martes, 2 de agosto de 2011

Sesenta y siete. Último capitulo...

Una vez que llegamos a Londres con el pequeño Daniel, recibí muchos regalos. Los padres de mi marido quedaron encantados con su nieto. Daniel, regresó al trabajo a los pocos días de llegar. Yo todavía no quería hacerlo, pues quería cuidar a mi bebé todo el tiempo. Decidí llamar al pequeño Dan, para diferenciarlo de su padre.
-¿Ves lo que te dije?. Eso te pasa por ponerle el mismo nombre que el padre- dijo Ana mientras yo le daba de comer al bebé.
-Le he puesto el nombre que he querido- le contesté.
-Mira que eres...- pero se calló, porque entró Daniel.
-¿Cómo están mis dos amores?.
-Bien, estamos muy bien.-contesté.
-¿Y yo no soy un amor?- preguntó Ana bromeando.
-Tú no eres un amor, si no, una pesadilla.- contestó él.
Ana le sacó la lengua y después se despidió, pues tenía que irse. Luego, Daniel y yo cenamos. Más tarde, fuimos a dormir, pero antes acosté a Dan.

Los días pasaban y mi pequeño Dan, crecía. Cuando éste cumplió seis meses, decidí volver al trabajo. No quice hacerlo antes porque no quería dejar a mi hijo sólo y tampoco porque estaba ayudando a Ana a preparar su boda, a la que sólo le faltaban unos detalles. Pero volviendo a lo de antes, volví al trabajo con muchas ganas, pues la película que haría trabajaba con Daniel y de ese modo, estaría más tiempo con él

Mi vida desde que nació Dan, había cambiado. Ya no podía estar hasta muy tarde rodando, ya no tenía ganas de salir mucho, entre otras cosas. Pero no me importaba. Estaba inmensamente feliz. Tenía como marido a la persona más maravillosa del mundo, un hijo preciosa y la vida que siempre había soñado. No podía soñar nada más.

Cuando llegó la boda de Ana, mi amiga estaba echa un faln. No me dejaba terminar de abrocharle los botones de su vestido de novia. Estaba peor que yo el día de la mía. Su madre tuvo que darle una infusión doble de tila a ver si se tranquilizaba, y parece que funcionó. Estuvo toda la boda tranquila. Y todo salió como ella planeó.

Después de llegar de la boda de mi amiga y de acostar a Dan, me desplomé en el sofá. Me abracé a Daniel y éste, me pasó un brazo por mi cintura.
-Por fin, terminó la boda.
-Si. Verás lo poco que tarda Ana en ser madre. Esperemos que a Michael no le algo- contestó y ambos reímos.
-Eso espero. Pero si te digo la verdad, me da pena que el tiempo haya pasado tan rápido. Parece que fue ayer cuando tía Carolina y tío Richard me dijeron que iba a venir a Londres. De eso ha pasado ya nueve años.
-Tienes razón. Pero fijate, ayer no nos conocíamos y hoy estamos casados y con hijo incluido.- bromeó.
-No me arrepiento de nada.
-Yo tampoco. ¿Sabes una cosa?- preguntó.
-No- aunque me imaginaba lo que podía ser.
-Te quiero.
-Te quiero.-contesté con una gran sonrisa.
Se inclinó, empezó a besarme y a quitarme el vestido. Ya hacía tiempo que no estabamos juntos...
Habían sido nueve años intensos, aunque había pasado seis sin él. Algo de lo que si me arrepentía. Pero, estando ahora con Daniel y mi hijo, ya todo lo malo estaba olvidado. Ahora, estaba feliz y tranquila. Ya no había nada malo en mi vidad.
Mis sueños, se habían hecho realidad.

sábado, 30 de julio de 2011

sesenta y seis

Empujaba y empujaba. Sentía que me iba a desmayar. Me dolía muchísimo. El doctor seguía diciendome que empujara, pero no podía más. Daniel, a mi lado, también me daba ánimos.
-Venga, un último empujón y tu hijo ve la luz, Mary.
-Vamos, mi vida. Eres fuerte. Has pasado por cosas peores. Hazlo por nuestro hijo.-dijo Daniel apretando mi mano.
Mi marido tenía razón. Un último empujón y mi pequeño vería la luz. Así que hice acopio de mis últimas fuerzas y empujé.A los pocos minutos, escuché el llanto de un bebé. El de mi hijo.
Cuando me lo dieron, me parecía increíble que aquello era parte de Daniel y mía. Miré a mi marido. Jamas lo había visto sonreír de aquella manera.
-Es precioso, Danny.
-Sale a su madre.- Contestó dandome un beso en la frente.
Le di un beso a mi bebé y luego, se lo llevó la enfermera. El médico me dijo que me iban a subir a una habitación y a Daniel, que podía decirle a nuestros familiares que todo había salido bien
Estando en la habitación con mi bebé y Daniel, llegaron mis padres, Lucas y Ana, que estaba hecha un flan. Le dije que si quería cogerlo, pero ella me dijo que le daba cosa.
-No me lo puedo creer, con las ganas que tenías que naciera.
-Venga, Ana, que lo vas a coger antes que su padre-dijo mamá.
Mi amiga se acercó y yo le puse al niño en brazos.
-Es más bonito de lo que Daniel había dicho.
-Era para que tú misma lo comprobaras.
Ana le sacó la lengua y todos reímos.
Cuando todos se fueron, Daniel me preguntó a la vez que cenaba conmigo:
-¿Cómo estás?.
-Bien, aunque un poco dolorida.
-Has sido muy valiente, pero un momento que creí que me rompías la mano.
-¡Lo siento!. No quería, de verdad...
-No te disculpes, es normal.-dijo y le dio un sorbo a mi zumo.
-iEy, que eso es mío!-dije riendo y Daniel me sacó la lengua.
Después de cenar, me acosté para dormir un poco. Debí quedarme dormida en nada, porque no recuerdo nada más.

jueves, 28 de julio de 2011

sesenta y cinco

Estaba bastante cansada cuando llegué a casa de mis padres. Las piernas me pesaban y los tobillos, hinchados.
-Me recuerdas a tu madre cuando estaba embarazada de ti-dijo papá después de llevar la maleta de Daniel y la mía al dormitorio.
-Espero que mamá no tuviese esta barriga.
-¡No te imaginas la barriga que yo tenía cuando estaba de siete meses igual que tú!-exclamó mi madre desde la cocina.
Todos reímos y Lucas se acercó a mi para decirme.
-Cuando tengas al bebé, ¿podré jugar con él?.
-Claro que si, enano.-contesté.

Los días pasaban y Ana no dejaba de llamarme todos los días. Quería asegurarse que su sobrino aún no había nacido. Más de una vez le colgué por pesada.
Daniel vivía practicamente en un avión. Se pasaba casi todas las semanas volando, aunque me prometió que, para finales de agosto se quedaría conmigo hasta que diera a luz. Mi doctora de Londres me había dicho que para principios de septiembre tendría a mi bebé. Daniel se quedó conmigo desde el treinta de agosto. Ya había terminado de rodar y eso le permitía quedarse más tiempo aquí. Ana llegó el cuatro de septiembre con una buena noticia: Se casaba.
-Estoy muy emocionada, Mary. Ya sabes que tienes que ser mi dama de honor.
Asentí. Esperaba que se casara, por lo menos, dentro de un año. Pero me alegraba por ella, Michael era un chico excelente.
La madrugada del día siete al ocho, me desperté un poco sudorosa. Miré el reloj y vi que marcaban las dos de la mañana. De repente, noté que la cama estaba mojada, así que levanté las sábanas.Descubrí que había roto aguas. Me levanté de la cama y salí de mi habitación, camino de la de mi hermano que era donde dormía Daniel junto a Lucas.
-Danny- dije zamarreandolo un poco- Danny, cariño, despierta.
-¿Qué pasa, hermana?
-Avisa a mamá y a papá.
Mi hermano salió corriendo de su cuarto mientras yo seguía desperdando a mi marido.
-¿Qué pasa?
-El bebé viene en camino.
-¿Cómo?
-iQue he roto aguas!-dije algo nerviosa a la vez que llegaban mis padres.Mamá me dijo que respirara hondo. Sentí un dolor dentro de mí. Papá y Danny preguntaron que me pasaba y oí a mi madre decir algo de contracciones. Luego, los mandó a hacer algo mientras ella me ayudaba a bajar las escaleras. Mi padre tenía el coche listo cuando llegué con mi madre a la puerta de casa. Daniel entró en él como un rayo junto con mi hermano. Una vez que llegamos al hospital,me metieron para paritorio rápidamente. Mi marido no me soltó de la mano en ningún momento.
Mi bebé, ya venía en camino

lunes, 25 de julio de 2011

Sesenta y cuatro

Cuando Daniel se enteró de la noticia del sexo de nuestro bebé, no tardó en llamar a sus padres.
-¿Y qué nombre le vamos a poner? Porque yo creía que iba a ser niña.
-No sé. A mi siempre me ha gustado David...
Se quedó callado durante unos minutos hasta que dijo:
-Alan. ¿Te gusta? No me parece mal nombre.
Lo miré mientras se metía en la cama y le contesté:
-Me gusta. Daniel Alan Smith. Suena bien.
Me miró extrañado:
-¿Por qué Daniel?
-Porque eres su padre y me gusta tu nombre.
Sonrió y yo reí.
-Pero con una condición.
-La que quieras.
-Que mi hijo nazca en España.
-Por supuesto, señora Smith- contestó y me besó.
Se volvió hacia la derecha para dormir. Yo cerré los ojos y me dormí.
Ana empezó a decir que nos complicamos eligiendo nombres. La mandé a tomar aire. Estaba con ella en una tienda para bebés y yo me encontraba viendo cunas. Ana llegó con un precioso carrito entre las manos y me preguntó que si me gustaba. Le dije que si y me contestó que me lo regalaba. Antes de poder abrir la boca, ya lo había comprado. Mi amiga era un imposible.

Daniel no quería que viese la habitación del bebé hasta que no
nos fueramos. Así que, el día antes de nuestro viaje a España, por fin me la dejó ver.
Era preciosa. Estaba pintada de azul y tenía dibujos en las paredes. Una gran cuna blanca en el centro. También había estanterías con peluches y una mecedora. Incluso, el armario estaba repleto de ropa. Sin dudas, era la mejor habitación de bebé del mundo.

martes, 12 de julio de 2011

Sesenta y tres.

El quince de junio terminé de rodar la película junto a Ana. Ya se me estaba notando el embarazo, con lo que el vestuario que yo usaba, era un poco más amplio.
Mis padres y los de Daniel ya sabían de mi estado. Mi marido se empeñó en preparar la habitación del bebé a principios de junio.
-Te estás volviendo loco, cariño- dije cuando me dijo por décima vez que quería prepararla.
Yo acababa de llegar de rodar. Había sido el último día y se habían quedado, casi todos, celebrando el fin de rodaje. Yo me fui después de la cena, alegando que estaba cansada. Me despedí de todos y me vine para casa.
-Loco no, Mary. Pero luego vienen las prisas- contestó.
-Danny, todavía no sabemos el sexo del bebé. Imaginate que pintas la habitación de rosa y es niño, o al revés. Espera un poco, ¿vale?- le dije mientras me metía en la cama.
Daniel puso cara de desilución. Se metió él también en la cama, sin decirme nada. Me volví hacía mi marido.
-Venga, tonto, no te enfades. Pero comprende que aún es pronto. Te prometo que, en cuanto lo sepamos, te dejo que arregles la habitación como tú quieras, ¿vale?- dije con una sonrisa.
Me miró, primero setio y luego, una sonrisa empezó a surgir de su boca. Me abrazó y dijo:
-Como me gusta hacerme el enfadado sólo por verte la cara.
Hice un ademán de pegarle en el brazo. Luego me besó en los labios y nos acomodamos para dormir.

Pasaron los días y fui al ginecolo. Hoy era doce de julio y ya había hecho un año de mi boda. Ana hizo todo lo posible para venir conmigo. Decía que, a mis seis meses de embarazo, podía pasarme algo. Daniel estaba de acuerdo con ella.
Mi amiga era peor que una madre. Me tenía de los nervios cuando llegamos a la clinica. Estaba a punto de mandarla a callar en el momento en el que salía una enfermera: -Señora Sanz, puede pasar.
Me levanté y Ana me siguió.
-Como digas algo, te mato, ¿vale?.
Ella asintió y no dijo ni una palabra más.
La doctora me hizo tenderme en una camilla y subirme el chaleco. Me extendió un liquido por la barriga y luego, pasó el ecografo. En un monitor señaló algo:
-Mire, éste es su bebé.
Me emocioné un poco. Parecía perfecto. Miré a mi amiga y sonreía.
-Su bebé está perfectamente. Y va a ser un lindo muchacho como su padre.-dijo mientras me limpiaba aquel líquido.
Me alegré mucho. Prefería a las niñas, pero lo importante era que viniese bien. Antes de salir, la doctora me dio unos consejos y entonces, salí. Después, me fui para casa junto a mi amiga.
-Ahora no vas a tener escusas para que Daniel arregle la habitación.
-No me lo recuerdes.
Ambas nos reímos. Dejé el coche en la cochera y entré en casa. Daniel no había llegado aún, pero sabía que se alegraría mucho del sexo de nuestro bebé.

miércoles, 29 de junio de 2011

Sesenta y dos.

