viernes, 29 de abril de 2011

Cincuenta.

Llegué a casa con una gran sonrisa en la cara. Mis tíos se miraron extrañados al verme así de feliz. No dije nada, simplemente me metí en mi habitación. Era increible que todo se hubiera arreglado así de rápido, pero me daba igual. Volvía a estar con la persona que más quería.
El lunes, Daniel vino a por mí a casa, después del almuerzo. Tía Carolina abrió la puerta cuando él llamó. Se quedó boquiabierta al verlo y cuando le preguntó por mí:
-¡Voy!- dije saliendo de mi habitación al trote. Por poco no me tropiezo, al llegar al salón, con los zapatos de tacón.- Ya estoy lista. Tía, no me esperes para cenar, ¿vale?. Porque lo más seguro es que cene con Danny. Bueno, me voy. Hasta luego.
Le di un beso en la mejilla. Aún seguía atónita cuando cerré la puerta de casa.
-¿No le has dicho que hemos vuelto a tus tíos?- preguntó Daniel arrancando su coche.
-No, pero ahora no creo que lo dude- contesté sonriendo y mirandolo.
Aquella sombra de tristeza que tenía en su rostro, había desaparecido. Me alegré bastante por ello.
No tenía ni idea de donde íbamos a ir, pero lo supe con tan sólo verlo: me llevó a la cafetería donde me pidió por primera vez que fuera su novia.
No entendía por qué íbamos allí. Entramos en ella de la mano. La gente nos miraba. Ahora me daba igual que lo hicieran, mi felicidad podía con eso. Daniel pidió dos cafés y nos sentamos en una mesa. A los pocos minutos, llegó un camarero con los dos cafés.
-¿Qué has hecho durante estos años?- preguntó.
-Pues sacarme mi carrera en Bellas Artes, ahora trabajo como profesora de dibujo en un instituto. Suelo llevarme a mi hermano Lucas a todos sitios. ¿Y tú?- fue una pregunta tonta, pues sabía la respuesta.
-He hecho varias películas, dos obras de teatro, varios programas de televisión y de radio. Ya sabes, la vida de un actor famoso.
-Ese es tu trabajo.
Me parecía imposible que hubiesen pasado seis años. Ya me había arrepentido de haberme separado de Daniel tanto tiempo. Ahora, era hora de recuperarlo, si era posible.
Salimos de la cafetería y fuimos a dar una vuelta a un parque cercarno. La gente volvió a mirarnos. Me hacía gracia que antes todo esto me agobiara.
-Ahora vas a tener que lidiar con la prensa- dijo mientras andabamos por el parque.
-¿Por qué lo dices?. Sé que, ahora, les ha dado por ti, pero bueo, esta vez no me va ha afectar. De eso puedes estar seguro.- contesté con una sonrisa.
-Me alegro de este cambio. Hace tiempo, seguro que te hubieses muerto de la vergüenza- dijo cogiendome de la cintura. Yo no podía dejar de sonreir.
Se inclinó y me dio un beso. Luego, seguimos caminando. Me encantaba estar con Daniel. Estaba feliz de mi regreso a Londres.

Fuimos a cenar a casa de sus padres. No sabían como me iban a recibir Kate y David. Esperaba que no estuviesen enfadados conmigo.
Daniel abrió la puerta. Un delicioso olor me llegó y mi novio, me miró sonriendo. Entramos y él cerró la puerta.
Aún me tenía cogida de la mano cuando llegamos al salón. Sus padres estaban sentados en el sofá. Se levantaron en cuanto nos escucharon entrar.
-¡Mary, querida, cuanto tiempo sin verte!- exclamó Kate.
Me abrazó y me dio varios besos.
-Que alegría de tenerte otra vez aquí- dijo David.
-Gracias, yo también estoy muy contenta de volver a veros.- dije algo emocionada, pues no me esperaba aquel recibimiento.
-¿Cenamos o estamos toda la noche aquí charlando?- preguntó Daniel.
Su madre sonrió. Algo me decía que estaba contenta por ver a su hijo de nuevo feliz. Pero, la que estaba realmente feliz, era yo. Tenía la sensación de que algo bastante bueno iba a suceder pronto.

jueves, 28 de abril de 2011

Cuarenta y Nueve.

No sabía que hacer ni que decir. Nos quedamos mirandonos los dos durante unos segundos. Seguía igual que lo recordaba, aún mejor, si podía ser. Aunque había una sombra de tristeza en su rostro y la culpable de eso era yo. Me sentí bastante mal por eso.
-Creo que debeís hablar. Michael, vamonos. No tenemos nada que hacer aquí- dijo Ana cogiendo unas llaves del mueble que tenía en el recibidor.
Mi amiga y su novio se fueron. Yo me quedé allí sentada en el sofá, con la mirada puesta en Daniel.
-¿Cómo estás?- fue él el primero en hablar.
-No estoy mal, ¿y tú?.
-Ya me ves- contestó aún de pie.
-Sientate, no te quedes ahí de pie- dije señalando el lugar que quedaba libre en el sofá donde yo estaba sentada.
Daniel se sentó donde el indiqué y volvió a hablar:
-¿Por qué este cambio?.
-Porque me he dado cuenta de que cometí un gran error y de que me comporté como una cría.
-¿Y por qué has tardado tanto en darte cuenta?.
-Porque he sido idiota y no me he dado cuenta de eso hasta que Ana me ha abierto los ojos.
-Gracias a dios que tienes una buena amiga.
-Si, Ana siempre ha insistido en hablar sobre esto, pero yo nunca la dejaba. Aunque debo de reconocer que esta vez no sé por qué la he escuchado, pero me alegro de haberlo hecho. Ya es hora de solucionar esto- dije y luego añadí: - Si puede ser...
-¿Intentar?, ¿por qué dices eso?- preguntó y se acercó un poco a mí.
-No sé si querrás perdonarme. Ha pasado mucho tiempo desde aquello...
-Mary, no te he llamado porque, al ver que no me contestabas a las cartas, no quise insistir. Pensé que te habías olvidado de mí. Ana nunca me dijo si lo habías hecho.
-No he podido hacerlo. Lo he intentado, pero no pude.
-A mí me pasó lo mismo. Lo he pasado francamente mal. Ya lo he olvidado todo y ahora que estás aquí, te puedo confirmar que es verdad, que lo he olvidado todo.
-Daniel, yo...
-No digas nada. No tengo que perdonar nada y si tengo que hacerlo, te perdono. Lo único que quiero, es que no te vayas más, por favor- dijo y me cogió de las manos.
Como cuando al principio de conocerlo, un hormigueo recorrió todo mi cuerpo, cuando nuestras pieles se rozaron. Miré nuestras manos y luego, a él.
Sonreía.
Era aquella sonrisa que tanto me gustaba y que hacía tanto tiempo que no veía.
-¡Oh, Daniel!. Gracias por perdonarme. Siento tanto todo esto. Te he echado mucho de menos- dije mientras lo abrazaba.
-Yo también me alegro de que hayas vuelto, pero lo más importante es que estes aquí de nuevo conmigo.
Sonreí. No tenía palabras para expresar lo que estaba sintiendo en ese momento.
-Prometeme que nunca te iras.
-Por supuesto- dije sonriendo.
Se inclinó y me besó. Parecía que era ayer cuando me besó por última vez. Luego de aquel beso, me abrazó.
Por fin estaba todo solucionado. Estaba feliz de volver a tener a mi lado a Daniel. Sólo esperaba que esta vez no hubiese ningún problema.

miércoles, 27 de abril de 2011

Cuarenta y ocho.

