miércoles, 27 de abril de 2011

Cuarenta y ocho.

El domingo catorce, Ana me llamó para que fuese a su piso. Llevaba seis meses viviendo con su novio. No tenía nada mejor que hacer, así que le dije que si iría. Me iba a llevar mi tía, quien sabía dónde vivía mi amiga. Después de almorzar y de ducharme, fui para casa de Ana.
Era un piso amplio, decorado con muebles bastante modernos. Era precioso.
Me abrió la puerta Michael, que se sorprendió y se alegró de verme. Mi amiga estaba sentada en un sofá de color blanco.
-Amiga, tienes un piso precioso.
-Gracias. Michael me ha ayudado mucho.
-Teneís muy buen gusto.
-Tu amiga es muy buena decoradora, más que yo.
Nos reímos los tres. Ana me preguntó que si quería tomar un café y yo asentí. Michael fue a la cocina mientras mi amiga y yo hablabamos. Por lo visto, había unos productores que habían contactado con ella para hacer una película para cine, aunque no sabía si aceptar o no. Decía que hacer una película era algo que le daba demasiado miedo, ya que nunca había hecho una. Lo único que le dije, fue que siguiese sus instintos, que no tuviera miedo de nada.
Michael llegó con los cafés y con unas pastas. Me preguntó por qué aquel cambio repentino y por mi vuelta a Londres. Lo único que le pude decir fue que la culpable de todo era Ana, quien empezó a decir que era su deber hacerlo. Luego hablamos de muchas cosas. Michael me dijo que mi amiga era muy cabezota en algunos asuntos. Ana se enfadó un poco, aunque pronto emepzó a reirse. Yo sabía de sobra como era mi amiga en cualquier asunto. Era normal, pues la conocía desde los cuatro años y siempre habíamos estado juntas. Sabía como era su caracter, lo que le gustaba y lo que no. Cuales eran sus sueños y todo lo que se le pasaba por la cabeza. A ella le pasaba lo mismo comigo.

Sobre las seis de la tarde, llamaron a la puerta. Ana fue a abrir. Yo, como tenía una pared detrás mía, no podía ver quien acababa de llegar.
-Pasa, te estaba esperando- escuché decir a Ana.
Escuché unos pasos y miré a ver quien era. Sentí un hormigueo al verlo. Parpadeé varias veces para comprobar que era verdad lo que veían mis ojos.
Volvía a tener delante de mí a Daniel Smith.

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