-Señora Sanz, tengo que decirle algo importante.
-¿Tengo algo malo, doctor?- pregunté algo alarmada.
-No, usted no tiene nada malo. En mi opinión, es algo bastante bueno.
-Por favor, no tarde en decirme lo que me pasa.
-Señora Sanz, usted está embarazada.
Parpadeé un par de veces y pregunté:
-¿Em... embarazada?
-Si, está de seis semanas.
En ese mismo momento, entró Daniel que, al ver mi cara, se preocupó aún más. Aún estaba atónita por lo que me había dicho el médico.
-¿Mi esposa tiene algo grave?- preguntó.
Ana empezó a reirse por lo bajo y el doctor, esbozó una sonrisa bastante amplia:
-No se preocupe, señor Smith. Su esposa está totalmente sana. Lo que tiene es natural por su estado.
-¿Su estado?- preguntó Daniel mirandonos a mí y al doctor.
-Señor Smith, usted y su esposa van a ser padres.
-¿Cómo?, ¿qué Mary está embarazada?
-Efectivamente, está de seis semanas.
Daniel se acercó a mí y me abrazó.
-¡Que alegría!. No sabes lo feliz que me haces- dijo y me besó.
-Estoy embarazada. ¡Embarazada!- susurré aún sorprendida.
-Si, cariño. Vamos a ser padres.- dijo Daniel abrazandome de nuevo.
-Le voy a preparar el alta, señora Sanz. Ahora vuelvo- dijo el médico marchandose.
Ana se acercó y dijo:
-Ya me extrañaba a mí que fuera por la comida, pero bueno, debo de admitir que me siento muy contenta. Ya tenía ganas de que me hicierais tía. Eso sí, me da igual todo, pero yo quiero ser la madrina de este niño o niña.
Sonreí.
Mi mano izquierda se posó sobre mi barriga. No podía creerme que aquí dentro se estuviera formando una personita que era parte de Daniel y mía.
El doctor regresó y me hizo firmar el alta mientras me recomendaba que comira sano, que no hiciera mucho esfuerzo y que descansara lo máximo posibe, aunque también me dijo que podía seguir trabajando, pero teniendo cuidado. Después de eso, me dejó marcharme para casa junto a mi marido.
Fue llegar y tener que ir al baño corriendo. Cuando salí, Daniel me preguntó:
-¿Te encuentras bien?
-Si, esto es normal, ¿no?.- dije sonriendo.
Él sonrió también y se dirigió hacia la cocina. Yo le seguir para preparar la cena, pero me lo impidió. Dijo que ya la haría él. Tuve que irme al salón. Después de cenar, me fui pronto a dormir, pues estaba cansada. Aunque tardé en dormirme. La noticia de que estaba embarazada no me dejaba dormir.
Me parecía irreal que ya estuviera esperando a mi primer hijo.

lunes, 27 de junio de 2011

Sesenta y uno.

El tiempo, desde que volví a Londres, se pasaba volando. El rodaje de mi nueva película empezó a principios de octubre y me mantenía muy ocupada. Seguía sin apenas ver a Daniel y eso me preocupaba, pues pensaba que pobría afectar a mi matrimonio con él. Pero estaba equivocada, porque el tiempo que pasabamos juntos, no se separaba de mí.
Trabajar con Ana era muy divertido, pues se pasaba casi todo el tiempo bromeando. Era, como la versión femenina de Daniel. Aunque, a la hora de rodar, era toda una profesional. Tampoco tenía ninguna queja sobre el director, un simpático hombre llamado Robert. Siempre estaba riendo y explicaba todo muy bien. Cuanto más avanzaba el rodaje, más me gustaba a ver vuelto, aunque terminara bastante cansada. Pero no me importaba, porque estaba realizando mi sueño.

Cuando llegó febrero, jamás pensé en todo lo que, a partir de ahí, iba a suceder.
Daniel me sorprendió con una tarta y un libro firmado por mi escritora favorita, el día que yo cumplía veintisiete años. El día catorce, por ser domingo y san Valentin, me sorprendió con una cena romántica en casa. Yo no me la esperaba, pero me gustó mucho la cena, incluido el regalo de después.
Era principios de marzo cuando recibí la mejor noticias de todas y la que, con toda seguridad, no me esperaba...
Era día siete y, como era lógico, estaba rodando. Me sentía un poco mal y tenía el estomago un poco revuelto. Había vomitado nada más levantarme, aunque ya llevaba un par de semanas así. Daniel me aconsejó que me quedase en casa, que ya llamaría él a Ana para decirle que no iba a trabajar, pero no le hice caso y me marché. Ya había acabado de tranajar y lo más seguro era que quisiera que me quedara en casa con él.
Llegué al set de rodaje con muy mala cara,pues aún sentía ganas de vomitar. Ana, al ver mi cara, preguntó:
-¿Qué te pasa?.
-Me he levantado vomitando y tengo el estomago como si anoche hubiese estado de borrachera.
-No, si mala cara tienes. A ver si has comido algo que estaba en mal estado.
-Puede ser que...- me llevé las manos a la boca y me dirigí al lavabo corriendo.
Gracias al cielo que estaba cerca, porque hubo un momento en que dudé en vomitar encima de Ana.
-¡Por dios santo, Mary!. Lo que hayas comido o lo que sea te está haciendo echar hasta la primera papilla.
Me lavé un poco la boca y le contesté:
-Danny quería que me quedase en casa.
-Pues podías haberle hecho caso- dijo mientras saliamos de los lavabos.
-¿Para qué?. Si sigo mal, luego me pasaré por el hospital y listo. Lo más seguro es que sea un virus o algo de eso.
-¡Que cabezota eres, Mary!- exclamó Ana acercandonos a maquillaje.
Allí nos encontramos con Robert, que le estaba diciendo a una de las maquilladoras algo sobre lo que quiería para uno de los personajes. A vernos, se dirigió a nosotras. Se alarmó un poco cuando vio mi cara.
-¿Qué te pasa?. Pareces enferma.
-Sólo tengo el estomago un poco revuelto, nada más. Estoy bien- dije intentando sonreír.
-Está bien, pero a la minima que te encuentres mal, me lo dices, ¿de acuerdo?.
Asentí y, mi amiga y yo, nos sentamos para que empezaran a prepararnos para nuestros personajes. Casi una hora y media después, empezamos a rodar.

Deberíamos llevar como dos horas rodando, cuando empecé a sentirme mal de nuevo. Yo no me encontraba rodando, si no que estaba al lado de Robert y de otro compañero esperando a que llegase mi turno. Me agarré a una silla para no caerme, porque sentía que me estaba mareando. Me sentía acalorada. La cabeza me daba vueltas y las piernas, me temblaban, com la consecuencia que me caí al suelo. Lo siguiente que recuerdo, es haberme despertado sobre una cama.
Ana estaba a mi lado y tenía la cara llena de preocupación.
-¿Dónde estoy?
-En el hospital. Tu marido viene de camino. Te desmayaste y, como no reaccionabas, te hemos traido al hospital.
Intenté levantarme, pero sentí la cabeza dandome vueltas. Ana volvió a hablar:
-Te han hecho un analisis de sangre, a ver si te encontraban algo...
En ese preciso instante, entró un médico con unos papeles en la mano, que supuse que serían los análisis de los que hablaba Ana. Me miró sonriendo.
Lo que me iba a decir a continuación fue algo que jamás podría imaginar que me pasara en este momento.

lunes, 20 de junio de 2011

Sesenta.

Hacía unos dos meses de mi boda. Daniel y yo viviamos en la casa que nos habían regalado sus padres. Era lo suficiente grande para los dos, demasiado diría yo. Tenía cinco habitaciones, tres baños, un salón, un comedor, una cocina, una terraza, un jardín en la parte trasera con piscina y un despacho. Era de dos plantas y mi primera impresión cuando la vi fue que tenía muchas habitaciones. Daniel puso los ojos en blanco y se rió.
-Así podrán venir nuestros padres y Ana con Michael, pero no creo que todas las habitaciones sean para eso.
Lo miré y de repente, lo comprendí todo.
-Aún es pronto para tener hijos, ¿no?- dije con una sonrisa.
-Cuando tú quieras. Yo estaré encantado de ser padre cuando tú lo decidas.
Entre risas dije:
-Espera ver los titulares de la prensa diciendo: El actor ingles, Daniel Smith, espera a su primer hijo. Vamos, va ha ser la revolución entre tus fans.
Él rió también. Me encantaba verlo así de feliz.
Durante los días de diario, lo veía muy poco, pues llevaba dos meses grabando su nueva película. Desde que volvimos de nuestra luna de miel, para ser exactos. Yo me dedicaba todo este tiempo, a buscar trabajo, pero aún no había encontrado nada. También estudiaba un proyecto sobre una película, en la cual trabajaba Ana, que mi tío me había dado. No estaba para nada mal. Si aceptaba ese papel, sería una joven profesora en un colegio para niños con poderes. Me encantaba ese tipo de películas y el guión era muy bueno. Ana me dijo que lo aceptara y que así podríamos trabajar juntas.

Hoy hacían dos meses justos de mi boda, así que preparé una cena especial. Daniel me había dicho, antes de irse, que hoy estaría temprano en casa. No me dijo el por qué, pero no me importó.
Lo tenía todo listo cuando mi marido llegó. Me dio un beso y dejó su chaqueta en el perchero del recibidor. Serví la cena y nos sentamos a cenar.
-¿Has decidido ya aceptar trabajar en esa película?
-Si, lo he pensado, pero aún no tengo nada decidido.
-A mí me parece muy buen proyecto, pero la decisión está en ti. Por cierto, todo esto está riquisimo.
-Gracias- dije sonriendo.
Después de la cena, Daniel me llevó en volandas a la habitación. Yo no podía dejar de reírme. Pero la verdad, es que mi marido era todo dulzura.
A la mañana, mientras desayunaba en la cocina con Daniel, llamaron a la puerta. Fui a abrir y Ana entró em casa como un rayo. La seguí después de cerrar la puerta.
-Oye, ¿por qué has entrado así?- le pregunté llegando a la cocina.
-¿Qué pasa?- preguntó Daniel sorprendido al ver a mi amiga allí.
-Ésta, que ha entrado como Pedro por su casa sin decir nada- contesté.
-Mary, por lo que más quieras, tienes que aceptar ese papel en mi película- me rogó Ana.
La miré sorprendida. Mi amiga tenía cara de suplica.
-¿Y por qué tanta súplica?- pregunté.
-Amiga, como tú no aceptes ese papel, lo va hacer una chica que es el triple de prepotente de Samantha Rose. Además, no me apetece tener que hacer de su hermana en la ficción.
Miré a Daniel, que dijo:
-Si es así, es mejor que aceptes.
-¿Esto no será algo tramado entre vosotros?
-No, te lo juro. Si quieres, llamo a Richard para que él te lo diga- contestó Ana.
Daniel se levantó de la silla, me besó en la mejilla y dijo:
-Luego me contarás, que me voy a trabajar.
Cogió su cazadora y se marchó. Yo me quedé con Ana en la cocina. Ésta llamó a mi tío y me pasó la llamada. Richard me dijo que mi amiga estaba en lo cierto. No sé como, pero consiguieron convencerme y acepté ese papel. Ana se puso a gritar como una loca cuando le dije a tío Richard que volvía al cine. Yo no paraba de reírme al ver a mi amiga de aquella manera. En verdad, me hacía mucha ilusión volver a actuar.
Ese era mi sueño.

miércoles, 15 de junio de 2011

Cincuenta y nueve.

Nuestra luna de miel iba a ser en Cancún.
Puse los ojos como platos a ver las maravillosas vistas que tenía la habitación del hotel donde nos hospedabamos. Estuve un buen rato en la terraza de la habitación contemplando aquellas vistas.
-¿Impresionada, señora Smith?- preguntó Daniel cogiendome por la cintura y volviendome hacia él.
-Demasiado, diría yo- dije sonriendo.
Llamaron a la puerta de la habitación en el momento que Daniel me besaba. Me separé de él y fui a abrir la puerta. Un camarero nos traía el almuerzo. Nos pusimos a comer y luego nos fuimos a dar un paseo por aquellas maravillosas playas.
Íbamos cogidos de la mano cogidos de la mano. Todo parecía como sacado de un sueño.
-¿Sabes?. Ya no puedo desear nada más- dijo Daniel y luego añadió:- Ahora tengo toda la seguridad de que no te vas a ir.
-No me iba a ir, tonto- dije dandole un pequeño empujón con la mano- Yo tampoco puedo desear nada más.
No sé por qué, pero mi mano derecha se posó sobre mi vientre. Daniel no se dio cuenta de ese gesto y me cogió en volandas. Me dejó sobre la arena de la playa, se inclinó sobre mí y empezó a besarme. Luego se tumbó a mi lado. Yo, saqué de mi bolso, las dos toallas que llevaba dentro. Le tiré, sonriendo, una toalla mientras le decía:
-Tumbate en la toalla, que si no vas a tener arena por todos lados.
Luego, me quité el vestido y me fui a bañar en el mar. Daniel vino detrás de mí. Estuvimos un buen rato bañandonos hasta que anocheció y volvimos al hotel.
Mientras Daniel pedía la cena, yo me duché. Salí de la ducha en el momento que la cena llegó a la habitación.
Después de cenar, cogí un pijama muy corto, que Ana me regaló antes de casarme, e intenté meterme en el baño, pero Daniel me lo impidió. Empezó a besarme y me quitó el albornoz. Me llevó a la cama mientras me seguía besando. Sus caricias hicieron que se me pusiera la carne de gallina. Nunca había experimentado aquello. Sus besos eran mucho más dulces que nunca. Mis manos recorrían su espalda mientras nuestros cuerpos se fundían en uno. Jamás había disfrutado tanto estando con él, ni siquiera en la noche de bodas.
Daniel me mantuvo abrazada a él cuando todo había acabado, pero no dejó de besarme.
-¿A qué ha venido esto?
-Me apetecía estar contigo. Eres mi esposa, es normal que esto suceda entre nosotros- contestó con dulzura.
Le contesté con una sonrisa.
Me acurruqué un poco más a su salo y me quedé dormida mientras él me acariciaba la espalda.

El viaje de novios estaba siendo maravilloso. Nos pasabamos los días caminando por la playa y paseando por la ciudad. Daniel estaba muy cariñoso conmigo. No me apetecía para nada volver, aunque sabía que tenía que hacerlo.
Durante estos días no pasó nada relevante. La gente apenas nos reconocía, algo que me alegraba.
La noche anterior a nuestra vueta, a Daniel se le notaba algo triste.
-¡Ey!. ¿Qué te pasa?.
-No quiero irme, me da pena marcharme.
-Yo tampoco, pero tenemos que hacerlo. Tú tienes que empezar a rodar una película y yo, tengo que buscar trabajo.
-Ya sabes que puedes volver al cine, todo el mundo quieres que lo hagas- dijo sonriendo.
-No sé, no sé. Danny, hace mucho tiempo de aquello.- le dije metiendome en la cama.
-Piensatelo. Me encantaría que lo hicieras- contestó metiendose él también en la cama.
-Vale. Buenas noches, amor- dije y le di un beso.
-Buenas noches, princesa.
Me volví hacía la derecha y me quedé dormida pensando en todo lo que me esperaba a mi vuelta en Londres. Daniel me había dicho que íbamos a vivir en una casa que nos habían regalado sus padres como regalo de bodas, así que por eso no había que preocuparse. Pero aún estaba el asunto de mi trabajo. Podía volver al cine, pero tenía que pensarlo muy bien. No quería tener ningún problema si lo hacía.

lunes, 13 de junio de 2011

Cincuenta y ocho.