El domingo catorce, Ana me llamó para que fuese a su piso. Llevaba seis meses viviendo con su novio. No tenía nada mejor que hacer, así que le dije que si iría. Me iba a llevar mi tía, quien sabía dónde vivía mi amiga. Después de almorzar y de ducharme, fui para casa de Ana.
Era un piso amplio, decorado con muebles bastante modernos. Era precioso.
Me abrió la puerta Michael, que se sorprendió y se alegró de verme. Mi amiga estaba sentada en un sofá de color blanco.
-Amiga, tienes un piso precioso.
-Gracias. Michael me ha ayudado mucho.
-Teneís muy buen gusto.
-Tu amiga es muy buena decoradora, más que yo.
Nos reímos los tres. Ana me preguntó que si quería tomar un café y yo asentí. Michael fue a la cocina mientras mi amiga y yo hablabamos. Por lo visto, había unos productores que habían contactado con ella para hacer una película para cine, aunque no sabía si aceptar o no. Decía que hacer una película era algo que le daba demasiado miedo, ya que nunca había hecho una. Lo único que le dije, fue que siguiese sus instintos, que no tuviera miedo de nada.
Michael llegó con los cafés y con unas pastas. Me preguntó por qué aquel cambio repentino y por mi vuelta a Londres. Lo único que le pude decir fue que la culpable de todo era Ana, quien empezó a decir que era su deber hacerlo. Luego hablamos de muchas cosas. Michael me dijo que mi amiga era muy cabezota en algunos asuntos. Ana se enfadó un poco, aunque pronto emepzó a reirse. Yo sabía de sobra como era mi amiga en cualquier asunto. Era normal, pues la conocía desde los cuatro años y siempre habíamos estado juntas. Sabía como era su caracter, lo que le gustaba y lo que no. Cuales eran sus sueños y todo lo que se le pasaba por la cabeza. A ella le pasaba lo mismo comigo.

Sobre las seis de la tarde, llamaron a la puerta. Ana fue a abrir. Yo, como tenía una pared detrás mía, no podía ver quien acababa de llegar.
-Pasa, te estaba esperando- escuché decir a Ana.
Escuché unos pasos y miré a ver quien era. Sentí un hormigueo al verlo. Parpadeé varias veces para comprobar que era verdad lo que veían mis ojos.
Volvía a tener delante de mí a Daniel Smith.

lunes, 25 de abril de 2011

Cuarenta y siete.

Después de toda una noche pensando, tomé una decisión: volver a Londres. Por lo menos, tenía que intentar reparar el error más grande de mi vida. Tenía que intentar que Daniel me perdonase, aunque Ana dijese que si lo haría.
El lunes por la mañana, llamé a mi tía Carolina, que no se creía mi repentina decisión de volver a la ciudad inglesa. Se puso muy contenta y dijo que estaba feliz de tenerme allí de nuevo. Incluso mis padres se sorprendieron cuando les dije que quería pasar unos días en Londres con mis tíos.
Mi vuelo salía el día doce de julio a las once de la mañana. Estaba muy nerviosa cuando me monté en el avión junto a Ana. No tenía ni idea de lo que me podía esperar en mi regreso a Londres.
Mi tía nos recibió en el aeropuerto con una gran sonrisa. Me tuvo un buen rato abrazada a ella y llenandome de besos. Yo no pude reprimir las lágrimas. Ana me dio unas palmaditas en el hombro, como queriendome decir qe estuviese tranquila. Tía Carolina me dijo, mientras nos dirigiamos a su casa, que tío Richard no había venido porque estaba en casa cuidando al pequeño Troy. Mis tíos hacia menos de un año que habían tenido un hijo. Yo aún no lo conocía en persona, sólo lo había visto en fotos y estaba deseando verlo desde hace tiempo.
Llegamos a casa y, todo estaba como lo recordaba. Nada había cambiado. Mi tía abrió la puerta y entró, seguida de Ana y de mí. En el interior, también estaba todo tal y como lo recordaba. Vi a mi tío con el pequeño en brazos y a Sue, leyendo en el sofá. Mi prima estaba preciosa, se estaba convirtiendo en toda una mujercita con tan sólo nueve años. Soltó el libro en el sofá y vino a saludarme. Me dio un gran beso y dijo:
-Ya era hora que vinieses. Te hechaba de menos.
-Yo también, Sue. Ya tenía ganas de volver.
-No lo hubieses vuelto si yo no te convezco, Mary- dijo riendo mi amiga.
Yo también me reí y luego saludé a tío Richard, quien también me dio un gran abrazo. Cogí a mi nuevo primo en brazos. Me miraba fijamente, pero luego sonrió. Le di un beso en la frente y se lo entregué a mi tío. Llevé mi maleta a mi habitación. No había cambiado nada en ella tampoco. Mis tíos la habían dejado tal y como yo la dejé. Empecé a poner la ropa en el armario y tía Carolina entró en mi cuarto.
-¿Cómo encuentras tu dormitorio?
-Bien, todo está tal y como lo recuerdo.
-Lo hemos dejado como tú lo dejaste. Teníamod la esperanza que volvieses. Volver has vuelto, aunque sea seis años más tarde- dijo en una sonrisa.
-Lo siento, pero aquella situación me superó- dije algo triste.
-Venga, no te preocupes. Todo el mundo se equivoca alguna vez. Nadie es perfecto. Por lo menos, te has dado cuenta que cometiste un error. Verás que bien te recibe Danny en cuanto sepas que estas aquí.
-Eso espero- dije en una leve sonrisa.
-¡Claro que si!. Se pasa todos los días preguntando por ti. Tiene ganas de verte.
-Aún no sé por qué no se ha olvidado de mí.
-Porque te quiere.- dijo mi tía en una sonrisa.
Sonreí.
Ojalá mi tía tuviese razón y Daniel estuviese contento de verme. No sé como iba a reaccionar cuando lo viese.

miércoles, 13 de abril de 2011

Cuarenta y seis.

