en mi bolso las llaves, el monedero y el móvil. Estaba misteriosa y no sabía el por qué. Sabía que me ocultaba algo, por eso se lo pregunté:
-Oye, tú ocultas algo y no me lo quieres decir- le dije. Además de eso, llevaba un par de días que se arreglaba un poco más de lo acostumbrado.
-¿Yo?, ¡qué va!- contestó cogiendo su bolso.
Parecía nerviosa.
-Venga, Ana. Te pasas mucho tiempo en el baño arreglandote, últimamente estás nerviosa y sé que me ocultas algo...
-¡Ay, Mary! Que bien me conoces. Mira es que he conocido a un chico. Es un extra de la obra de teatro. Se llama Michael, tiene veintitres años y es... es maravilloso.- dijo y se le iluminó la cara.
-¡Uy, tú estás pilladisíma por ese chico!. Así que has quedado con él, ¿verdad?
Ana asintió y se abrazó a mí.
Se escuchó el timbre de la puerta y fui a abrir. Era Daniel.
-¿Qué pasa aquí?- preguntó a ver a mi amiga tan contenta.
-Ana tiene una cita.
-Creo que se con quien es. Puede ser que sea con Michael Heyman, uno de los chicos que hacen de extra, ¿no?.
-Si, es ese.- dijo Ana sonriendo. En ese momento, se escuchó el claxón de un coche- Lo siento chicos, pero mi cita a llegado.
Después, me miró y dijo:
-Cuidado con lo que haces.
-Lo mismo te digo, amiga- le contesté.
Sonrió y se fue.
-¿Nos vamos nosotros?
-Claro, cojo el bolso y nos vamos- contesté.
Fui a por el bolso, que lo tenía en el sofá y nos fuimos. Nos montamos en su coche y nos dirigimos a un restaurante. Era casi la hora de almorzar y Daniel tenía hambre.
Mientras comiamos, le dije:
-Eres un glotón, Danny.
-¿Yo? ¿Por qué lo dices?
-Porque te encanta comer. Ahora, ¿dónde vamos?
-Al cine, como ya te dije.
-¿Dos actores en el cine?-bromeé.
Daniel rió y siguió comiendo.
Cuando terminamos de almorzar, fuimos al cine. La gente, nos miraba sorprendida. Después de ver la película, fuimos a cenar a su casa. Sus padres, casualmente, tampoco estaban también de vacaciones.
Cenamos y luego, vimos un poco la televisión sentados en el sofá.
-¿Por qué no te quedas aquí y pasas la noche?
-Daniel, está Ana. No quiero dejarla sola.
-Tiene diecinueve años y sabe cuidarse sola. Venga, quedate- contestó con la sonrisa que más me gustaba.
-Bueno... venga, me quedo. Pero déjame que la llame. No vaya ser que se asuste si no me ve llegar.
-Como quieras- dijo pasandome el teléfono.
Marqué el número de teléfono de mi casa y al quinto tono, Ana cogió el teléfono.
-¿Si?
-Ana, soy yo, Mary. Mira que voy a pasar la noche aquí en casa de Daniel, ¿vale?. Te llamo para que lo sepas- dije levantandome del sofá.
-¡Ah, vale!. Muy bien. Pues que te lo pases muy bien, pero ten cuidado con lo que haces- dijo en tono pícaro.
-¡Muy graciosa!... ¡Ay!- exclamé cuando sentí los brazos de Daniel rodeandome la cintura.
-¿Qué pasa?- preguntó Ana un poco alarmada.
-Nada, que me he dado en un dedo.- le mentí mientras Daniel me besaba por el cuello.
-Vale, pues pasatelo bien. Besos- dijo y colgó.
-¿Cómo se lo ha tomado?- preguntó Daniel mientras yo soltaba el teléfono.
-Esa está acompañada, no me tengo que preocupar.- dije sonriendo.
-¿Ves?. Ya te dije que no te tenías que preocupar por ella.
No me dejó hablar, porque empezó a besarme. Mientras lo hacía, me condujo a su dormitorio. Una vez allí, empezó a quitarme la cazadora. Sus besos eran bastante tiernos. Volvió a cogerme en volandas y a dejarme sobre su cama. Le quité el chaleco y sus besos aumentaron.
Con razón me dijo que esta noche sería inolvidable y que no me iba arrepentir de nada. Como ya le dije en una ocasión, no me podía arrepentir de nada con él.
Era todo lo que yo quería y estar con él era algo maravilloso.
Sólo quería estar con él el resto de mi vida, si podía ser posible.
Ojalá fuera así.

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