Cuando llegamos a la iglesia, había mucha gente agolpada tras unas vayas que habían puesto. Era normal, pues estaban llegando muchos famosos. Respiré hondo, de nuevo antes de salir del coche. Hacía tiempo que no tenía esta sensacón tan rara cuando había tanta gente esperando verme. Antes de bajar, el móvil de Ana, sonó. Cuando colgó, miró a papá y luego, a mí:
-Todo el mundo está dentro. Sólo faltamos nosotros- dijo y salió del coche.
Papá también salió. Me abrió la puerta y salí. Mamá y mi hermano hicieron lo mismo. Ana me puso bien la cola del vestido, me sonrió y se marchó junto a mi madre y Lucas, pero antes de irse, mamá me dio un beso en la mejilla. Cuando se fueron, calculé los metros hasta la puerta de la iglesia. Sólo eran cincuenta metros. Me agarré al brazo de mi padre y hechamos a andar hacia la iglesia. La gente me decía cosas mientras pasaba por su lado. Si alguien me insultaba, no lo oía. Al entrar en el templo, empezó a sonar la marcha nupcial. Vi a lo lejos, en el altar, a Daniel.
Sonrió al verme, pero también parecia sorprendido. Tía Carolina tenía razón cuando dijo que iba a sorprenderse al verme. Avancé por el pasillo con mi padre hasta llegar al lado de mi novio. Papá me dejó en sus manos, me besó en la mejilla y se marchó junto a mi madre.
La ceremonia empezó.
Yo no podía dejar de sonreír. Cada vez que miraba a Daniel, él tampoco dejaba de sonreír. Aunque se me escapó alguna lágrima mientras Daniel me ponía el anillo y yo hacía lo mismo.
-Os declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia.- dijo el cura.
Daniel se acercó y me besó. Le sonreí cuando se separó. Me cogió de la mano y nos dirigimos hacía la puerta de la iglesia. Cuando salimos, la gente empezó a aplaudir. Yo no podía dejar de sonreir. Nos montamos en el coche y nos dirigimos hacia el lugar donde se hacía el banquete.
Cuando llegamos allí, nos recibieron con un gran aplauso y un viva los novios. Yo no podía dejar de sonreír y a Daniel le pasaba lo mismo. Nos sentamos en nuestra mesa junto a nuestros padres.
-Estás realmente preciosa, Mary- dijo Kate con una gran sonrisa.
-Gracias- contesté.
El banquete transcurrió como había planeado. El momento de partir el pastel nupcial fue simpático, pues Daniel tuvo que ayudarme a coger la espada con la que cortaríamos la tarta. Después de aquello, mi recién marido me sacó a bailar el tipico vals. Luego, bailé con mi padre, con David y con tío Richard. Más tarde, me senté con Ana.
-Todo está saliendo como planeaste, Mary.
-Si, menos mal- contesté mirando a Daniel, que estaba hablando con unos invitados.
-Te voy ha echar de menos durante estos días.
-Yo también, pero puedes estar tranquila que te traeré algun recuerdo- dije sonriendo.
Mi mejor amiga me sacó la lengua. Ana seguía siendo la misma chica de siempre.

Cuando llegó el momento de tirar el ramo, lo hice. Casualmente, calló en manos de Ana. Al ver que fue ella quien lo cogió, le guiñé un ojo. Daniel se acercó y me susurró:
-¿Lo has hecho a proposito?
-No, ¿por qué?.
-Mira la cara que se le ha quedado al pobre de Michael- contestó señalandome hacia donde estaba nuestro amigo.
Se le puso la cara blanca como la nieve al ver a Ana coger el ramo. Me reí un poco mientras tío Richard se acercó a mí y me dijo:
-Es hora de que os lleve al hotel.
-Está bien. Voy a despedirme de mis padres.- dije y fui a buscarlos.
Al volver, lo hice con algunas lágrimas en los ojos. Daniel también se había despedido de sus padres. Nos montamos en el coche y me despedí de todos con la mano. Lo mismo hizo mi ya marido.
Me mantuve casi todo el trayecto callada, con la mano entrelazada en la de Daniel. Éste me miraba y sonreía. Yo, de vez en cuando, también lo hacia. Alguna vez que otra, soltaba un suspiro. Tenía un cúmulo de sensaciones aún dentro de mí. Pero al ver mi mano junto a la de Daniel y el anillo que decía que estabamos casados, algo me decía que una vida nueva estaba a punto de empezar para los dos.

lunes, 23 de mayo de 2011

Cincuenta y siete.

El sábado llegó y con él, el día de mi boda.
Abrí los ojos de golpe, creyendo que me había quedado dormida. Miré el despertador y vi que eran las seis de la mañana. No pude volver a conciliar el sueño, así que cogí un libro y me puse a leer un poco. Sobre las siete y quince, me fui a duchar. Parece que eL agua caliente, logró tranquilizarme un poco. Cuando salí del baño, nadie se había levantado aún, así que bajé a la cocina y me puse a preparar el desayuno para todos.
Mamá apareció en la cocina a las ocho y media.
-Buenos días, Mary, ¿cómo estás?.
-Buenos días, mamá. Bien, algo nerviosa, pero bien. Seguro que esto es normal, ¿no?-contesté.
-Si, es normal que estés nerviosa. ¿A qué hora viene la peluquera?- preguntó mientras se servia el café.
-Ana me dijo que a las tres. Ella estará antes aquí, dijo que quería estar todo el tiempo conmigo.
-Esa niña no cambia ni siendo famosa- dijo mi madre bebiendose el café.
Me reí. Mamá tenía razón: mi amiga no había cambiado nada desde que era famosa. Aunque si decía la verdad, lo prefería así.

Ana llegó cinco minutos antes que lo hiciera la peluquera. Traía, en una bolsa para trajes, su vestido. Lo dejó en mi habitación, junto a mi vestido de novia. Me pilló mandandole un mensaje de texto a Daniel. Me quitó el móvil y empezó a decir:
-¡Estás loca!. Danny no puede hablar contigo hasta que os caseís.
-Devuelveme el móvil, Ana. No pasa nada porque le envie un mensaje.
-No- contestó y sonó el timbre de la puerta- ¿Ves?. Ya está aquí Paola.
-Cuando acabe todo esto, te mato.
Me sacó la lengua y fue a abrir la puerta. Ya conocía a Paola, pues había sido compañera de clase en el instituto. Me peinó y maquilló en mi habitación. Luego, hizo lo mismo con Ana y con mamá.
Mi amiga terminó la primera, así que me ayudó a vestirme.
-¡Estás preciosa!- exclamó subiendome la cremallera del vestido.
-No es para tanto- dije sonriendo.
Tocaron a la puerta. Se abrió y apareció tía Carolina, junto a mi madre y Sue.
-¡Que guapa!. Pareces una princesa, sobrina. Cuando Dan te vea, se va a poner muy contento.
Me sonrojé un poco.
-¿Qué hora es?- pregunté.
-Las seis y diez- contestó mamá.
-¿Ya?- contestó yo y luego añadí, algo nerviosa- La boda es a las siete.
-Tranquila, todo va bien. Vamos a bajar, abajo están Lucas, Richard, Troy y tu padre. Todos querrán verte- dijo tía Carolina.
Bajamos y papá me dijo, algo emocionado.
-¡Que bonita estás, hija!.
-Cualquiera diría que eres la misma de siempre. Estás preciosa- dijo tío Richard.
Me abracé a mi padre y luego, a mi tío. Ana bajó las escaleras al trote, no sé como no se cayó por ellas con los tacones que llevaba. Tenía el móvil en la mano, así que supuse que Michael estaba en la puerta de casa. Salió y, en menos de dos minutos, entró de nuevo con su novio. Éste me sonrió.
-A ver, vamos a organizarnos. Sue, Troy, Carol, Michael y Richard, iran en el coche de éste. Lucas, Ana, Mariola y Mary, en el mío, ¿de acuerdo?-dijo papá.
Mis tíos y mis primos se marcharon junto con Michael. Miré a mi amiga y ésta me sonrió. Fue a la cocina y me trajo mi ramo de flores, mientras yo miraba la hora en el reloj del salón. Marcaban las siete menos veinte minutos. Los nervios, se volvieron a posar en mi estomago. Respiré hondo y papá dijo:
-Bueno, llegó la hora de irse.
Mamá abrió la puerta y Lucas, salió corriendo hacia el coche. Salió Anay, detrás de ella, yo. Mi padre salió de casa y cerró la puerta. Mamá y Ana me ayudaron a subir al coche y a ponerme bien el vestido dentro de éste. Después, subieron ellas y salimos hacía la iglesia.
Ya quedaba menos para convertirme en la esposa de Daniel.

viernes, 20 de mayo de 2011

Cincuenta y seis.

Cuando me quise dar cuenta, el curso ya había terminado. Era día veintidos de junio, lo que significaba que sólo quedaban dieciocho días para la boda. Desde el día uno de éste mes, tachaba los días para saber cuantos quedaban.
Ya lo tenía todo preparado, mi vestido estaba a punto y las invitaciones, enviadas. Iban a asistir a mi boda unos cuatrocientos invitados.
El último día del mes, Daniel me llamó para confirmar que estaría aquí el siete de julio. Vendría con sus padres y se quedarían, como era de esperar, en un lujoso hotel de Sevilla capital. Estaría todo el día conmigo, pero para dormir, se marcharían a la capital.
Las clases me permitían estar algo calmada y entretenida. Pero, cuando empecé a no tener nada que hacer, y eso fue a partir del uno de julio, los nervios se apoderaron de mí.
Tía Carolina, quien había venido con sus dos hijos, y mi madre, trataban de tranquilizarme, pero era en vano. Cada día que pasaba, mis nervios crecían. Andaba de un lugar para otro de la casa, no me mantenía sentada más de treinta minutos... Incluso creía que me iba a volver loca.
-¿Quieres tranquilizarte de una vez, Mary?. Mañana llegan Daid, Kate, Richard y Danny, y no querrás que te vean en ese estado de nervios, ¿verdad?- dijo tía Carolina mientras mamá y ella preparaban la cena.
-No, claro que no. Pero no puedo evitarlo. Esto puede conmigo, tía- dije sentandome en una silla.
-Tomate esto- dijo mamá dandome un vaso con una infusión de tila.
Me tomé la infusión y parece que logró tranquilizarme un poco. En estos últimos siete días ya me había tomado unas veinte tilas y sólo quedaban cuatro días para la boda, así que todavía me tenía que tomar alguna más.
Al acostarme, estaba un poco más tranquila. El pensar que al día siguiente vería a Daniel, me ayudó a estar de ese modo. Esperaba no estar muy nerviosa en cuanto lo viese.

Cuando me desperté, sentí que alguien estaba sentado en mi cama. Como estaba todo oscuro, no podía ver quien era:
-Buenos días, princesa. ¿Qué tal has pasado la noche?
-¿Danny?- pregunté algo confundida:-¿Qué haces aquí?
-He llegado hace un rato. Tu madre me dijo que aún estabas dormiendo y he subido.
-¿Qué hora es?- pregunté incorporandome en la cama.
-Las once de la mañana- contestó y abrió la ventana.
La mañana estaba bastante soleada, como era lógico en estas fechas. El sol inundó toda mi habitación, llenandola de luz. Me levanté y fui un momento al baño antes de volver a mi habitación. Daniel me esperaba sonriendo, como era su costumbre. Me quedé en el umbral de mi puerta, mirandolo. No me podía creer que en tres días sería su esposa. Se acercó a mí y me cogió de la mano. Con su otra mano, me acarició la mejilla y me besó. Volvió a sonreír.
Bajé a desayunar con él y descubrí en la cocina a sus padres hablando con los míos. Miré a mi novio y le susurré:
-¿Tus padres saben hablar español?
-Mamá sabe español, frances e italiano, y papá, español, frances, italiano, alemán y sueco- contestó.
Miré asombrada a David y a Kate. Ésta se levantó y exclamó, en su lengua natal:
-¡Oh, Mary! Que alegría verte.
-Lo mismo digo.
-Siento que Dan te haya despertado- se disculpó David.
-No te preocupes- dije y sonreí.
Me senté, pero antes vertí un poco de leche en un vaso con un poco de azúcar y cacao. No la calenté en el microondas, pues en verano prefería la leche fría.
Después, fui a ducharme y más tarde, fui con mi madre y Kate a por los zapatos de mi vestido. Éste lo recogería un día antes de la boda. Luego me reuniría con Daniel para ir a comer a un restaurante.
No sabía muy bien por qué, pero estando junto a él me sentía mucho más tranquila. Era como si radiara tranquilidad.
Esperaba estar así de tranquila el día de la boda.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Cincuenta y cinco.