Ana llegó durante de la fiesta de Lucas. Nos pasamos cerca de dos horas hablando de nuestras cosas, hasta que volvió al tema que yo siempre esquivaba.
-¿Cuando vas a regresar?. Tus tíos te echan de menos, siempre han venido ellos para acá desde que pasó aquello.
-Ana, ya te lo he dicho millones de veces desde hace seis años, no pienso regresar. Yo no obligo a mis tíos a que vengan.
-Mary, no lo puedes negar. Sigues enamorada de Daniel. Y si no lo quieres escuchar te lo voy a decir de todas maneras: Daniel aún sigue enamorado de ti. No puedes hacer como si no existiera. Él sale cada dos por tres en televisión y sé que es duro, pero tienes que olvidarte de todo de una vez. Samantha Rose ya no es un obstaculo. Lleva viviendo cuatro años en Francia y no ha actuado más, ni lo va hacer.
Me levanté de la cama y empecé a dar vueltas por mi cuarto.
-No, no voy a regresar. Llevo diciendotelo sis años. Fue una decisión dura en su tiempo y no voy a ceder, te guste o no te guste.
Se levantó ella también de la cama y me cogió de los hombros. Me miró muy seria.
-Mary, llavas seis años sufriendo porque te da la gana. Daniel está fatal, aunque no lo parezca. Tú no sabes lo mal que lo está pasando por culpa de esto. No sabes la de veces que ha llorado delante mía. Amiga, tienes veinticinco años, no me vengas con estúpideces de una cría de doce. Reflexiona un momento, durante este tiempo, ¿has visto a Daniel con alguna chica?
-No, pero yo le dije...
-¡Ya sé lo que le dijiste!, que siguiera con su vida, que tú ibas hacer lo mismo. Pero dime, ¿por qué no te has tenido novio en todos estos años?, ¿te digo la respuesta?. Porque sigues enamorada de Daniel Smith.
Bajé la mirada. Debía admitir que mi amiga tenía razón: aún seguía enamorada de él.
De pronto, me di cuenta que las lágrimas volvían a caer de mis ojos.
-¿Tan mal está?- le pregunté, aunque ya sabía cual sería la respuesta.
-Fatal. Cuando te fuiste, estuvo varias semanas como ido. Apenas dormía, se pasa el día triste... Parecía un fantasma. Ahora está mejor, es lógico, pero sigue llorando, como te he dicho. Ni te imaginas lo que tiene que aparentar delante de las cámaras.
Me senté de nuevo en mi cama. Me tapé la cara con las manos y empecé a llorar. Esto era una costumbre más, un hábito en mi vida. Ana me abrazó.
-Yo no quería hacerlo sufrir, pero fue la única solución que encontré. No sabes lo mal que lo paso todos los días, ni te imaginas el trabajo que me cuesta no coger el teléfono, marcar su número y pedirle que me perdono, pero sé que no lo va hacer.
-No seas tonta, Mary. A él le pasa lo mismo. Y si no fuese por mí, él no sabría nada de ti, porque tus tíos le dicen lo mismo que yo. Además, le insistí en que dejara de enviarte cartas, porque sé que eres cabezota y no le vas a contestar...
-Lo echo tanto de menos...- susurré llorando.
-Y él, Mary. Si no se ha vuelto loco, ha sido de puro milagro. Una vez me dijo que él ya lo había olvidado todo, ¿por qué no haces tú lo mismo?.
-¿Tú crees que me perdonará?- le pregunté mirandola con los ojos llenos de lágrimas.
-Claro que si. Ya has escuchado lo que te he dicho: lo ha olvidado todo. Ya va siendo hora que seaís felices los dos, amigas. Tienes muchos sueños por cumplir junto a su lado.
Me volví a abrazar a Ana. Por primera vez en seis años me di cuenta que había sido idiota con mi decisión.
Ya era hora de reparar algunos errores.

Cuarenta y cinco.

SEIS AÑOS MÁS TARDE...
Era sábado y me desperté tarde, pero al recordar que día era, pegué un salto de la cama. Hoy era veintiseis de junio y mi pequeño hermano Lucas cumplía seis años. Había acordado ayudar a mi madre en organizarle una bonita fiesta a mi hermano. Miré la hora y en el despertador marcaban las once de la mañana. Fui al baño y luego, bajé de dos en dos las escaleras de casa hasta llegar al salón. Me dirigí al trote a la cocina.
-A buenas horas te levantas, Mary- me dijo mamá.
Le di un beso en la mejilla y me eché leche con un poco de azúcar en un vaso. Ni siquiera lo calenté un poco en el microondas. Me lo bebí en un trago.
-Un día de estos, te da algo.
-Si no me lo ha dado antes, no creo que me lo dé ahora. ¿Qué?, ¿Empezamos a preparar la fiesta al pequeñajo?.
-Si, pero primero cambiate de ropa, que tienes que comprar algunas cosas.
-De acuerdo. Subo, me ducho en un momento, me visto y voy a donde tú quieras- dije saliendo de la cocina.
En ese momento, me percaté que Lucas estaba en el salón, dibujando sobre su cuaderno de dibujo.
-Hola, pequeñajo. Felicidades- dije dándole un beso en la mejilla.
-Gracias, hermana- me contestó y me dedicó una de sus bonitas sonrisas.
Empecé a subir las escaleras para entrar en el baño, cuando mamá me llamó:
-¡Ay, Mary!. Se me había olvidado decirte que ha llamado Ana. Me ha dicho que está aquí en España y que esta tarde se pasará por casa.
-Gracias, mamá. Ya tengo ganas de verla- contesté y me metí en el baño.
Hacía ya tres meses que no la veía. Durante estos seis años que habían pasado, mi mejor amiga se había convertido en una famosa actriz tanto de teatro como de televisión. Había terminado la facultad, como yo, pero se dedicaba al mundo artistico. Seguía con aquel chico llamado Michael. Yo me alegraba mucho por ella. Era mi mejor amiga, no podía desearle otra cosa.
Mi vida, en cambio, era muy distinta. Desde que dejé mi vida aparcada en Londres, me había dedicado a estudiar simplemente. Ahora, después de terminar la universidad, trabajaba en un instituto como profesora de Dibujo. Me iba bien, no me podía quejar. No tenía novio, ni lo quería. Por mucho que me interesara un chico en mi mente siempre aparecía él.
Daniel.
No me podía olvidar de él por mucho que quisiera. Y, ¿Cómo hacerlo si salía un día si y otro también en la televisión o en cualquier sitio?. Todo lo que tenía y me recordaba a él, lo guardé en una caja en cuanto llegué a casa hace seis años: el collar, la pulsera, el anillo, el albúm de fotos... Todo. Incluidas las cartas que me escribió durante un año después de que me marchara. Cada vez que recibía una, lloraba mucho.
Salí del baño totalmente vestida y bajé a la cocina. Mamá me dio una nota con todo lo que tenía que comprar. Cogí las llaves de mi coche, el monedero y me fui. Llegué a la tieda y compré todo lo que decía en aquel papel. Luego fui a recoger el regalo que le había comprado a Lucas. Seguro que le iba a gustar, pues se trataba de unos juegos que él quería. Subí todos los recados al coche y regresé a casa. Entré en ella y lo dejé todo en la cocina, salvo el regalo que estaba en mi coche. Mi hermano llegó corriendo y empezó a decir:
-¿Dónde está mi regalo?,¿Dónde está mi regalo?.
-Hasta la tarde no hay regalos, Lucas. No seas impaciente.
-¡Se lo voy a decir a mamá!.
-Estás tardando.
Salió corriendo hacia el patio de la casa. Fui trás él y vi como mi madre organizaba una mesa con varias sillas para los amigos de mi hermano.
-¡Mamá, Mary no me quiere dar su regalo!
-No seas caprichoso, Lucas. Esperate hasta esta tarde. No te impacientes.
Lucas se marchó algo enfadado. Yo me reí y mamá, también. Volví a entrar en casa y me puse a organizar en contenido de las bolsas.
La fiesta de mi hermano, con tantos pequeños, iba a resultar bastante agotadora.

lunes, 11 de abril de 2011

Cuarenta y cuatro.