Las navidades pasaron, enero también y febrero llegó. Con él, mi vigésimosexto cumpleaños. Lo pasé trabajando, puesto que era jueves, aunque si recibí regalos.
El viernes fui a ver el traje de novia. Ana estaba aquí, así que vino conmigo y con mi madre. Visitamos varias tiendas, pero no fue hasta la cuarta donde vi el vestido perfecto. Me gustaron dos, pero sólo iba a elegir uno. Ana se pasó un buen rato viendo todos los vestidos que había en la tienda. Andaba revoloteando por allí. Parecía una niña pequeña.
Entré en el probador con el vestido que había elegido. Era blanco, de corte princesa y palabra de honor. Cuando salí, a mi madre se le escapó unas lágrimas. Ana sonrió y me dijo que me sentaba genial ese vestido:
-¡Ay, hija!. Pareces una princesa.
-Y eso que todavía no está vestida del todo. Verás que bonita va a ir el diez de julio, Mariola.
-No digaís tonterías. No parezco nada de eso.
-Eso lo dices ahora, pero cuando llegue el gran día, ya nos dirás que tenemos razón.- dijo Ana aún sonriendo.
Me miré al espejo de la tienda. Tampoco estaba mal, pero de ahí a que me dijeran que parecía una princesa...
Imaginé la cara de Daniel cuando me viera llegar al altar. Sonreí. Seguro que le iba a gustar.
-¿Mary?. Danny te está llamando al móvil- dijo Ana devolviendome a la realidad.
-¿Qué?...¡ Ah!- contesté y cogí el móvil que mi amiga tenía en su mano.-Dime, ¿pasa algo?.
-No, nada. ¿Qué tal?.
-Aquí probando...- Ana empezó a negar con la cabeza para que no le dijese la verdad sobre lo que estaba haciendo.
-¿Probando?- preguntó mi novio extrañado.
-Probando unas galletas que mi madre a hecho- dije.
Vi como mi madre y mi amiga empezaron a reirse.
-¡Ah!. Bueno yo te llamaba para confirmarte que ya te he enviado por correo electronico los nombres que faltaban para la lista de invitados.
-De acuerdo.- mi novio y yo llevabamos casi cuatro meses con eso. Había gente que no sabía si podía o no venir a la boda. Esperaba ya poder cerrar la lista.
-Mary,te tengo que ir dejando, que tengo que terminar el episodio de la serie, ¿vale?.
-Claro, besos.
-Besos- respondió y colgó.
-¿Probando galletas?- preguntó Ana aguantandose las ganas de reirse.
-¿Qué quieres que le dijese si tú estabas negando con la cabeza?
-No discutaís, chicas. ¿Te quedas con este vestido, hija?
-Si, mamá- dije y fue a por la dependienta para que arreglara algunos detalles de mi vestido.
Me sumergí en mis pensamientos mientras la dependienta ponía alfileres por casi todo mi vestido. Si alguno me pinchó, no me di cuenta. Mamá me sacó de mi mundo cuando la muchacha terminó. Fui al probador a quitarme el vestido y a ponerme mi ropa. Salí y dejé el vestido a la dependienta. Después, Ana, mamá y yo fuimos a tomar café.
-¡Estoy deseando ver la cara de Daniel cuando te vea!- exclamó mi amiga bebiendo su batido de vainilla.
-Seguro que se le caerá la baba como a un bebé- dijo mi madre con una sonrisa.
-A lo mejor sale corriendo de la iglesia- bromeé.
-¡Mira que eres mal pensada, Mary!. A mi eso no me lo haría Michael- dijo Ana.
Puse los ojos en blanco. Cada vez que mi amiga hablaba de su novio, se ponía en ese plan. Me recordaba a cuando empecé con Daniel.
Cuando llegué a casa, cené, me duché y me fui a dormir. No pude quitarme, en toda la noche, la imagen de Daniel esperandome en el altar. Incluso soñé con eso. Aún seguía sin creerme que estubiese a poco más de cinco meses de casarme con él.
Esto parecía algo increible.
Todo lo que estaba pasando, era tal y como siempre lo había soñado.

lunes, 9 de mayo de 2011

Cincuenta y cuatro.

El primer día de clase fue una completa locura. No empecé a dar clases hasta el día siguiente, pero en cuanto crucé las puertas de la primera clase, todos mis alumnos me miraron muy sorprendidos. No sabía si era porque era muy joven para ser tutora (ese año era tutora de la clase de tercero de secundaría) o porque tenían una profesora con un novio famoso. Yo me dediqué a explicar como iba a transcurrir el año hasta que un alunmo me preguntó:
-Profesora, ¿es verdad que usted hizo una película con Daniel Smith?
Sonreí. No me iba a enfadar por aquello.
Ahora no.
-Si, pero de eso hace unos siete años.
-¡Que suerte!. A mí me encanta ese actor- exclamó otra alumna.
-¿Fue emocionante conocerlo, profesora?- preguntó una alumna emocionada.
-Si, por esos entonces sentía lo mismo que muchas de vosotras sentís por él. Cuando mi tío me lo presentó, no me lo creía. Siempre había soñado con conocerlo.
Me di cuenta que otras alumnas, tenían la mano levantada.
-Dime, Clara.
-Profesora, ¿nos podía conseguir un autografo suyo?
-¡Claro!, si sois unos buenos estudiantes...
Todos reímos.
No podía negarme a nada que tuviera que ver con Daniel. Cuando viniese, podía pedirle varios autografos para mis alumnos. Lo más seguro era que no se negara. Nunca hacía eso cuando yo le pedía algo. Era un chico muy bueno.

A finales de octubre recibí la noticia que Daniel iba a venir. Yo estaba bastante atareada con las clases y los preparativos de la boda. Ya tenía la iglesia y la fecha confirmada, aunque esta última podía variar por la agenda profesional de Daniel.
Mi novio vino un jueves, por lo que el viernes se me ocurrió una idea que a mis alumnos les iban a encantar. En la última hora de clases, les daría una sorpresa: conocerían a Daniel.
El viernes llegué a clase con una amplia sonrisa. Mis alumnos me miraban incredulos. No les dije nada sobre la sorpresa hasta la última hora de clases. Cuando entré en el aula, a última hora, dije:
-Chicos, hoy os tengo una buena noticia. Durante lo que llevamos de curso, os habeís portado bien y estaís sacando muy buenas notas. Así que os mereceís un pequeño premio. Os he traído una sorpresa.
Todos se miraron sorprendidos. No dije nada más y me dirigí hacía la puerta de la clase. La abrí e hice un gesto para que alguien entrase. Cuando Daniel entró en el aula, mis alumnos no daban crédito a lo que veían.
-Hola- salufó Daniel en un perfecto español.
Se escuchó un timído "Hola" de parte de mis alumnos. No se podían creer que un actor famoso estuviese allí.
-A ver, ¿quién quiere preguntarle algo a Daniel?- les pregunté a todos.
Algunas chicas levantaron la mano , unas estaban sonrojadas y otras, con una amplia sonrisa. Yo sabía a la perfección como se sentían, pues yo me había sentido así la primera vez que lo vi en persona.
Después de que algunos se animaran a preguntar, lo hicieron casi todos los alumnos. Daniel se mostró muy simpático con todos, contestandoles a sus preguntas y firmandoles autografos. Hice varias fotos, que seguro que a mis alumnas les gustaría.
Aquella fue la mejor clase de lo que llevabamos de curso. Cuando Daniel se marchó, todos se despidieron de él como si fuera otro chico más, como si fuera un amigo. Luego, me dieron las gracias. Un alumno me dijo que les habían encantado la sorpresa. Contesté que sólo era un premio por su buen comportamiento.
Al salir de clase, me dirigí hacía mi casa. Allí me esperaban mis padres, mi hermano y mi novio. Teníamos que preparar algunas cosas sobre la boda y tenía que ser con Daniel.
Yo seguía feliz, pues la reacción de mis alumnos, fue tal y como me la esperaba.

jueves, 5 de mayo de 2011

Cincuenta y tres.

Cuando Ana se enteró que me iba a casar con Daniel, inmediatamente me pidió ser mi dama de honor. Eso estaba hecho, puesto que aquello lo tenía previsto incluso antes de conocer a mi novio.
Daniel me preguntó que si me gustaría que nos casasemos en España. Le respondí que me daba igual, pero él insistió en hacerlo allí. Al final me convenció y, pensandolo bien, si prefería casarme en mi tierra, pues toda mi familia, salvo tía Carolina, tío Richard y sus hijos, vivían allí. Yo debía regresar, ya que las clases estaban a punto de empezar y debía de incorporarme al trabajo. Eso entristeció a Daniel un poco, pero comprendió que tenía que seguir con mi trabajo, lo mismo que él hacia lo propio con el suyo. En este momento estaba rodando una película, así que estaría un tiempo ocupado. Serían unos cinco meses de rodaje, por lo que Daniel estaría bien atareado.
A mí también me daba mucha pena irme, pues no quería dejar Londres de nuevo, pero ahora tenía un motivo bueno para irme: tenía que empezar los preparativos de mi boda. Ana dijo que me ayudaría en todo lo que pudiese mientras no estubiese trabajando. Tía Carolina dijo lo mismo.
Cuando mi amiga empezó a decir todo lo que tenía que preparar, me iba a dar algo.
-¡Calla ya!. Mira que llamo a Daniel y le digo que paso de casarme- le contesté a Ana cuando empezó a decirme lo que tenía que preparar para mi boda.
Había venido a casa, ya que al día siguiente no podía, porque tenía cosas que hacer. Así que vino a despedirse de mí antes de mi vuelta a España.
-No te asustes, Mary. Es normal que te pongas así. Yo no quiero ni imaginar como me pondría en tu situación. Me parece que ni me casaría- dijo y empezó a reírse.
-Yo no le veo la gracia, Ana- le dije con el entrecejo fruncido y cruzandome de brazos.
-Cuando estés en el altar junto a Dan, verás como todo esto se te olvida. Será el mejor día de tu vida.
Consiguió sacarme una sonrisa.
-¡Ay, amiga!. Sólo de pensar lo que me viene encima, me pongo muy nerviosa.
-Ya te lo he dicho, cuando llegue ese día, todo será historia.
-Espero que tengas razón- dije suspirando.
Eso era lo único que esperaba, que todo saliera bien. No me apetecía que algo saliera mal.
Ana se marchó y yo empecé a cenar. Poco después, me fui a dormir. El día siguiente, sería un poco triste.
Cuando Daniel vino a despedirse de mí al aeropuerto, me dijo que muy pronto viajaría a España. También dijo que le mantuviera al tanto de todos los preparativos de nuestra boda. Me besó y nos despedimos.
Subí al avión con la esperanza de que ese mometo no tardase mucho en llegar.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Cincuenta y dos.

Yo seguía llorando y Daniel me mantenía abrazada. No podía dejar de decirle que me perdonase, que nunca lo volvería hacer, que me sentía muy mal.
-Ya está, Mary. No te preocupes por nada. Todo se ha solucionado. Venga, no llores más. Ya sabes que no me gusta verte así.
-Yo no quería hacerte daño, Daniel. Yo... yo te quiero más que a nada en este mundo. Perdoname- le dije entre sollozos.
-Lo sé, lo sé, pero ya te he dicho que no hay nada que perdonarte- contestó secandome las lágrimas con la mano.
-Lo siento, de verdad.
-¡Deja ya de lamentarte, Mary!- exclamó y yo me quedé mirandolo fijamente- Eres lo que más quiero en este mundo y si no te he olvidado en esto seis años, es por que no he podido. Y ahora, si me lo permites, te preguntaré algo.
Yo asentí, pues no podía hablar.
Daniel se puso de rodillas y buscó algo en los bolsillos de su pantalón. Sacó algo pequeño, que quedó oculto por su mano.
-Mary, ¿quieres casarte conmigo?- preguntó y abrió la mano. En ella tenía un precioso anillo plateado con un pequeño diamante.
Me quedé del todo sin palabras. No me podía esperar aquello. Miré a Daniel y al anillo varias veces durante un minuto, antes de contestar:
-Si, claro que quiero.
No dijo nada, simplemente me besó. Luego, me abrazó.
-Creía que ibas a decir que no. No sabes lo feliz que me siento en este momento.
-Por supuesto, yo me siento igual- dije sonriendo.- Esto es algo que no me esperaba. Soy la chica más feliz del mundo.
Rió.
Me recordó a cuando lo conocí, un chico alegre, feliz y bromista. El mismo Daniel Smith de siempre.

Llegué a casa canturreando. Tía Carolina y tío Richard me miraron extrañados por verme tan contenta. Lo que había pasado hacia un poco más de una hora era algo que no podía ocultar ni tampoco quería hacerlo.
-Tía Carolina, tío Richard, tengo una buena noticia que daros- dije sonriendo.
-¿Qué pasa?, ¿vas a volver hacer cine?- preguntó mi tío.
-No creo que sea eso, Richard- contestó mi tía.
-Entonces...
-¡Me caso! ¡Que me caso con Daniel!- exclamé emocionada.
-¡No!. ¡Ay, que alegría, Mary!- exclamó mi tía.
-¿Cuando a sucedido eso?- preguntó Richard entre sorprendido y feliz.
-Hace algo más de una hora, en un parque- dije sonriendo y enseñando el anillo.
-Tienes que decircelo a tus padres. Tu madre se va a volver loca en cuanto lo sepa y mi hermano, ni te digo.
Yo me reí. Mi tía ya me estaba imaginando en el altar junto a Daniel. Mi tío me lanzó el teléfono inalambrico para que llamase a mis padres. Me temblaban las manos mientras marcaba el número de casa. Fue mi padre quien cogió la llamada e inmediatamente le dije que se pusiera mamá. Al principio, se asustó un poco, pues creía que la llamaba para algo malo. Pero en cuanto le dije el motivo de la llamada, se puso a gritar como una loca, hasta le pasó la llamada de nuevo a papá para dar crédito a lo que le había dicho.
Cuando colgué, mi tía me preguntó qué me habían dicho mis padres y cuando se lo dije, ella me contestó que se imaginaba su reacción.
Me fui a dormir, aunque no creía que pudiera hacerlo, pues la emoción que tenía, me iba a impidir hacerlo. Sentía una alegría inmensa, pero aún me parecía increible que me fuera a casar con Daniel.
Tenía razón al decir que este día fue maravilloso.

Cincuenta y uno.