Organicé todo para irme para España. Compré el billete, preparé la maleta y se lo dije a mis tíos, quienes se sorprendieron de mi repentino cambio de planes. Incluso me preguntaron que si tenía algún problema con Daniel. Mi contestación fue negativa, por supuesto que no tenía ningún problema con él.
Me iba el día veinticuatro de septiembre, así que cité el día anterior a Daniel para que viniese el mismo día veinticuatro antes de que yo me fuese. Él no sabía que me iba y no lo iba a saber hasta ese mismo día. Tuve que pensar muy bien lo que le iba a decir. No quería hacerle daño, no quería verlo sufrir, pero era imposible que siguiesemos juntos. Por culpa de Samantha iba a perder a la persona que más quería.
Estuve toda la noche del veintitres llorando, intentando pensar en qué decirle. Me levanté sintiendome mal, ni siquiera desayuné. Tenía el estómago cerrado.
Daniel llegó a eso de las tres y media de la tarde. Mi vuelo salía a las siete. Mi tía le dijo que pasase a mi habitación que yo lo estaba esperando. Lo hice entrar cuando tocó a la puerta.
Sonreía, pero la sonrisa se le borró cuando vio las maletas que estaban en mi dormitorio.
-¿Te vas?- preguntó extrañado.
-Si. Ya no aguanto más. Esto ha podido conmigo. Has visto como he cambiado en tan poco tiempo, aún me siguen llegando amenazas. Voy a terminar por volverme loca.
-Pero el abogado de tu tío está haciendo todo lo posible para que Samantha pare.
-Aunque me duela esto, voy a cortar por lo sano.
-¿Te vas a echar atrás ahora?. Mary, olvida todo y sigue con tu vida, con tus sueños.
-¡No puedo!. No puedo más con esto. Me voy, Danny. Y esto que te voy a decir es lo más duro que voy hacer.
-Mary, no...
-Esto se terminó. Lo nuestro llegó a su fin- dije y las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos.
-Por favor, Mary, no me hagas esto- contestó. Por primera vez, lo vi llorar.
-Es lo mejor que puede pasar...
-Pero tú me quieres, no entiendo por qué haces esto.
-Por eso mismo, porque te quiero más que a otra persona, hago esto.
Se acercó a mí y me cogió la cara. Se me partió el alma al verlo llorar. Juntó su frente con la mía y dijo:
-Por favor, Mary, piensatelo otra vez. Si me dejas, no voy a poder vivir sin ti.
-Danny...- suspiré. No tenía palabras para decirle lo que en ese momento sentía.
Acercó sus labios a los mios y me besó. Encontré el valor suficiente para separarlo de mí, pero él no me dejó. Me abrazó contra su cuerpo y llorando me dijo:
-No te vayas, te lo pido. No me dejes, por favor.
-Ya está todo decidido. No hay vuelta atrás. Tienes que seguir con tu vida. Lo mismo que yo seguiré con la mía. Te voy a recordar siempre y nunca voy a olvidar todo lo que ha pasado entre nosotros- dije apartandome de él.
-No, no y no. Me niego a que esto termine por culpa de esa niña. No me hagas esto, Mary.
-Vete, por favor, vete. No puede ser. Esto no puede ser. Se acabó, Daniel, se acabó- dije empujandolo fuera de mi habitación. Cuando lo hice, cerré la puerta.
Me derrumbé y caí de rodillas después de cerrarla. Apoyé la espalda en la puerta, llorando a lágrima viva.
-Mary, por favor- gritaba Daniel aporreando mi puerta.
-¡Vete!- grité entre sollozos.
-Abre, te lo suplico, abre. Mary, no me hagas esto, yo te quiero- Daniel aún lloraba.
-Yo también te quiero con toda mi alma.- susurré.
-Daniel, déjala. Ahora mismo está confundida. Verás como dentro de poco, todo se soluciona.- escuché decir a mi tío Richard.
-No, Richard, esto no...
-Tranquilo. Todo se soluciona. Cuando ella reflexione, verás como todo cambia. Ven, vámonos- tío Richard se lo llevó y yo empecé a llorar más fuerte.
Todo esto me resultó muy duro. Me arrastré hasta mi cama como pude. Me sentía muy mal. Tía Carolina entró en mi habitación y me abrazó sin decir nada. Yo lloraba con todas mis ganas. No sé si iba a poder aguantar todo esto. Aún me sentía fatal cuando me subía al avión.
Me esperaban tiempos muy duros, o eso creía yo.

Cuarenta y tres.

A las dos semanas de estar en el hospital, me dieron el alta. Tío Richar me sacó de allí en silla de ruedas, pues no podía andar, ya que tenía la pierna derecha escayolada. La prensa estaba a las puertas del hospital. Se agolparon a mi alrededor al verme salir.
-¿Cómo te encuentras?
-¿Es verdad que han detenido a Samantha Rose?
-¿Cuando volveras a actuar?
Tantas preguntas me abrumaban.
-En este momento, Mary no va a contestar a nada- contestó tío Richard ayudándome a subir al coche.
Se subió él también y nos fuimos. Al llegar a casa, Ana me abrazó:
-¡Ay, amiga!. Cuanto te he echado de menos. Ya te lo he dicho un montón de veces durante estos días, pero es que no veas lo mal que lo he pasado.
-Lo sé, amiga, lo sé. Dimelo a mí, que ha sido quien ha sufrido todo- dije en tono algo bromista, pues le quería quitar hierro al asunto. Me volví, con la silla de ruedas, hacía mis tíos- ¿Y mis padres?
-Su vuelo salía temprano. Como salías hoy y ya estás mejor, han regresado a casa. No podían dejar a tu hermano más tiempo solo, aún es muy pequeño.- contestó mi tía.
Era verdad. Lucas apenas tenía dos meses. Incluso, yo le había dicho a mi madre que regresaran a España con mi hermano, pero no querían dejarme sola. Ahora que estaba mejor, si se habían ido. Yo estaría bien cuidada y no me faltaría nada.

Durante los días que tuve la escayola, tanto en la pierna como en el brazo, Daniel estaba casi todo el día en casa. Si antes me trataba bien, ahora mucho mejor.
Me había enterado, por medio de mi tío, que a Samantha la habían encerrado en un centro de menores durante un año y cinco meses por intento de asesinato. Lo peor, según Daniel, era que su carrera como actriz había acabado con total seguridad. Me dio pena, pero ella se lo había ganado.


Septiembre llegó y, por fin, me quitaron las dos escayolas. Me dolía un poco la pierna y el brazo al moverlos, pero al menos podía andar. Ana se puso muy contenta cuando me vio llegar a casa andando. Me dio un gran abrazo.

Los días avanzaban y en las noticias, hablaban casi todos los días sobre Samantha. Decian que podía ser que le rebajasen la condena por buen comportamiento. Otras veces, decian que no.
Al cabo de varios días, recibí una carta amenazandome. Se la di a mi tío, quien se la entregó a nuestro abogado. Éste averiguó que era de Samantha. Eso fue perjudicial para ella, puesto que le subieron la condena un par de meses.
Todo esto me agobiaba. Me sentía mal. Empecé a tener mal humor y lo pagaba con quien menos se lo merecía: Daniel. Me pasaba todo el día malhumorada, no tenía ganas de salir y no aguantaba nada. Todo mi buen caracter había desaparecido. Incluso la nueva aptitup, también lo había hecho. Ana me lo decía.
Las amenazas seguían llegando y mi mal humor, creciendo. Hasta que, un buen día, harta de las amenazas que Samantha me hacía llegar, tomé una decisión: dejar todo esto.
Me dolía hacerlo, pero era lo mejor. Tenía que cortar por lo sano, aunque me doliese demasiado. Iba a dejar esta ciudad, el mundo del cine y lo más importante para mí, a Daniel.
Iba ser demasiado duro hacer todo esto.

Cuarenta y dos.

El día seis de agosto, un día después del cumpleaños de Daniel, fui sola a comprar algo de ropa. Me apetecía ir de tiendas. Ana estaba ensayando para su nueva obra de teatro y Daniel estaba en Oxford, en un acto que tenía. Entré en varias tiendas, pero al final sólo me compré un vestido y varias camisetas.
Iba a coger un taxi para volver a casa, cuando me encontré con Samantha, quien también iba sola. Empezó a mirarme mal. Yo, la ignoré, pero ella empezó a decirme cosas:
-¿Qué pasa?, ¿que Daniel Smith ya te ha dejado?. Ya sabía yo que no ibaís a durar mucho. Normal, sólo has sido un capricho suyo.
-Mira, Samantha, yo no tengo la culpa que tú no quisieras ese papel. Así que te digo que me da igual lo que digas o hagas en contra mía.
-Si, eso lo dices ahora, pero en cuanto diga algo, vas a ir a tu tío para decirle todo.
-Lo mejor que puedes hacer, es olvidarte de mí.- dije y empecé a andar.
Me di cuenta que venía corriendo por detrás de mí. Me di la vuelta y ella empezó a empujarme hacía la carretera.
-Por tu culpa, Dan no quiere saber de mí. ¿Sabes? Yo estoy enamorada de él y no me parece justo que tú estés con Daniel- me gritó.
-¡Deja de empujarme!. Yo no tengo la culpa que Daniel no te quiera- le grité intentando que no me empujase.
-¡Si tienes la culpa!. Te han dado dos premios que me los merecía yo. Estoy harta de ti, Mary Sanz- gritó y me empujó fuertemente, sin que yo pudiera hacer nada, contra un coche que pasaba a toda velocidad en ese momento.
Sentí mi cuerpo impactar contra el coche y que perdía la conciencia. Ya no podía saber lo que pasaba a mi alrededor...

Cuando abrí los ojos, lo hice lentamente. No sabía donde me hallaba. Había mucha luz en la habitación donde estaba o eso me parecía. Quise incorporarme, pero alguien me lo impidió.
-Tranquila, Mary. No puedes levantarme- me dijo la voz de una mujer.
La reconocí de inmediato. Era la voz de tía Carolina.
Noté un fuerte dolor en las costillas y en brazo derecho. La cabeza también me dolía.
-¿Qué... qué me ha pasado?- pregunté mientras me daba cuenta que tenía cables por todos lados.
-Samantha Rose te empujó contra un coche. Has despertado tras catorce horas sedada.
De repente me acordé de todo: Cuando hablé con ella, cuando nos gritamos, cuando me empujó...
Cerré los ojos y suspiré:
-¿Dónde estás?, ¿dónde está Danny?
-Está fuera, acaba de llegar. El pobre no se a separado de ti en toda la noche. No ha dejado que nadie se quedase contigo, salvo él. Estoy ahora aquí, porque él ha ido a su casa a ducharse y a cambiarse de ropa. David a tenido que llevarselo a la fuerza.- contó mi tía.
No podía creerme que Daniel hubiese pasado toda la noche conmigo. Miré a tía Carolina y reparé en sus ojos. Estaban rojos de tanto llorar.
-¿Cómo estoy?. Por favor, tía no llores...
-¡Ay, hija!. A sido un buen susto. Tienes cinco costillas rotas, el brazo y la pierna derecha también. Tus padres vienen para acá en el primer vuelo que ha salido. Han dejado a Lucas con la abuela.
Cuando inspiré aire, me dolieron todas las costillas. Le volví a hablar a mi tía:
-Quiero ver a Daniel, por favor.
-Vale, voy a decirle que entre- contestó y se levantó de la silla.
Antes de que abriese la puerta, le pregunté:
-¿Y Ana, cómo está?
-La pobre también está hecha polvo. Está fuera también. ¿Quieres que entre después de Danny?
Yo asentí levemente y tía Carolina salío. Daniel entró un segundo después. Su cara marcaba tristeza y preocupación. Se sentó junto a la cabezera de la cama.
-¿Cómo estas?
-Por lo menos, estoy viva. ¿Y tú?. Me ha dicho mi tía que te has quedado toda la noche y que no has dejado que nadie se quedara conmigo, ¿por qué lo has hecho?
-Porque te quiero, porque eres lo más importante que tengo. Y si te pierdo, me muero.
-Danny...- las lágrimas se me saltaron.
-Por favor, no llores.
-¡Dios! Te quiero tanto... Tú también eres lo más importante que tengo.- dije acariciando su mejilla.
-Quiero que te quedes en mi vida para siempre.
Sonreí.
Eso era lo que yo quería que sucediera: que se quedara en mi vida para siempre...

jueves, 7 de abril de 2011

Cuarenta y uno.