Los días pasaban y pasaban hasta que agosto llegó. Con él llegó el veintiocho cumpleaños de Daniel. No quiso una gran fiesta, sólo quería estar conmigo. Y eso hicimos.
Estubimos toda la tarde en su casa, solos. Él me dijo que sus padres se habían ido todo el fin de semana. Cenamos y después, estubimos viendo la televisión un rato. Me abracé a él como hacía tiempo que no lo hacía.
-¿Te quedas aquí esta noche?- preguntó besandome.
-No sé... Tengo que avisar en casa- contesté sonriendo.
-Pues hazlo, pero que sepas que sería un buen regalo de cumpleaños...
-Danny...- dije cogiendo mi móvil y marcando el número de mi tía. Cuando cogió la llamada, dije:- Hola, tía. Verás, había pensado pasar la noche en casa de Daniel, si no te importa.
-Claro, hija. Puedes volver cuando quieras, ¿de acuerdo?. Hasta luego. Besos- contestó tía Carolina.
-Gracias, adiós- dije y colgué.
-¿Qué?- preguntó Daniel mientras yo metía el móvil en mi bolso.
-Me quedo, ya tienes tu regalo de cumpleaños- dije sonriendo. Me acerqué a él y lo besé.
-¿Y esto?- preguntó extrañado, pero a la vez feliz.
-Me apetecía hacerlo- sonreí- Pero si no te gusta, no lo vuelvo hacer- añadí haciendome la ofendida.
Él río, pero dijo:
-Claro que si me ha gustado. Puedes hacerlo de nuevo, cuando...
No le dejé terminar la frase. Me incliné y volví a besarlo. Nunca me había atrevido a hacerlo hasta ese momento. Mientras lo besaba, empecé a quitarle la camisa. Él, hizo lo mismo con el chaleco que yo llevaba. Esta vez fui yo quien lo llevó a su dormitorio. Jamas lo había visto así de feliz.
Mientras nuestros cuerpos se unían en sólo uno, me sentí la chica más afortunada del mundo. No podía desear nada más, pero esta vez era de verdad...
-No puedo creer este cambio- dijo Daniel abrazandome.
-Pues creetelo, porque no te vas a librar de mí en toda la vida, Daniel Smith.
-¡Uy, que bien suena eso!- exclamó sonriendo y estrechandome más contra él.
Yo me reí. Estos casi dos meses, estaban siendo mucho mejores que el año que pasé junto a Daniel. Me abracé a él, aún más si podía, y me quedé profundamente dormida.

A finales de agosto, y para ser más concretos, un sábado, ocurrió algo maravilloso.
La prensa ya se había hecho eco de nuestra vuelta. Sin embargo, esta vez no decían nada malo. Aunque debo de reconocer que todo me daba igual, dijesen lo que dijesen. Esta vez, nada ni nadie me iba a separar de Daniel.
Aquel sábado, me levanté, me duché, desayuné y me tiré toda la mañana jugando con Troy. Mi primo era un niño muy juguetón y simpático. Me recordó a Sue cuando era pequeña. Antes del almuerzo, llamé a casa de mis padres para ver como estaban todos.
Daniel llegó a casa de mis tíos a eso de las cuatro de la tarde. Los saludó y nos fuimos. Lo notaba radiante, pero no me podía imaginar el motivo.
Fuimos al cine, a cenar y luego me llevó a un solitario parque. Este lugar tenía un lago y Daniel se sentó a orillas de éste. Yo hice lo mismo y me senté a su lado.
-¿Te gusta este lugar?- preguntó.
-Si, es muy bonito. ¿Por qué hemos venido aquí?.
-Verás, no quiero recordar viejos tiempos y sobre todo los malos, pero debo de hacerlo antes de preguntarte algo.
-Danny, no hace falta que...
-Dejame que lo haga, por favor- dijo dulcemente.
Asentí. No quería volver a verlo triste.
-El día que me dejaste, se me cayó el mundo encima. Al principio creí que lo que dijo Richard sobre que todo se solucionaría pronto, sería verdad. Cuando te fuiste, quise ir a retenerte, pero mi padre me lo impidió. Dejala ir, Daniel. Es mejor que se piense bien lo que quiere hacer, me decía. Conseguí que Ana me diese la dirección de tu casa en España y empecé a escribirte, pero desistí cuando ella me dijo que era mejor que no lo hiciera. Quería llamarte, pero no me atrevía. Estube días y días encerrado en mi habitación sin apenas comer ni dormir. Cuando me recuperé un poco, sólo salía lo necesario. Fingía delante de las cámaras que estaba bien, aunque me estaba muriendo por dentro. El tiempo pasaba y te di por perdida. No sabía nada de ti, sólo lo justo y porque me lo decían tus tíos y Ana. Pero todo cambió cuando tu amiga me dijo que volvías y que querías hablar conmigo. Pensé que aún había una esperanza y, gracias al cielo, que fue así. Ahora me alegro, porque te tengo de nuevo conmigo.
Mientras él hablaba, yo empecé a llorar. No podía creerme que lo hubiese pasado tan mal. Me sentí fatal por haberle hecho tantisímo daño.

viernes, 29 de abril de 2011

Cincuenta.

Llegué a casa con una gran sonrisa en la cara. Mis tíos se miraron extrañados al verme así de feliz. No dije nada, simplemente me metí en mi habitación. Era increible que todo se hubiera arreglado así de rápido, pero me daba igual. Volvía a estar con la persona que más quería.
El lunes, Daniel vino a por mí a casa, después del almuerzo. Tía Carolina abrió la puerta cuando él llamó. Se quedó boquiabierta al verlo y cuando le preguntó por mí:
-¡Voy!- dije saliendo de mi habitación al trote. Por poco no me tropiezo, al llegar al salón, con los zapatos de tacón.- Ya estoy lista. Tía, no me esperes para cenar, ¿vale?. Porque lo más seguro es que cene con Danny. Bueno, me voy. Hasta luego.
Le di un beso en la mejilla. Aún seguía atónita cuando cerré la puerta de casa.
-¿No le has dicho que hemos vuelto a tus tíos?- preguntó Daniel arrancando su coche.
-No, pero ahora no creo que lo dude- contesté sonriendo y mirandolo.
Aquella sombra de tristeza que tenía en su rostro, había desaparecido. Me alegré bastante por ello.
No tenía ni idea de donde íbamos a ir, pero lo supe con tan sólo verlo: me llevó a la cafetería donde me pidió por primera vez que fuera su novia.
No entendía por qué íbamos allí. Entramos en ella de la mano. La gente nos miraba. Ahora me daba igual que lo hicieran, mi felicidad podía con eso. Daniel pidió dos cafés y nos sentamos en una mesa. A los pocos minutos, llegó un camarero con los dos cafés.
-¿Qué has hecho durante estos años?- preguntó.
-Pues sacarme mi carrera en Bellas Artes, ahora trabajo como profesora de dibujo en un instituto. Suelo llevarme a mi hermano Lucas a todos sitios. ¿Y tú?- fue una pregunta tonta, pues sabía la respuesta.
-He hecho varias películas, dos obras de teatro, varios programas de televisión y de radio. Ya sabes, la vida de un actor famoso.
-Ese es tu trabajo.
Me parecía imposible que hubiesen pasado seis años. Ya me había arrepentido de haberme separado de Daniel tanto tiempo. Ahora, era hora de recuperarlo, si era posible.
Salimos de la cafetería y fuimos a dar una vuelta a un parque cercarno. La gente volvió a mirarnos. Me hacía gracia que antes todo esto me agobiara.
-Ahora vas a tener que lidiar con la prensa- dijo mientras andabamos por el parque.
-¿Por qué lo dices?. Sé que, ahora, les ha dado por ti, pero bueo, esta vez no me va ha afectar. De eso puedes estar seguro.- contesté con una sonrisa.
-Me alegro de este cambio. Hace tiempo, seguro que te hubieses muerto de la vergüenza- dijo cogiendome de la cintura. Yo no podía dejar de sonreir.
Se inclinó y me dio un beso. Luego, seguimos caminando. Me encantaba estar con Daniel. Estaba feliz de mi regreso a Londres.

Fuimos a cenar a casa de sus padres. No sabían como me iban a recibir Kate y David. Esperaba que no estuviesen enfadados conmigo.
Daniel abrió la puerta. Un delicioso olor me llegó y mi novio, me miró sonriendo. Entramos y él cerró la puerta.
Aún me tenía cogida de la mano cuando llegamos al salón. Sus padres estaban sentados en el sofá. Se levantaron en cuanto nos escucharon entrar.
-¡Mary, querida, cuanto tiempo sin verte!- exclamó Kate.
Me abrazó y me dio varios besos.
-Que alegría de tenerte otra vez aquí- dijo David.
-Gracias, yo también estoy muy contenta de volver a veros.- dije algo emocionada, pues no me esperaba aquel recibimiento.
-¿Cenamos o estamos toda la noche aquí charlando?- preguntó Daniel.
Su madre sonrió. Algo me decía que estaba contenta por ver a su hijo de nuevo feliz. Pero, la que estaba realmente feliz, era yo. Tenía la sensación de que algo bastante bueno iba a suceder pronto.

jueves, 28 de abril de 2011

Cuarenta y Nueve.

No sabía que hacer ni que decir. Nos quedamos mirandonos los dos durante unos segundos. Seguía igual que lo recordaba, aún mejor, si podía ser. Aunque había una sombra de tristeza en su rostro y la culpable de eso era yo. Me sentí bastante mal por eso.
-Creo que debeís hablar. Michael, vamonos. No tenemos nada que hacer aquí- dijo Ana cogiendo unas llaves del mueble que tenía en el recibidor.
Mi amiga y su novio se fueron. Yo me quedé allí sentada en el sofá, con la mirada puesta en Daniel.
-¿Cómo estás?- fue él el primero en hablar.
-No estoy mal, ¿y tú?.
-Ya me ves- contestó aún de pie.
-Sientate, no te quedes ahí de pie- dije señalando el lugar que quedaba libre en el sofá donde yo estaba sentada.
Daniel se sentó donde el indiqué y volvió a hablar:
-¿Por qué este cambio?.
-Porque me he dado cuenta de que cometí un gran error y de que me comporté como una cría.
-¿Y por qué has tardado tanto en darte cuenta?.
-Porque he sido idiota y no me he dado cuenta de eso hasta que Ana me ha abierto los ojos.
-Gracias a dios que tienes una buena amiga.
-Si, Ana siempre ha insistido en hablar sobre esto, pero yo nunca la dejaba. Aunque debo de reconocer que esta vez no sé por qué la he escuchado, pero me alegro de haberlo hecho. Ya es hora de solucionar esto- dije y luego añadí: - Si puede ser...
-¿Intentar?, ¿por qué dices eso?- preguntó y se acercó un poco a mí.
-No sé si querrás perdonarme. Ha pasado mucho tiempo desde aquello...
-Mary, no te he llamado porque, al ver que no me contestabas a las cartas, no quise insistir. Pensé que te habías olvidado de mí. Ana nunca me dijo si lo habías hecho.
-No he podido hacerlo. Lo he intentado, pero no pude.
-A mí me pasó lo mismo. Lo he pasado francamente mal. Ya lo he olvidado todo y ahora que estás aquí, te puedo confirmar que es verdad, que lo he olvidado todo.
-Daniel, yo...
-No digas nada. No tengo que perdonar nada y si tengo que hacerlo, te perdono. Lo único que quiero, es que no te vayas más, por favor- dijo y me cogió de las manos.
Como cuando al principio de conocerlo, un hormigueo recorrió todo mi cuerpo, cuando nuestras pieles se rozaron. Miré nuestras manos y luego, a él.
Sonreía.
Era aquella sonrisa que tanto me gustaba y que hacía tanto tiempo que no veía.
-¡Oh, Daniel!. Gracias por perdonarme. Siento tanto todo esto. Te he echado mucho de menos- dije mientras lo abrazaba.
-Yo también me alegro de que hayas vuelto, pero lo más importante es que estes aquí de nuevo conmigo.
Sonreí. No tenía palabras para expresar lo que estaba sintiendo en ese momento.
-Prometeme que nunca te iras.
-Por supuesto- dije sonriendo.
Se inclinó y me besó. Parecía que era ayer cuando me besó por última vez. Luego de aquel beso, me abrazó.
Por fin estaba todo solucionado. Estaba feliz de volver a tener a mi lado a Daniel. Sólo esperaba que esta vez no hubiese ningún problema.

miércoles, 27 de abril de 2011

Cuarenta y ocho.

El domingo catorce, Ana me llamó para que fuese a su piso. Llevaba seis meses viviendo con su novio. No tenía nada mejor que hacer, así que le dije que si iría. Me iba a llevar mi tía, quien sabía dónde vivía mi amiga. Después de almorzar y de ducharme, fui para casa de Ana.
Era un piso amplio, decorado con muebles bastante modernos. Era precioso.
Me abrió la puerta Michael, que se sorprendió y se alegró de verme. Mi amiga estaba sentada en un sofá de color blanco.
-Amiga, tienes un piso precioso.
-Gracias. Michael me ha ayudado mucho.
-Teneís muy buen gusto.
-Tu amiga es muy buena decoradora, más que yo.
Nos reímos los tres. Ana me preguntó que si quería tomar un café y yo asentí. Michael fue a la cocina mientras mi amiga y yo hablabamos. Por lo visto, había unos productores que habían contactado con ella para hacer una película para cine, aunque no sabía si aceptar o no. Decía que hacer una película era algo que le daba demasiado miedo, ya que nunca había hecho una. Lo único que le dije, fue que siguiese sus instintos, que no tuviera miedo de nada.
Michael llegó con los cafés y con unas pastas. Me preguntó por qué aquel cambio repentino y por mi vuelta a Londres. Lo único que le pude decir fue que la culpable de todo era Ana, quien empezó a decir que era su deber hacerlo. Luego hablamos de muchas cosas. Michael me dijo que mi amiga era muy cabezota en algunos asuntos. Ana se enfadó un poco, aunque pronto emepzó a reirse. Yo sabía de sobra como era mi amiga en cualquier asunto. Era normal, pues la conocía desde los cuatro años y siempre habíamos estado juntas. Sabía como era su caracter, lo que le gustaba y lo que no. Cuales eran sus sueños y todo lo que se le pasaba por la cabeza. A ella le pasaba lo mismo comigo.

Sobre las seis de la tarde, llamaron a la puerta. Ana fue a abrir. Yo, como tenía una pared detrás mía, no podía ver quien acababa de llegar.
-Pasa, te estaba esperando- escuché decir a Ana.
Escuché unos pasos y miré a ver quien era. Sentí un hormigueo al verlo. Parpadeé varias veces para comprobar que era verdad lo que veían mis ojos.
Volvía a tener delante de mí a Daniel Smith.

lunes, 25 de abril de 2011

Cuarenta y siete.