El día veintitres de julio, fue un fantastico día. Era domingo y Daniel quería ir al cine, ya que no tenía función de teatro. Ya había visto la obra y me parecío genial. Ana lo hacía bastante bien. Era una buenísima actriz y se lo dije. Le aseguré, en broma, que me iba a quitar el puesto. Ella rió y dijo que eso era algo imposible.
El día comenzó con un desayuno que Ana preparó. Mis tíos no estaban, pues se habían ido de vacaciones a España. Mi amiga se había levantado temprano y lo había preparado. Después, nos duchamos y Ana dijo que tenía algo importante que hacer. La miré dudosa mientras metía en mi bolso las llaves, el monedero y el móvil. Estaba misteriosa y no sabía el por qué. Sabía que me ocultaba algo, por eso se lo pregunté:
-Oye, tú ocultas algo y no me lo quieres decir- le dije. Además de eso, llevaba un par de días que se arreglaba un poco más de lo acostumbrado.
-¿Yo?, ¡qué va!- contestó cogiendo su bolso.
Parecía nerviosa.
-Venga, Ana. Te pasas mucho tiempo en el baño arreglandote, últimamente estás nerviosa y sé que me ocultas algo...
-¡Ay, Mary! Que bien me conoces. Mira es que he conocido a un chico. Es un extra de la obra de teatro. Se llama Michael, tiene veintitres años y es... es maravilloso.- dijo y se le iluminó la cara.
-¡Uy, tú estás pilladisíma por ese chico!. Así que has quedado con él, ¿verdad?
Ana asintió y se abrazó a mí.
Se escuchó el timbre de la puerta y fui a abrir. Era Daniel.
-¿Qué pasa aquí?- preguntó a ver a mi amiga tan contenta.
-Ana tiene una cita.
-Creo que se con quien es. Puede ser que sea con Michael Heyman, uno de los chicos que hacen de extra, ¿no?.
-Si, es ese.- dijo Ana sonriendo. En ese momento, se escuchó el claxón de un coche- Lo siento chicos, pero mi cita a llegado.
Después, me miró y dijo:
-Cuidado con lo que haces.
-Lo mismo te digo, amiga- le contesté.
Sonrió y se fue.
-¿Nos vamos nosotros?
-Claro, cojo el bolso y nos vamos- contesté.
Fui a por el bolso, que lo tenía en el sofá y nos fuimos. Nos montamos en su coche y nos dirigimos a un restaurante. Era casi la hora de almorzar y Daniel tenía hambre.
Mientras comiamos, le dije:
-Eres un glotón, Danny.
-¿Yo? ¿Por qué lo dices?
-Porque te encanta comer. Ahora, ¿dónde vamos?
-Al cine, como ya te dije.
-¿Dos actores en el cine?-bromeé.
Daniel rió y siguió comiendo.
Cuando terminamos de almorzar, fuimos al cine. La gente, nos miraba sorprendida. Después de ver la película, fuimos a cenar a su casa. Sus padres, casualmente, tampoco estaban también de vacaciones.
Cenamos y luego, vimos un poco la televisión sentados en el sofá.
-¿Por qué no te quedas aquí y pasas la noche?
-Daniel, está Ana. No quiero dejarla sola.
-Tiene diecinueve años y sabe cuidarse sola. Venga, quedate- contestó con la sonrisa que más me gustaba.
-Bueno... venga, me quedo. Pero déjame que la llame. No vaya ser que se asuste si no me ve llegar.
-Como quieras- dijo pasandome el teléfono.
Marqué el número de teléfono de mi casa y al quinto tono, Ana cogió el teléfono.
-¿Si?
-Ana, soy yo, Mary. Mira que voy a pasar la noche aquí en casa de Daniel, ¿vale?. Te llamo para que lo sepas- dije levantandome del sofá.
-¡Ah, vale!. Muy bien. Pues que te lo pases muy bien, pero ten cuidado con lo que haces- dijo en tono pícaro.
-¡Muy graciosa!... ¡Ay!- exclamé cuando sentí los brazos de Daniel rodeandome la cintura.
-¿Qué pasa?- preguntó Ana un poco alarmada.
-Nada, que me he dado en un dedo.- le mentí mientras Daniel me besaba por el cuello.
-Vale, pues pasatelo bien. Besos- dijo y colgó.
-¿Cómo se lo ha tomado?- preguntó Daniel mientras yo soltaba el teléfono.
-Esa está acompañada, no me tengo que preocupar.- dije sonriendo.
-¿Ves?. Ya te dije que no te tenías que preocupar por ella.
No me dejó hablar, porque empezó a besarme. Mientras lo hacía, me condujo a su dormitorio. Una vez allí, empezó a quitarme la cazadora. Sus besos eran bastante tiernos. Volvió a cogerme en volandas y a dejarme sobre su cama. Le quité el chaleco y sus besos aumentaron.
Con razón me dijo que esta noche sería inolvidable y que no me iba arrepentir de nada. Como ya le dije en una ocasión, no me podía arrepentir de nada con él.
Era todo lo que yo quería y estar con él era algo maravilloso.
Sólo quería estar con él el resto de mi vida, si podía ser posible.
Ojalá fuera así.

Cuarenta.

El martes, miercoles y jueves pasaron rápido. Cuando me quise dar cuenta, ya estaba en España para estrenar mi primera película. Estaba muy nerviosa. El estreno iba a ser en el Teatro de la Maestranza. Mis padres iban a venir y Ana, también. Seguro que estarían muchos de mis compañeros de facultad. Aquello me iba a resultar algo extraño. Varias compañeras de curso, me llamaron antes del estreno para desearme suerte. Me dijeron, también, que les iba a dar mucha alegría ver a Daniel y que les encantaba tener como amiga a una actriz. Les agradecí mucho su apoyo.
Aquel estreno era especial. Era en mi tierra, en mi ciudad y con la gente que yo más quería.
Cuando me bajé del coche, junto a mi novio, no podía parar de sonreír. En las primeras filas, vi a mucha gente que conocía. Entre ellas, reconocí a mis amigas de la facultad, Gabriella y Sandra. Me acerqué a ellas y se abrazaron a mí. Eran muy buenas amigas y me habían demostrado todo su apoyo desde que supieron que había rodado una película junto a Daniel. Éste, al ver que tardaba, se acercó a donde yo estaba y me pasó un brazo por la cintura. Mis amigas alucinaron cuando lo vieron. No se creían que Daniel fuera tan simpático en persona.

Me despedí de ellas y entramos en el teatro. Allí dentro, vi a mis padres y me abracé rápidamente a mi madre. Ya le faltaba poco para que diera a luz a mi hermano. Después, me abracé a mi padre. Miré a Daniel. Me acerqué a él, le cogí de la mano y lo llevé junto a mis padres.
-Danny, estos son mis padres. Enrique, mi padre, y Mariola, mi madre. Esta criatura que ves aquí, ya la conoces- dije señalando a Ana.
Mi amiga me sacó la lengua mientras Daniel saludaba a mis padres.
-Encantado de conocerte- dijo mi padre estrechando la mano de mi novio.
-Lo mismo digo, señor Sanz.
-¡Pero criatura, no nos llames señores!- exclamó mi madre- Tan mayores no somos.
Daniel sonrió y dijo:
-De acuerdo.
Todos reímos y papá, se puso a hablar con Daniel.

Después del estreno, fuimos a cenar a un restaurante. La gente nos miraba, e incluso dos o tres nos pidieron un autografo y que nos hicieramos unas fotos con ellos.
Cenamos y luego nos despedimos de mis padres. Nosotros tres, Ana, Daniel y yo, nos dirigimos al piso que teníamos en la ciudad. Daniel pasó la noche con nosotras.


Los días pasaron y ya estaba de vuelta a la rutina. Mis compañeros no pararon de mirarme durante un tiempo. Ana se encaraba con todos, o por lo menos eso hacía el tiempo que estaba en la universidad, porque se pasaba más tiempo en Londres que aquí.
Mis notas, pese a todo, eran estupendas. Mis estudios iban bastante bien. Seguía en contacto con Daniel y hablaba con él casi todos los días por teléfono. Aunque todos los día me enviaba un correo electrónico.
Tío Richard me llamó un día, a mediados de junio, para decirme que un amigo suyo y director de cine, quería contar conmigo para una película. Se lo agradecí mucho, pero ahora mismo no podía, ya que estaba muy liada con los examenes finales. Si aún estaba en pie aquel proyecto una vez que hubiese acabado el curso, lo aceptaría encantada.
Ana seguía con su obra de teatro y pronto empezaría un musical junto a otro actor, pero en esta ocasión, sería una de las protagonistas. Mi mejor amiga tenía una capacidad para poder llevar sus dos carreras, la educativa y la artística, a la vez. La envidiaba por eso.
Cuando julio llegó, los examenes terminaron. Una gran alegría tanto para mis compañeros como para mí. Ana había venido desde Londres para poder hacer los examenes, pero en cuanto los terminara, se iría de nuevo.
Mamá tuvo a mi precioso hermano a finales de junido. Estabamos encantados con él. Lo llamaron Lucas, como habían acordado unos meses antes. Tenía el pelo como el de papá y mío, y los ojos, como los de mamá, azules. Era una completa ricura.