Después de toda una noche pensando, tomé una decisión: volver a Londres. Por lo menos, tenía que intentar reparar el error más grande de mi vida. Tenía que intentar que Daniel me perdonase, aunque Ana dijese que si lo haría.
El lunes por la mañana, llamé a mi tía Carolina, que no se creía mi repentina decisión de volver a la ciudad inglesa. Se puso muy contenta y dijo que estaba feliz de tenerme allí de nuevo. Incluso mis padres se sorprendieron cuando les dije que quería pasar unos días en Londres con mis tíos.
Mi vuelo salía el día doce de julio a las once de la mañana. Estaba muy nerviosa cuando me monté en el avión junto a Ana. No tenía ni idea de lo que me podía esperar en mi regreso a Londres.
Mi tía nos recibió en el aeropuerto con una gran sonrisa. Me tuvo un buen rato abrazada a ella y llenandome de besos. Yo no pude reprimir las lágrimas. Ana me dio unas palmaditas en el hombro, como queriendome decir qe estuviese tranquila. Tía Carolina me dijo, mientras nos dirigiamos a su casa, que tío Richard no había venido porque estaba en casa cuidando al pequeño Troy. Mis tíos hacia menos de un año que habían tenido un hijo. Yo aún no lo conocía en persona, sólo lo había visto en fotos y estaba deseando verlo desde hace tiempo.
Llegamos a casa y, todo estaba como lo recordaba. Nada había cambiado. Mi tía abrió la puerta y entró, seguida de Ana y de mí. En el interior, también estaba todo tal y como lo recordaba. Vi a mi tío con el pequeño en brazos y a Sue, leyendo en el sofá. Mi prima estaba preciosa, se estaba convirtiendo en toda una mujercita con tan sólo nueve años. Soltó el libro en el sofá y vino a saludarme. Me dio un gran beso y dijo:
-Ya era hora que vinieses. Te hechaba de menos.
-Yo también, Sue. Ya tenía ganas de volver.
-No lo hubieses vuelto si yo no te convezco, Mary- dijo riendo mi amiga.
Yo también me reí y luego saludé a tío Richard, quien también me dio un gran abrazo. Cogí a mi nuevo primo en brazos. Me miraba fijamente, pero luego sonrió. Le di un beso en la frente y se lo entregué a mi tío. Llevé mi maleta a mi habitación. No había cambiado nada en ella tampoco. Mis tíos la habían dejado tal y como yo la dejé. Empecé a poner la ropa en el armario y tía Carolina entró en mi cuarto.
-¿Cómo encuentras tu dormitorio?
-Bien, todo está tal y como lo recuerdo.
-Lo hemos dejado como tú lo dejaste. Teníamod la esperanza que volvieses. Volver has vuelto, aunque sea seis años más tarde- dijo en una sonrisa.
-Lo siento, pero aquella situación me superó- dije algo triste.
-Venga, no te preocupes. Todo el mundo se equivoca alguna vez. Nadie es perfecto. Por lo menos, te has dado cuenta que cometiste un error. Verás que bien te recibe Danny en cuanto sepas que estas aquí.
-Eso espero- dije en una leve sonrisa.
-¡Claro que si!. Se pasa todos los días preguntando por ti. Tiene ganas de verte.
-Aún no sé por qué no se ha olvidado de mí.
-Porque te quiere.- dijo mi tía en una sonrisa.
Sonreí.
Ojalá mi tía tuviese razón y Daniel estuviese contento de verme. No sé como iba a reaccionar cuando lo viese.

miércoles, 13 de abril de 2011

Cuarenta y seis.

Ana llegó durante de la fiesta de Lucas. Nos pasamos cerca de dos horas hablando de nuestras cosas, hasta que volvió al tema que yo siempre esquivaba.
-¿Cuando vas a regresar?. Tus tíos te echan de menos, siempre han venido ellos para acá desde que pasó aquello.
-Ana, ya te lo he dicho millones de veces desde hace seis años, no pienso regresar. Yo no obligo a mis tíos a que vengan.
-Mary, no lo puedes negar. Sigues enamorada de Daniel. Y si no lo quieres escuchar te lo voy a decir de todas maneras: Daniel aún sigue enamorado de ti. No puedes hacer como si no existiera. Él sale cada dos por tres en televisión y sé que es duro, pero tienes que olvidarte de todo de una vez. Samantha Rose ya no es un obstaculo. Lleva viviendo cuatro años en Francia y no ha actuado más, ni lo va hacer.
Me levanté de la cama y empecé a dar vueltas por mi cuarto.
-No, no voy a regresar. Llevo diciendotelo sis años. Fue una decisión dura en su tiempo y no voy a ceder, te guste o no te guste.
Se levantó ella también de la cama y me cogió de los hombros. Me miró muy seria.
-Mary, llavas seis años sufriendo porque te da la gana. Daniel está fatal, aunque no lo parezca. Tú no sabes lo mal que lo está pasando por culpa de esto. No sabes la de veces que ha llorado delante mía. Amiga, tienes veinticinco años, no me vengas con estúpideces de una cría de doce. Reflexiona un momento, durante este tiempo, ¿has visto a Daniel con alguna chica?
-No, pero yo le dije...
-¡Ya sé lo que le dijiste!, que siguiera con su vida, que tú ibas hacer lo mismo. Pero dime, ¿por qué no te has tenido novio en todos estos años?, ¿te digo la respuesta?. Porque sigues enamorada de Daniel Smith.
Bajé la mirada. Debía admitir que mi amiga tenía razón: aún seguía enamorada de él.
De pronto, me di cuenta que las lágrimas volvían a caer de mis ojos.
-¿Tan mal está?- le pregunté, aunque ya sabía cual sería la respuesta.
-Fatal. Cuando te fuiste, estuvo varias semanas como ido. Apenas dormía, se pasa el día triste... Parecía un fantasma. Ahora está mejor, es lógico, pero sigue llorando, como te he dicho. Ni te imaginas lo que tiene que aparentar delante de las cámaras.
Me senté de nuevo en mi cama. Me tapé la cara con las manos y empecé a llorar. Esto era una costumbre más, un hábito en mi vida. Ana me abrazó.
-Yo no quería hacerlo sufrir, pero fue la única solución que encontré. No sabes lo mal que lo paso todos los días, ni te imaginas el trabajo que me cuesta no coger el teléfono, marcar su número y pedirle que me perdono, pero sé que no lo va hacer.
-No seas tonta, Mary. A él le pasa lo mismo. Y si no fuese por mí, él no sabría nada de ti, porque tus tíos le dicen lo mismo que yo. Además, le insistí en que dejara de enviarte cartas, porque sé que eres cabezota y no le vas a contestar...
-Lo echo tanto de menos...- susurré llorando.
-Y él, Mary. Si no se ha vuelto loco, ha sido de puro milagro. Una vez me dijo que él ya lo había olvidado todo, ¿por qué no haces tú lo mismo?.
-¿Tú crees que me perdonará?- le pregunté mirandola con los ojos llenos de lágrimas.
-Claro que si. Ya has escuchado lo que te he dicho: lo ha olvidado todo. Ya va siendo hora que seaís felices los dos, amigas. Tienes muchos sueños por cumplir junto a su lado.
Me volví a abrazar a Ana. Por primera vez en seis años me di cuenta que había sido idiota con mi decisión.
Ya era hora de reparar algunos errores.

Cuarenta y cinco.

SEIS AÑOS MÁS TARDE...
Era sábado y me desperté tarde, pero al recordar que día era, pegué un salto de la cama. Hoy era veintiseis de junio y mi pequeño hermano Lucas cumplía seis años. Había acordado ayudar a mi madre en organizarle una bonita fiesta a mi hermano. Miré la hora y en el despertador marcaban las once de la mañana. Fui al baño y luego, bajé de dos en dos las escaleras de casa hasta llegar al salón. Me dirigí al trote a la cocina.
-A buenas horas te levantas, Mary- me dijo mamá.
Le di un beso en la mejilla y me eché leche con un poco de azúcar en un vaso. Ni siquiera lo calenté un poco en el microondas. Me lo bebí en un trago.
-Un día de estos, te da algo.
-Si no me lo ha dado antes, no creo que me lo dé ahora. ¿Qué?, ¿Empezamos a preparar la fiesta al pequeñajo?.
-Si, pero primero cambiate de ropa, que tienes que comprar algunas cosas.
-De acuerdo. Subo, me ducho en un momento, me visto y voy a donde tú quieras- dije saliendo de la cocina.
En ese momento, me percaté que Lucas estaba en el salón, dibujando sobre su cuaderno de dibujo.
-Hola, pequeñajo. Felicidades- dije dándole un beso en la mejilla.
-Gracias, hermana- me contestó y me dedicó una de sus bonitas sonrisas.
Empecé a subir las escaleras para entrar en el baño, cuando mamá me llamó:
-¡Ay, Mary!. Se me había olvidado decirte que ha llamado Ana. Me ha dicho que está aquí en España y que esta tarde se pasará por casa.
-Gracias, mamá. Ya tengo ganas de verla- contesté y me metí en el baño.
Hacía ya tres meses que no la veía. Durante estos seis años que habían pasado, mi mejor amiga se había convertido en una famosa actriz tanto de teatro como de televisión. Había terminado la facultad, como yo, pero se dedicaba al mundo artistico. Seguía con aquel chico llamado Michael. Yo me alegraba mucho por ella. Era mi mejor amiga, no podía desearle otra cosa.
Mi vida, en cambio, era muy distinta. Desde que dejé mi vida aparcada en Londres, me había dedicado a estudiar simplemente. Ahora, después de terminar la universidad, trabajaba en un instituto como profesora de Dibujo. Me iba bien, no me podía quejar. No tenía novio, ni lo quería. Por mucho que me interesara un chico en mi mente siempre aparecía él.
Daniel.
No me podía olvidar de él por mucho que quisiera. Y, ¿Cómo hacerlo si salía un día si y otro también en la televisión o en cualquier sitio?. Todo lo que tenía y me recordaba a él, lo guardé en una caja en cuanto llegué a casa hace seis años: el collar, la pulsera, el anillo, el albúm de fotos... Todo. Incluidas las cartas que me escribió durante un año después de que me marchara. Cada vez que recibía una, lloraba mucho.
Salí del baño totalmente vestida y bajé a la cocina. Mamá me dio una nota con todo lo que tenía que comprar. Cogí las llaves de mi coche, el monedero y me fui. Llegué a la tieda y compré todo lo que decía en aquel papel. Luego fui a recoger el regalo que le había comprado a Lucas. Seguro que le iba a gustar, pues se trataba de unos juegos que él quería. Subí todos los recados al coche y regresé a casa. Entré en ella y lo dejé todo en la cocina, salvo el regalo que estaba en mi coche. Mi hermano llegó corriendo y empezó a decir:
-¿Dónde está mi regalo?,¿Dónde está mi regalo?.
-Hasta la tarde no hay regalos, Lucas. No seas impaciente.
-¡Se lo voy a decir a mamá!.
-Estás tardando.
Salió corriendo hacia el patio de la casa. Fui trás él y vi como mi madre organizaba una mesa con varias sillas para los amigos de mi hermano.
-¡Mamá, Mary no me quiere dar su regalo!
-No seas caprichoso, Lucas. Esperate hasta esta tarde. No te impacientes.
Lucas se marchó algo enfadado. Yo me reí y mamá, también. Volví a entrar en casa y me puse a organizar en contenido de las bolsas.
La fiesta de mi hermano, con tantos pequeños, iba a resultar bastante agotadora.

lunes, 11 de abril de 2011

Cuarenta y cuatro.

Organicé todo para irme para España. Compré el billete, preparé la maleta y se lo dije a mis tíos, quienes se sorprendieron de mi repentino cambio de planes. Incluso me preguntaron que si tenía algún problema con Daniel. Mi contestación fue negativa, por supuesto que no tenía ningún problema con él.
Me iba el día veinticuatro de septiembre, así que cité el día anterior a Daniel para que viniese el mismo día veinticuatro antes de que yo me fuese. Él no sabía que me iba y no lo iba a saber hasta ese mismo día. Tuve que pensar muy bien lo que le iba a decir. No quería hacerle daño, no quería verlo sufrir, pero era imposible que siguiesemos juntos. Por culpa de Samantha iba a perder a la persona que más quería.
Estuve toda la noche del veintitres llorando, intentando pensar en qué decirle. Me levanté sintiendome mal, ni siquiera desayuné. Tenía el estómago cerrado.
Daniel llegó a eso de las tres y media de la tarde. Mi vuelo salía a las siete. Mi tía le dijo que pasase a mi habitación que yo lo estaba esperando. Lo hice entrar cuando tocó a la puerta.
Sonreía, pero la sonrisa se le borró cuando vio las maletas que estaban en mi dormitorio.
-¿Te vas?- preguntó extrañado.
-Si. Ya no aguanto más. Esto ha podido conmigo. Has visto como he cambiado en tan poco tiempo, aún me siguen llegando amenazas. Voy a terminar por volverme loca.
-Pero el abogado de tu tío está haciendo todo lo posible para que Samantha pare.
-Aunque me duela esto, voy a cortar por lo sano.
-¿Te vas a echar atrás ahora?. Mary, olvida todo y sigue con tu vida, con tus sueños.
-¡No puedo!. No puedo más con esto. Me voy, Danny. Y esto que te voy a decir es lo más duro que voy hacer.
-Mary, no...
-Esto se terminó. Lo nuestro llegó a su fin- dije y las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos.
-Por favor, Mary, no me hagas esto- contestó. Por primera vez, lo vi llorar.
-Es lo mejor que puede pasar...
-Pero tú me quieres, no entiendo por qué haces esto.
-Por eso mismo, porque te quiero más que a otra persona, hago esto.
Se acercó a mí y me cogió la cara. Se me partió el alma al verlo llorar. Juntó su frente con la mía y dijo:
-Por favor, Mary, piensatelo otra vez. Si me dejas, no voy a poder vivir sin ti.
-Danny...- suspiré. No tenía palabras para decirle lo que en ese momento sentía.
Acercó sus labios a los mios y me besó. Encontré el valor suficiente para separarlo de mí, pero él no me dejó. Me abrazó contra su cuerpo y llorando me dijo:
-No te vayas, te lo pido. No me dejes, por favor.
-Ya está todo decidido. No hay vuelta atrás. Tienes que seguir con tu vida. Lo mismo que yo seguiré con la mía. Te voy a recordar siempre y nunca voy a olvidar todo lo que ha pasado entre nosotros- dije apartandome de él.
-No, no y no. Me niego a que esto termine por culpa de esa niña. No me hagas esto, Mary.
-Vete, por favor, vete. No puede ser. Esto no puede ser. Se acabó, Daniel, se acabó- dije empujandolo fuera de mi habitación. Cuando lo hice, cerré la puerta.
Me derrumbé y caí de rodillas después de cerrarla. Apoyé la espalda en la puerta, llorando a lágrima viva.
-Mary, por favor- gritaba Daniel aporreando mi puerta.
-¡Vete!- grité entre sollozos.
-Abre, te lo suplico, abre. Mary, no me hagas esto, yo te quiero- Daniel aún lloraba.
-Yo también te quiero con toda mi alma.- susurré.
-Daniel, déjala. Ahora mismo está confundida. Verás como dentro de poco, todo se soluciona.- escuché decir a mi tío Richard.
-No, Richard, esto no...
-Tranquilo. Todo se soluciona. Cuando ella reflexione, verás como todo cambia. Ven, vámonos- tío Richard se lo llevó y yo empecé a llorar más fuerte.
Todo esto me resultó muy duro. Me arrastré hasta mi cama como pude. Me sentía muy mal. Tía Carolina entró en mi habitación y me abrazó sin decir nada. Yo lloraba con todas mis ganas. No sé si iba a poder aguantar todo esto. Aún me sentía fatal cuando me subía al avión.
Me esperaban tiempos muy duros, o eso creía yo.