Apenas llevaba una semana de vacaciones, cuando me di cuenta del día que era: diez de julio. Hoy hacía un año de mi primer viaje a Londres. Me acordé de lo contenta que estaba ese día. Había que ver lo rápido que pasaba el tiempo.
Este verano me iba a ir allí, pero sólo de vacaciones. Después de un año tan movido, necesitaba unas buenas vacaciones. Ana me dijo que tenía que ir a ver su obra de teatro. Eso era algo lógico. A parte de que quería ir a verla porque trabajaba ella, quería verla porque nunca había visto a Daniel trabajar en el teatro.
Esperaba tener unas vacaciones bastante tranquilas y sin sobresaltos.

miércoles, 6 de abril de 2011

Treinta y nueve.

El domingo, después de llegar a Nueva York, me quedé junto a Daniel en el hotel descansando. El lunes se presentaba agotador.
El primer día de la semana, amaneció bastante soleado. Abrí las cortinas de mi habitación, a la vez que tocaban a la puerta. Cuando fui a abrir, vi que era Daniel con el desayuno. Como siempre, sonreía.
-Buenos días, preciosa. ¿Qué tal has pasado la noche?
-Buenos días. Bien, la he pasado bien. ¿y tú qué tal?.
-Bien, también. Mejor si la hubiese pasado contigo.
-Danny...- me sonrojé levemente cuando dijo eso.
Me cogió por la cintura, sonrió y hablóde nuevo:
-Venga, no seas tonta. Estaba hablando en broma.
-Ya, ya... ¿Desayunamos o no?
-Si, claro- contestó y nos sentamos a la mesa a desayunar.
No paró de reir y de hablar sobre todo lo pasado el viernes en Londres. Yo lo miraba embobada. Parecía otro. Contesté a todo lo que decía sin prestar atención a lo que le decía. Después de desayunar, me duché y, sobre la una y media, almorcé con Daniel, Charlie y Marylin, los cuales habían viajado a Nueva York para el estreno de la película. Al terminar de almorzar, Marylin y yo subimos a mi habitación a vestirnos para el estreno. Me ayudó a peinarme y a vestirme. En esta ocasión, me puse una falda negra con camisa blanca y zapatos de tacón negros. Marylin me ayudó a alisarme el pelo y a ponerme una pinzas en él.
Una vez que terminamos de vestirnos, bajamos al vestíbulo para encontrarnos con Charlie y Daniel. Luego nos subimos al coche y nos dirigimos al lugar del estreno.
En aquel lugar, había mucha más gente que en el estreno de Londres. En esta ocasión estaba más tranquila. Todo iba a salir bien...



Al cabo de tres horas, volví al hotel junto a Daniel. Cenamos en el restaurante y luego subimos a las habitaciones. En el ascensor, me quité los zapatos. Volvía a tener los pies molidos.
Daniel entró en mi habitación. Me dolía un poco la cabeza y no me apetecía quedarme sola.
Entré en el baño para cambiarme de ropa y, varios minutos después, salí.
-¿Puede ir a mi habitación a ponerme el pijama?
-¿Y desde cuando duermes con pijama?- le pregunté mientras me metía en la cama.
-¿A ti no te dolía la cabeza?- preguntó con una sonrisa bastante amplia.
-Claro que sí. Venga, Danny quedáte.
-¡Uy! Después no me digas que soy el que quiere que te quedes siempre.
-Sólo te estoy diciendo que te quedes un rato porque me duele la cabeza, nada más.
-Ya- rió.- Entonces, ¿puedo ir a mi habitación a ponerme el pijama?
-Si, claro. Ve, no vaya a ser que te pase algo- bromeé.
Empezó a reírse y se levantó de la cama.
-Dame diez minutos y vuelvo, ¿vale?
Asentí y él salió de la habitación. Yo salí de la cama y encendí la televisión. Encontré una película y me puse a verla mientras Daniel volvía.

lunes, 4 de abril de 2011

Treinta y ocho.

No podía subirme la cremallera del vestido. Ana me ayudaba, pero parecía atascada. Llamamos a tía Carolina y, entre las dos pudieron subirla.
Estaba atacada. Temblaba mientras mi tía me peinaba. Incluso Ana tuvo que hacerme una infusión de tila para que me tranquilizara.
Tío Richard iba a llevarme hacía el lugar donde se iba a celebrar el estreno de la película. Allí me esperaba Daniel, junto a los demás actores. El estreno, iba a ser en un famoso cine de la ciudad.
Cuando tía Carolina terminó de peinarme, bajé al salón. Allí se encontraban Richard y Ana.
-¡Qué guapa!- exclamó Ana.
Sonreí levemente.
Mi amiga tenía un poco de razón. Llevaba un vestido beige con zapatos de tacón del mismo color.

Ana y tía Carolina me desearon suerte, porque me vieron bastante nerviosa, mientras me subía en el coche de mi tío. Me repetí durante todo el camino que tenía que estar tranquila.
Llegamos en poco tiempo. La gente estaba gritando emocionada al ver a tantos famosos. Tío Richard paró varios metros antes de lo previsto, parecía que alguien se iba a subirse al coche.
Se abrió la puerta y Daniel subió. Me quedé con la boca abierta al verlo. Llevaba un traje color negro, con camisa azul y corbata negra.
Sonrió al verme y mi tío avanzó unos cien metros. Volvió a parar. Bromeó cuando dijo:
-Señores, han llegado a su destino.
Volvió la cabeza y nos sonrió. A Daniel si le salió una sonrisa, pero a mí sólo me salió una mueca.
Respiré hondo antes de salir del coche. Cuando lo hice, escuché que los gritos aumentaron. Daniel me cogió de la mano y eso hizo que me tranquilizara un poco.
La gente gritaba el nombre de Daniel, había carteles, chicas emocionadas. Me sorprendí al ver que también había gente que gritaba mi nombre. Mi novio se acercó a mi oreja y dijo:
-¿Preparada para firmar y hacerte fotos?
-Eso parece.- dije sonriendo.
Mi mirada la acaparó, en ese mismo instante, un grupo de chicas que intentaban llamar mi atención. Solté la mano de Daniel y me dirigí hacía ellas. No deberían de tener más de quince años.
-Hola- las saludé.
-Hola. Mary, ¿nos puedes firmar esto? me preguntó una de ellas.
-Claro- dije y les firmé un cartel de la película que tenían.
-¿Te podemos pedir algo?- me preguntó otras de las chicas.
-Claro, si está en mi mano, si. ¿Qué quereís?.
-¿Podías llamar a Daniel?. Es que nunca hemos tenido el placer que nos firme un autografo. Hemos venido a sus últimos estrenos, pero nada.
-Un momento, voy a intentar que venga, ¿vale?- les dije en una sonrisa.
Me parecieron buenas chicas, e incluso me sentí identificadas con ellas. Yo también haría todo lo posible para conseguir ver a mi actor favorito. Me acerqué a Daniel, que estaba firmando y le dije:
-¿Puedes venir?. Pero cuando termines.
-Claro, ¿pasa algo?- preguntó mirandome y firmando a la vez.
-No, sólo son unas chicas que quieren un autografo tuyo- contesté mientras firmaba yo también.
Terminamos de firmar a varias personas y fuimos a donde estaban las chicas. Sólo fueron varios pasos. Cuando llegamos, las chicas no sabían si reír o llorar al verlo. Daniel sólo sonreía. Se acercó a ellas, les firmó a cada una y se hizo una foto con todas ellas. Las chicas estaban felices de tener a su ídolo junto a ellas. Cuando Daniel se fue, una de ellas me dijo:
-Muchas gracias, Mary. Eres muy buena chica y que sepas que estamos contigo.
-De nada y gracias por vuestro apoyo- dije. Me despedí y me fui hacia donde estaba Daniel.
Durante unos veinte metros, firmamos, nos hicimos fotos con fans y hablamos con la prensa. Una periodista española, me preguntó:
-¿Qué tal se siente al trabajar con Daniel Smith, ídolo de tantos jóvenes?
-Muy bien. Daniel es un chico fántastico. Me siento muy afortunada al haber podido trabajar con él.
-Se te ve muy enamorada, ¿no es cierto?
-Si, por supuesto. Daniel es un chico que se hace querer muy facilmente.
-¿Algunas palabras para definir tu película?
-Pues que nadie se la pierda. Está muy bien. Se pueden identificar con la historia de estos dos hermanos y pueden comprender que los sueños también se pueden logar.
-Muchas gracias por atendernos, Mary.
-De nada, ha sido un placer.
Después de esto, volví al lado de Daniel. Una chica se nos acercó y dijo:
-Debeís de ir al photocall.
Mientras íbamos hacía allá, saludamos a la gente que allí se agolpaba. No podía ni imaginar cuantas personas había allí. Aquello era algo que jamás me pude imaginar...