Cuarenta y tres.

A las dos semanas de estar en el hospital, me dieron el alta. Tío Richar me sacó de allí en silla de ruedas, pues no podía andar, ya que tenía la pierna derecha escayolada. La prensa estaba a las puertas del hospital. Se agolparon a mi alrededor al verme salir.
-¿Cómo te encuentras?
-¿Es verdad que han detenido a Samantha Rose?
-¿Cuando volveras a actuar?
Tantas preguntas me abrumaban.
-En este momento, Mary no va a contestar a nada- contestó tío Richard ayudándome a subir al coche.
Se subió él también y nos fuimos. Al llegar a casa, Ana me abrazó:
-¡Ay, amiga!. Cuanto te he echado de menos. Ya te lo he dicho un montón de veces durante estos días, pero es que no veas lo mal que lo he pasado.
-Lo sé, amiga, lo sé. Dimelo a mí, que ha sido quien ha sufrido todo- dije en tono algo bromista, pues le quería quitar hierro al asunto. Me volví, con la silla de ruedas, hacía mis tíos- ¿Y mis padres?
-Su vuelo salía temprano. Como salías hoy y ya estás mejor, han regresado a casa. No podían dejar a tu hermano más tiempo solo, aún es muy pequeño.- contestó mi tía.
Era verdad. Lucas apenas tenía dos meses. Incluso, yo le había dicho a mi madre que regresaran a España con mi hermano, pero no querían dejarme sola. Ahora que estaba mejor, si se habían ido. Yo estaría bien cuidada y no me faltaría nada.

Durante los días que tuve la escayola, tanto en la pierna como en el brazo, Daniel estaba casi todo el día en casa. Si antes me trataba bien, ahora mucho mejor.
Me había enterado, por medio de mi tío, que a Samantha la habían encerrado en un centro de menores durante un año y cinco meses por intento de asesinato. Lo peor, según Daniel, era que su carrera como actriz había acabado con total seguridad. Me dio pena, pero ella se lo había ganado.


Septiembre llegó y, por fin, me quitaron las dos escayolas. Me dolía un poco la pierna y el brazo al moverlos, pero al menos podía andar. Ana se puso muy contenta cuando me vio llegar a casa andando. Me dio un gran abrazo.

Los días avanzaban y en las noticias, hablaban casi todos los días sobre Samantha. Decian que podía ser que le rebajasen la condena por buen comportamiento. Otras veces, decian que no.
Al cabo de varios días, recibí una carta amenazandome. Se la di a mi tío, quien se la entregó a nuestro abogado. Éste averiguó que era de Samantha. Eso fue perjudicial para ella, puesto que le subieron la condena un par de meses.
Todo esto me agobiaba. Me sentía mal. Empecé a tener mal humor y lo pagaba con quien menos se lo merecía: Daniel. Me pasaba todo el día malhumorada, no tenía ganas de salir y no aguantaba nada. Todo mi buen caracter había desaparecido. Incluso la nueva aptitup, también lo había hecho. Ana me lo decía.
Las amenazas seguían llegando y mi mal humor, creciendo. Hasta que, un buen día, harta de las amenazas que Samantha me hacía llegar, tomé una decisión: dejar todo esto.
Me dolía hacerlo, pero era lo mejor. Tenía que cortar por lo sano, aunque me doliese demasiado. Iba a dejar esta ciudad, el mundo del cine y lo más importante para mí, a Daniel.
Iba ser demasiado duro hacer todo esto.

Cuarenta y dos.

El día seis de agosto, un día después del cumpleaños de Daniel, fui sola a comprar algo de ropa. Me apetecía ir de tiendas. Ana estaba ensayando para su nueva obra de teatro y Daniel estaba en Oxford, en un acto que tenía. Entré en varias tiendas, pero al final sólo me compré un vestido y varias camisetas.
Iba a coger un taxi para volver a casa, cuando me encontré con Samantha, quien también iba sola. Empezó a mirarme mal. Yo, la ignoré, pero ella empezó a decirme cosas:
-¿Qué pasa?, ¿que Daniel Smith ya te ha dejado?. Ya sabía yo que no ibaís a durar mucho. Normal, sólo has sido un capricho suyo.
-Mira, Samantha, yo no tengo la culpa que tú no quisieras ese papel. Así que te digo que me da igual lo que digas o hagas en contra mía.
-Si, eso lo dices ahora, pero en cuanto diga algo, vas a ir a tu tío para decirle todo.
-Lo mejor que puedes hacer, es olvidarte de mí.- dije y empecé a andar.
Me di cuenta que venía corriendo por detrás de mí. Me di la vuelta y ella empezó a empujarme hacía la carretera.
-Por tu culpa, Dan no quiere saber de mí. ¿Sabes? Yo estoy enamorada de él y no me parece justo que tú estés con Daniel- me gritó.
-¡Deja de empujarme!. Yo no tengo la culpa que Daniel no te quiera- le grité intentando que no me empujase.
-¡Si tienes la culpa!. Te han dado dos premios que me los merecía yo. Estoy harta de ti, Mary Sanz- gritó y me empujó fuertemente, sin que yo pudiera hacer nada, contra un coche que pasaba a toda velocidad en ese momento.
Sentí mi cuerpo impactar contra el coche y que perdía la conciencia. Ya no podía saber lo que pasaba a mi alrededor...

Cuando abrí los ojos, lo hice lentamente. No sabía donde me hallaba. Había mucha luz en la habitación donde estaba o eso me parecía. Quise incorporarme, pero alguien me lo impidió.
-Tranquila, Mary. No puedes levantarme- me dijo la voz de una mujer.
La reconocí de inmediato. Era la voz de tía Carolina.
Noté un fuerte dolor en las costillas y en brazo derecho. La cabeza también me dolía.
-¿Qué... qué me ha pasado?- pregunté mientras me daba cuenta que tenía cables por todos lados.
-Samantha Rose te empujó contra un coche. Has despertado tras catorce horas sedada.
De repente me acordé de todo: Cuando hablé con ella, cuando nos gritamos, cuando me empujó...
Cerré los ojos y suspiré:
-¿Dónde estás?, ¿dónde está Danny?
-Está fuera, acaba de llegar. El pobre no se a separado de ti en toda la noche. No ha dejado que nadie se quedase contigo, salvo él. Estoy ahora aquí, porque él ha ido a su casa a ducharse y a cambiarse de ropa. David a tenido que llevarselo a la fuerza.- contó mi tía.
No podía creerme que Daniel hubiese pasado toda la noche conmigo. Miré a tía Carolina y reparé en sus ojos. Estaban rojos de tanto llorar.
-¿Cómo estoy?. Por favor, tía no llores...
-¡Ay, hija!. A sido un buen susto. Tienes cinco costillas rotas, el brazo y la pierna derecha también. Tus padres vienen para acá en el primer vuelo que ha salido. Han dejado a Lucas con la abuela.
Cuando inspiré aire, me dolieron todas las costillas. Le volví a hablar a mi tía:
-Quiero ver a Daniel, por favor.
-Vale, voy a decirle que entre- contestó y se levantó de la silla.
Antes de que abriese la puerta, le pregunté:
-¿Y Ana, cómo está?
-La pobre también está hecha polvo. Está fuera también. ¿Quieres que entre después de Danny?
Yo asentí levemente y tía Carolina salío. Daniel entró un segundo después. Su cara marcaba tristeza y preocupación. Se sentó junto a la cabezera de la cama.
-¿Cómo estas?
-Por lo menos, estoy viva. ¿Y tú?. Me ha dicho mi tía que te has quedado toda la noche y que no has dejado que nadie se quedara conmigo, ¿por qué lo has hecho?
-Porque te quiero, porque eres lo más importante que tengo. Y si te pierdo, me muero.
-Danny...- las lágrimas se me saltaron.
-Por favor, no llores.
-¡Dios! Te quiero tanto... Tú también eres lo más importante que tengo.- dije acariciando su mejilla.
-Quiero que te quedes en mi vida para siempre.
Sonreí.
Eso era lo que yo quería que sucediera: que se quedara en mi vida para siempre...

jueves, 7 de abril de 2011

Cuarenta y uno.

El día veintitres de julio, fue un fantastico día. Era domingo y Daniel quería ir al cine, ya que no tenía función de teatro. Ya había visto la obra y me parecío genial. Ana lo hacía bastante bien. Era una buenísima actriz y se lo dije. Le aseguré, en broma, que me iba a quitar el puesto. Ella rió y dijo que eso era algo imposible.
El día comenzó con un desayuno que Ana preparó. Mis tíos no estaban, pues se habían ido de vacaciones a España. Mi amiga se había levantado temprano y lo había preparado. Después, nos duchamos y Ana dijo que tenía algo importante que hacer. La miré dudosa mientras metía en mi bolso las llaves, el monedero y el móvil. Estaba misteriosa y no sabía el por qué. Sabía que me ocultaba algo, por eso se lo pregunté:
-Oye, tú ocultas algo y no me lo quieres decir- le dije. Además de eso, llevaba un par de días que se arreglaba un poco más de lo acostumbrado.
-¿Yo?, ¡qué va!- contestó cogiendo su bolso.
Parecía nerviosa.
-Venga, Ana. Te pasas mucho tiempo en el baño arreglandote, últimamente estás nerviosa y sé que me ocultas algo...
-¡Ay, Mary! Que bien me conoces. Mira es que he conocido a un chico. Es un extra de la obra de teatro. Se llama Michael, tiene veintitres años y es... es maravilloso.- dijo y se le iluminó la cara.
-¡Uy, tú estás pilladisíma por ese chico!. Así que has quedado con él, ¿verdad?
Ana asintió y se abrazó a mí.
Se escuchó el timbre de la puerta y fui a abrir. Era Daniel.
-¿Qué pasa aquí?- preguntó a ver a mi amiga tan contenta.
-Ana tiene una cita.
-Creo que se con quien es. Puede ser que sea con Michael Heyman, uno de los chicos que hacen de extra, ¿no?.
-Si, es ese.- dijo Ana sonriendo. En ese momento, se escuchó el claxón de un coche- Lo siento chicos, pero mi cita a llegado.
Después, me miró y dijo:
-Cuidado con lo que haces.
-Lo mismo te digo, amiga- le contesté.
Sonrió y se fue.
-¿Nos vamos nosotros?
-Claro, cojo el bolso y nos vamos- contesté.
Fui a por el bolso, que lo tenía en el sofá y nos fuimos. Nos montamos en su coche y nos dirigimos a un restaurante. Era casi la hora de almorzar y Daniel tenía hambre.
Mientras comiamos, le dije:
-Eres un glotón, Danny.
-¿Yo? ¿Por qué lo dices?
-Porque te encanta comer. Ahora, ¿dónde vamos?
-Al cine, como ya te dije.
-¿Dos actores en el cine?-bromeé.
Daniel rió y siguió comiendo.
Cuando terminamos de almorzar, fuimos al cine. La gente, nos miraba sorprendida. Después de ver la película, fuimos a cenar a su casa. Sus padres, casualmente, tampoco estaban también de vacaciones.
Cenamos y luego, vimos un poco la televisión sentados en el sofá.
-¿Por qué no te quedas aquí y pasas la noche?
-Daniel, está Ana. No quiero dejarla sola.
-Tiene diecinueve años y sabe cuidarse sola. Venga, quedate- contestó con la sonrisa que más me gustaba.
-Bueno... venga, me quedo. Pero déjame que la llame. No vaya ser que se asuste si no me ve llegar.
-Como quieras- dijo pasandome el teléfono.
Marqué el número de teléfono de mi casa y al quinto tono, Ana cogió el teléfono.
-¿Si?
-Ana, soy yo, Mary. Mira que voy a pasar la noche aquí en casa de Daniel, ¿vale?. Te llamo para que lo sepas- dije levantandome del sofá.
-¡Ah, vale!. Muy bien. Pues que te lo pases muy bien, pero ten cuidado con lo que haces- dijo en tono pícaro.
-¡Muy graciosa!... ¡Ay!- exclamé cuando sentí los brazos de Daniel rodeandome la cintura.
-¿Qué pasa?- preguntó Ana un poco alarmada.
-Nada, que me he dado en un dedo.- le mentí mientras Daniel me besaba por el cuello.
-Vale, pues pasatelo bien. Besos- dijo y colgó.
-¿Cómo se lo ha tomado?- preguntó Daniel mientras yo soltaba el teléfono.
-Esa está acompañada, no me tengo que preocupar.- dije sonriendo.
-¿Ves?. Ya te dije que no te tenías que preocupar por ella.
No me dejó hablar, porque empezó a besarme. Mientras lo hacía, me condujo a su dormitorio. Una vez allí, empezó a quitarme la cazadora. Sus besos eran bastante tiernos. Volvió a cogerme en volandas y a dejarme sobre su cama. Le quité el chaleco y sus besos aumentaron.
Con razón me dijo que esta noche sería inolvidable y que no me iba arrepentir de nada. Como ya le dije en una ocasión, no me podía arrepentir de nada con él.
Era todo lo que yo quería y estar con él era algo maravilloso.
Sólo quería estar con él el resto de mi vida, si podía ser posible.
Ojalá fuera así.

Cuarenta.

El martes, miercoles y jueves pasaron rápido. Cuando me quise dar cuenta, ya estaba en España para estrenar mi primera película. Estaba muy nerviosa. El estreno iba a ser en el Teatro de la Maestranza. Mis padres iban a venir y Ana, también. Seguro que estarían muchos de mis compañeros de facultad. Aquello me iba a resultar algo extraño. Varias compañeras de curso, me llamaron antes del estreno para desearme suerte. Me dijeron, también, que les iba a dar mucha alegría ver a Daniel y que les encantaba tener como amiga a una actriz. Les agradecí mucho su apoyo.
Aquel estreno era especial. Era en mi tierra, en mi ciudad y con la gente que yo más quería.
Cuando me bajé del coche, junto a mi novio, no podía parar de sonreír. En las primeras filas, vi a mucha gente que conocía. Entre ellas, reconocí a mis amigas de la facultad, Gabriella y Sandra. Me acerqué a ellas y se abrazaron a mí. Eran muy buenas amigas y me habían demostrado todo su apoyo desde que supieron que había rodado una película junto a Daniel. Éste, al ver que tardaba, se acercó a donde yo estaba y me pasó un brazo por la cintura. Mis amigas alucinaron cuando lo vieron. No se creían que Daniel fuera tan simpático en persona.

Me despedí de ellas y entramos en el teatro. Allí dentro, vi a mis padres y me abracé rápidamente a mi madre. Ya le faltaba poco para que diera a luz a mi hermano. Después, me abracé a mi padre. Miré a Daniel. Me acerqué a él, le cogí de la mano y lo llevé junto a mis padres.
-Danny, estos son mis padres. Enrique, mi padre, y Mariola, mi madre. Esta criatura que ves aquí, ya la conoces- dije señalando a Ana.
Mi amiga me sacó la lengua mientras Daniel saludaba a mis padres.
-Encantado de conocerte- dijo mi padre estrechando la mano de mi novio.
-Lo mismo digo, señor Sanz.
-¡Pero criatura, no nos llames señores!- exclamó mi madre- Tan mayores no somos.
Daniel sonrió y dijo:
-De acuerdo.
Todos reímos y papá, se puso a hablar con Daniel.

Después del estreno, fuimos a cenar a un restaurante. La gente nos miraba, e incluso dos o tres nos pidieron un autografo y que nos hicieramos unas fotos con ellos.
Cenamos y luego nos despedimos de mis padres. Nosotros tres, Ana, Daniel y yo, nos dirigimos al piso que teníamos en la ciudad. Daniel pasó la noche con nosotras.


Los días pasaron y ya estaba de vuelta a la rutina. Mis compañeros no pararon de mirarme durante un tiempo. Ana se encaraba con todos, o por lo menos eso hacía el tiempo que estaba en la universidad, porque se pasaba más tiempo en Londres que aquí.
Mis notas, pese a todo, eran estupendas. Mis estudios iban bastante bien. Seguía en contacto con Daniel y hablaba con él casi todos los días por teléfono. Aunque todos los día me enviaba un correo electrónico.
Tío Richard me llamó un día, a mediados de junio, para decirme que un amigo suyo y director de cine, quería contar conmigo para una película. Se lo agradecí mucho, pero ahora mismo no podía, ya que estaba muy liada con los examenes finales. Si aún estaba en pie aquel proyecto una vez que hubiese acabado el curso, lo aceptaría encantada.
Ana seguía con su obra de teatro y pronto empezaría un musical junto a otro actor, pero en esta ocasión, sería una de las protagonistas. Mi mejor amiga tenía una capacidad para poder llevar sus dos carreras, la educativa y la artística, a la vez. La envidiaba por eso.
Cuando julio llegó, los examenes terminaron. Una gran alegría tanto para mis compañeros como para mí. Ana había venido desde Londres para poder hacer los examenes, pero en cuanto los terminara, se iría de nuevo.
Mamá tuvo a mi precioso hermano a finales de junido. Estabamos encantados con él. Lo llamaron Lucas, como habían acordado unos meses antes. Tenía el pelo como el de papá y mío, y los ojos, como los de mamá, azules. Era una completa ricura.

Apenas llevaba una semana de vacaciones, cuando me di cuenta del día que era: diez de julio. Hoy hacía un año de mi primer viaje a Londres. Me acordé de lo contenta que estaba ese día. Había que ver lo rápido que pasaba el tiempo.
Este verano me iba a ir allí, pero sólo de vacaciones. Después de un año tan movido, necesitaba unas buenas vacaciones. Ana me dijo que tenía que ir a ver su obra de teatro. Eso era algo lógico. A parte de que quería ir a verla porque trabajaba ella, quería verla porque nunca había visto a Daniel trabajar en el teatro.
Esperaba tener unas vacaciones bastante tranquilas y sin sobresaltos.

miércoles, 6 de abril de 2011

Treinta y nueve.

El domingo, después de llegar a Nueva York, me quedé junto a Daniel en el hotel descansando. El lunes se presentaba agotador.
El primer día de la semana, amaneció bastante soleado. Abrí las cortinas de mi habitación, a la vez que tocaban a la puerta. Cuando fui a abrir, vi que era Daniel con el desayuno. Como siempre, sonreía.
-Buenos días, preciosa. ¿Qué tal has pasado la noche?
-Buenos días. Bien, la he pasado bien. ¿y tú qué tal?.
-Bien, también. Mejor si la hubiese pasado contigo.
-Danny...- me sonrojé levemente cuando dijo eso.
Me cogió por la cintura, sonrió y hablóde nuevo:
-Venga, no seas tonta. Estaba hablando en broma.
-Ya, ya... ¿Desayunamos o no?
-Si, claro- contestó y nos sentamos a la mesa a desayunar.
No paró de reir y de hablar sobre todo lo pasado el viernes en Londres. Yo lo miraba embobada. Parecía otro. Contesté a todo lo que decía sin prestar atención a lo que le decía. Después de desayunar, me duché y, sobre la una y media, almorcé con Daniel, Charlie y Marylin, los cuales habían viajado a Nueva York para el estreno de la película. Al terminar de almorzar, Marylin y yo subimos a mi habitación a vestirnos para el estreno. Me ayudó a peinarme y a vestirme. En esta ocasión, me puse una falda negra con camisa blanca y zapatos de tacón negros. Marylin me ayudó a alisarme el pelo y a ponerme una pinzas en él.
Una vez que terminamos de vestirnos, bajamos al vestíbulo para encontrarnos con Charlie y Daniel. Luego nos subimos al coche y nos dirigimos al lugar del estreno.
En aquel lugar, había mucha más gente que en el estreno de Londres. En esta ocasión estaba más tranquila. Todo iba a salir bien...



Al cabo de tres horas, volví al hotel junto a Daniel. Cenamos en el restaurante y luego subimos a las habitaciones. En el ascensor, me quité los zapatos. Volvía a tener los pies molidos.
Daniel entró en mi habitación. Me dolía un poco la cabeza y no me apetecía quedarme sola.
Entré en el baño para cambiarme de ropa y, varios minutos después, salí.
-¿Puede ir a mi habitación a ponerme el pijama?
-¿Y desde cuando duermes con pijama?- le pregunté mientras me metía en la cama.
-¿A ti no te dolía la cabeza?- preguntó con una sonrisa bastante amplia.
-Claro que sí. Venga, Danny quedáte.
-¡Uy! Después no me digas que soy el que quiere que te quedes siempre.
-Sólo te estoy diciendo que te quedes un rato porque me duele la cabeza, nada más.
-Ya- rió.- Entonces, ¿puedo ir a mi habitación a ponerme el pijama?
-Si, claro. Ve, no vaya a ser que te pase algo- bromeé.
Empezó a reírse y se levantó de la cama.
-Dame diez minutos y vuelvo, ¿vale?
Asentí y él salió de la habitación. Yo salí de la cama y encendí la televisión. Encontré una película y me puse a verla mientras Daniel volvía.

lunes, 4 de abril de 2011

Treinta y ocho.

No podía subirme la cremallera del vestido. Ana me ayudaba, pero parecía atascada. Llamamos a tía Carolina y, entre las dos pudieron subirla.
Estaba atacada. Temblaba mientras mi tía me peinaba. Incluso Ana tuvo que hacerme una infusión de tila para que me tranquilizara.
Tío Richard iba a llevarme hacía el lugar donde se iba a celebrar el estreno de la película. Allí me esperaba Daniel, junto a los demás actores. El estreno, iba a ser en un famoso cine de la ciudad.
Cuando tía Carolina terminó de peinarme, bajé al salón. Allí se encontraban Richard y Ana.
-¡Qué guapa!- exclamó Ana.
Sonreí levemente.
Mi amiga tenía un poco de razón. Llevaba un vestido beige con zapatos de tacón del mismo color.

Ana y tía Carolina me desearon suerte, porque me vieron bastante nerviosa, mientras me subía en el coche de mi tío. Me repetí durante todo el camino que tenía que estar tranquila.
Llegamos en poco tiempo. La gente estaba gritando emocionada al ver a tantos famosos. Tío Richard paró varios metros antes de lo previsto, parecía que alguien se iba a subirse al coche.
Se abrió la puerta y Daniel subió. Me quedé con la boca abierta al verlo. Llevaba un traje color negro, con camisa azul y corbata negra.
Sonrió al verme y mi tío avanzó unos cien metros. Volvió a parar. Bromeó cuando dijo:
-Señores, han llegado a su destino.
Volvió la cabeza y nos sonrió. A Daniel si le salió una sonrisa, pero a mí sólo me salió una mueca.
Respiré hondo antes de salir del coche. Cuando lo hice, escuché que los gritos aumentaron. Daniel me cogió de la mano y eso hizo que me tranquilizara un poco.
La gente gritaba el nombre de Daniel, había carteles, chicas emocionadas. Me sorprendí al ver que también había gente que gritaba mi nombre. Mi novio se acercó a mi oreja y dijo:
-¿Preparada para firmar y hacerte fotos?
-Eso parece.- dije sonriendo.
Mi mirada la acaparó, en ese mismo instante, un grupo de chicas que intentaban llamar mi atención. Solté la mano de Daniel y me dirigí hacía ellas. No deberían de tener más de quince años.
-Hola- las saludé.
-Hola. Mary, ¿nos puedes firmar esto? me preguntó una de ellas.
-Claro- dije y les firmé un cartel de la película que tenían.
-¿Te podemos pedir algo?- me preguntó otras de las chicas.
-Claro, si está en mi mano, si. ¿Qué quereís?.
-¿Podías llamar a Daniel?. Es que nunca hemos tenido el placer que nos firme un autografo. Hemos venido a sus últimos estrenos, pero nada.
-Un momento, voy a intentar que venga, ¿vale?- les dije en una sonrisa.
Me parecieron buenas chicas, e incluso me sentí identificadas con ellas. Yo también haría todo lo posible para conseguir ver a mi actor favorito. Me acerqué a Daniel, que estaba firmando y le dije:
-¿Puedes venir?. Pero cuando termines.
-Claro, ¿pasa algo?- preguntó mirandome y firmando a la vez.
-No, sólo son unas chicas que quieren un autografo tuyo- contesté mientras firmaba yo también.
Terminamos de firmar a varias personas y fuimos a donde estaban las chicas. Sólo fueron varios pasos. Cuando llegamos, las chicas no sabían si reír o llorar al verlo. Daniel sólo sonreía. Se acercó a ellas, les firmó a cada una y se hizo una foto con todas ellas. Las chicas estaban felices de tener a su ídolo junto a ellas. Cuando Daniel se fue, una de ellas me dijo:
-Muchas gracias, Mary. Eres muy buena chica y que sepas que estamos contigo.
-De nada y gracias por vuestro apoyo- dije. Me despedí y me fui hacia donde estaba Daniel.
Durante unos veinte metros, firmamos, nos hicimos fotos con fans y hablamos con la prensa. Una periodista española, me preguntó:
-¿Qué tal se siente al trabajar con Daniel Smith, ídolo de tantos jóvenes?
-Muy bien. Daniel es un chico fántastico. Me siento muy afortunada al haber podido trabajar con él.
-Se te ve muy enamorada, ¿no es cierto?
-Si, por supuesto. Daniel es un chico que se hace querer muy facilmente.
-¿Algunas palabras para definir tu película?
-Pues que nadie se la pierda. Está muy bien. Se pueden identificar con la historia de estos dos hermanos y pueden comprender que los sueños también se pueden logar.
-Muchas gracias por atendernos, Mary.
-De nada, ha sido un placer.
Después de esto, volví al lado de Daniel. Una chica se nos acercó y dijo:
-Debeís de ir al photocall.
Mientras íbamos hacía allá, saludamos a la gente que allí se agolpaba. No podía ni imaginar cuantas personas había allí. Aquello era algo que jamás me pude imaginar...


Llegué a casa con los pies molidos. Me quité los zapatos en el coche de mi tío justo después de dejar a Daniel en su casa. Cuando entré en mi habitación, me puse el pijama y me metí en la cama. Me sentía rara, tenía una extraña mezcla de sentimientos dentro de mí. No podía explicar cuales eran, pero eran como si estubiese alegre y triste a la vez. Supuse que Daniel se sentió así en el estreno de su primera película.
Cerré los ojos y me quedé dormida.