Llegué a casa con los pies molidos. Me quité los zapatos en el coche de mi tío justo después de dejar a Daniel en su casa. Cuando entré en mi habitación, me puse el pijama y me metí en la cama. Me sentía rara, tenía una extraña mezcla de sentimientos dentro de mí. No podía explicar cuales eran, pero eran como si estubiese alegre y triste a la vez. Supuse que Daniel se sentió así en el estreno de su primera película.
Cerré los ojos y me quedé dormida.

Treinta y siete.

En el aeropuerto de Londres me esperaban tío Richard, tía Carolina y Sue. Me abracé fuertemente a ellos, pues los había hechado mucho de menos. Mi prima, se colgó literalmente de mi pierna y no me importó, estaba deseando jugar con ella.
Tía Carolina me dijo que Ana estaba en casa, ya que había estado ensayando hasta muy tarde el día anterior y estaba cansada. A ella también tenía ganas de verla. Nos subimos en el coche de Richard y nos fuimos para casa.
-Tu padre aún no me ha llamado para decirme qué va a tener tu madre- dijo mi tía.
-Mamá va a tener un niño. Papá dice que le van a poner Lucas.
-Es un bonito nombre- dijo tío Richard.
Cuando llegamos a casa de mis tíos y mi tía abrió la puerta, Ana casi me salta encima. Se abrazó a mí y empezó a besarme por toda la cara.
-¡Mary, cuanto te he hechado de menos!- exclamó mi amiga.
-Yo también. ¿Qué tal la obra de teatro?, ¿cómo se llama?- pregunté, mientras llevaba la maleta a mi habitación.
-Su titulo es " Simplemente, te quiero". Me va genial. Llevabas mucha razón cuando decías que Daniel ayuda en todo lo que puede- contestó Ana emocionada.
-Me alegro, ¿y te gusta tu personaje?- le pregunté mientras sacaba la ropa de mi maleta.
-Si, me encanta. Se trata de una chica que es amiga del personaje de Daniel. Pero te tengo una buena noticia.
-Cuenta, ¿qué ha pasado?
-La directora y el guionista han hecho uno cambios en el guión y ahora tengo muchas más frases e incluso salgo más en la obra.
-Me alegro. Daniel me había comentado algo pero no sabía que era eso.
-¡Ay, Mary! Mi sueño se está cumpliendo- dijo dando vueltas por la habitación.
Sonreí, porque sabía que Ana tenía razón. Ya la había visto actuar varias veces y podía decir que era mejor actriz que yo. Su optimismo por conseguir sus sueños era algo que yo envidiaba.

Sobre las cinco de la tarde, llamaron a la puerta. Estaba sola en casa, mis tíos junto a Sue, se habían ido y Ana estaba ensayando. No podía ni imaginar quien podía ser. Fui a abrir y cuando lo hice vi a un chico con un gran ramo de rosas. No entendía a que venía eso.
-¿Es usted la señorita Sanz?- preguntó aquel chico con voz ronca.
-Si, soy yo.
-Este ramo es para usted- dijo el chico dandome el ramo.
Al cogerlo, descubrí quién era ese chico: Daniel. Al tener el ramo delante de la cara, no lo había reconocido.
-¡Daniel!- exclamé abrazandome a él.
-Creí que no me ibas a reconocer nunca. Hay que ver que ni cambiando la voz me conoces.
-Eres muy buen actor, me has engañado.
-Por algo soy el mejor actor inglés- dijo dandose aires de superioridad.
-¡Tonto!- dije dandole un leve golpe con la mano sobre su hombro.
Él rió y dijo:
-¿Vas a poner esas flores en agua o vas a esperar a que se marchiten?
-Claro que no. Voy a ponerlas en un jarrón.
Me separé de él y fui a la cocina, seguida de Daniel. Cogí un jarrón, que tenía mi tía allí, sin ningún uso, lo coloqué debajo del grifo y le puse algo de agua. Después, puse las flores dentro.
Luego, me senté junto a mi novio, en el sofá.
-¿Por qué no has venido al aeropuerto?
-No he podido. Tenía asuntos que arreglar, lo siento.
-Tranquilo, sólo era por saber. Me alegro de que estés aquí, pero me pregunto por qué no estás ensayando. Ana me ha dicho que iba hacerlo.
-Ana es Ana, yo soy yo. He podido escabullirme de ensayar hoy- dijo con una sonrisa pícara.
-Eso de que utilices tu fama para esto, está mal. Eso no se hace.
-Venga, ahora me dirás que no te gusta que esté aquí- dijo y se acercó un poco más a mí.
-Danny, nadie a dicho eso- contesté sonriendo.- Sabes que estaba deseando verte.
-Lo sé, lo sé. Ya sabes como soy- dijo en una sonrisa.
-De sobra, sé como eres de sobra- dije y me acerqué a él.
Sonrió y se inclinó para besarme. Hacía tiempo que no sentía sus labios, demasiado tiempo. Exactamente, cuatro meses. Un tiempo eterno sin él.
Se quedó hasta las ocho de la tarde. Me pasé toda la tarde abrazada a él, en el sofá. Hablamos de todo lo sucedido en este tiempo que estubimos separados. Y de todo lo que iba a suceder en los próximos siete días, también.
Daniel me contó que todo empezaba mañana viernes, con el estreno de la película. Por lo visto, la entrevista de esta noche se había suspendido. El sábado, teníamos una cena con todos los compañeros; el domingo, viajaríamos a Nueva York; el lunes sería allí el estreno; el martes, una entrevista de televisión; el miercoles, una entrega de premios en California; el jueves volveríamos a Londres y viajaríamos hacía España; el viernes tendríamos el estreno de la película en Sevilla; el sábado, en Madrid y el domingo, de nuevo a Londres. Todo concluía el lunes, con una aparición en un programa de televisión.
Iba a ser una semana bastante movida.