jueves, 3 de marzo de 2011

Veintiocho.

Cuando llegamos a Nueva York, antes de pisar el aeropuerto, recogí mi pelo en una simple coleta, me puse una gorra y también unas gafas de sol. Era temprano y no tenía ganas de escuchar las pregunta de los periodistas. Ya tendría tiempo para hacerlo.
Del aeropuerto al hotel tardaríamos unos veinte minutos y en ningún momento vi a un periodista. Menos mal, porque no me gustaba verlos. Durante el viaje a Nueva York, Daniel me dijo que nos había surgido otra entrevista más. Lo miré con el entrecejo fruncido, pero él dijo que no tenía la culpa de esto. Eso ya lo sabía yo. Pero bueno, por una entrevista más o una entrevista menos, no pasaba nada.
Daniel y yo teníamos habitaciones diferentes. En cierto modo era mejor, pues así no habría rumores hasta que Daniel dijera lo nuestro. Cuando entré en mi habitación y dejé la maleta, fui a darme una ducha. Me sentó de maravilla y me dejó muy relajada.
Estaba poniéndome la ropa interior, cuando tocaron a la puerta. Me puse el albornoz y fui a abrir. Era Daniel.
-¡Uau! Qué bien te sienta ese albornoz- dijo en tono sinuante.
-Si, me queda como un guante, pero de un par de tallas grandes- dije cerrando la puerta.
Daniel rió y volvió a hablar:
-Venía a ver si querías venir conmigo a almorzar.
-Claro que si. Dame cinco minutos para que me vista y bajamos ¿vale?- dije entrando en el baño.
Salí de nuevo para coger la ropa y vi que Daniel se había sentado en mi cama. Cogí la maleta y la subí a la cama, al lado de mi novio. La abrí y miré a Daniel.
-¿A dónde vamos a comer?
-Pues al restaurante del hotel, pero si quieres vamos a otro lugar.
-No, el restaurante de aquí está bien. Mejor que no vayamos a ningún lado, no tengo muchas ganas de salir- contesté sacando un pantalón vaquero y una camiseta rosa.
-Como quieras.
Le sonreí y me dirigí con la ropa al cuarto de baño. Me vestí y me peiné. Salí otra vez y me puse los zapatos. Mientras me ponía el abrigo, le pregunté a Daniel:
-¿Nos vamos?
-Por supuesto. ¡Ah! por cierto, Alex me ha dicho que la entrevista de esta tarde es a las seis para un programa de televisión.
-Vale, a las cinco estaré más que lista para que nos vayamos- dije abriendo la puerta.
-Cualquiera diría que eres la misma chica que conocí hace cinc meses- dijo Daniel mientras yo cerraba la puerta.
-Todo el mundo cambia y yo lo he hecho ahora. Y a quien no le guste, pues que se aguante.
-¡Así se habla!- exclamó a la vez que le daba al botón de la primera planta, que era donde estaba el restaurante.
Cuando llegamos allí, un camarero se nos acercó y dijo:
-Su mesa está lista. Pasen por aquí, señores.
-¿Nos ve cara de matrimonio?- bromeé susurrando.
-Reglas de protocolo, Mary- dijo Daniel en una sonrisa.
El camarero nos indicó cual era nuestra mesa y una vez que nos sentamos, nos dio la carta con el menú. Se fue y yo eché un vistazo a mi carta. Había un montón de platos muy raros, un apartado para comidas vegetarianas y otro para comidas italianas. Cuando decidí lo que quería, miré a Daniel.
-¿Has decidido ya tu plato?- me preguntó cerrando su carta y dejandóla sobre la mesa.
-Si, ¿y tú?- le dije y asintió.
-Dime que has elegido para decirselo al camarero que se está acercando a nuestra mesa.
-Espaguetis a la boloñesa- contesté.
-Buen plato. De beber, lo de siempre ¿no?- preguntó y asentí.
El camarero llegó a nuestro lado, sacó una libreta y nos preguntó:
-¿Qué han decidido para almorzar?
-Espaguetis a la boloñesa y un rissoto de setas. De beber, dos refrescos de cola.
-Muy bien, en un momento se los traígo.
Mientras el camarero se iba, yo miré a mi alrededor y observé el restaurante. Vi como una pareja discutía, en otra mesa había una familia con dos niños pequeños y en otra, un poco más alejada, había dos chicas que nos observaban, aunque lo más seguro era que mirasen a Daniel.
Al cabo de quince minutos, llegó el camarero con nuestra comida. Nos la puso y se marchó. Mi novio y yo empezamos a comer.
Cada vez que levantaba la mirada hacía las chicas, las pillaba mirando hacía nosotros, pero esta vez estaban cuchicheando.
-¿Sabes? Hay dos chicas que están un par de mesas detrás de nosotros, que no paran de hablar y de mirar para acá.
-¡Bah! No les eches cuenta, seguro que estan diciendo tonterías- contestó Daniel con airre despreocupado.
-No digas eso- me reí.
Cuando terminamos de almorzar y de tomarnos el postre, subimos a nuestras habitaciones. Acordó en venir a buscarme a las cinco menos cuarto para ir al estudio.
Después de entrar en mi habitación, empecé a buscar algo apropiado para ponerme, pero al cabo de media hora, todavía no había encontrado nada. Al final, elegí un pantalón negro y un chaleco azul. Fui al baño y me puse una diadema azul en el pelo. Al salir, miré mi reloj y sólo marcaban las cuatro y media. Faltaba aún para que Daniel viniese, así que me puse a ver la televisión. Encontré un programa entretenido y lo dejé allí hasta que viniese mi novio.
A eso de las cinco menos veinte, llamaron a mi puerta. Era Daniel, que venía acompañado de Alex. Este llevaba una bolsa con un traje dentro. Pensé que sería para él.
-¿Todavía no te has vestido?- preguntó.
-Por supuesto, ¿no me ves?
-Anda, ponte esto. Yo no sé como Daniel no te ha avisado diciéndote que ese programa es un poco... pijo.
-Tampoco es para tanto- dijo Daniel.
Yo los miraba sorprendida, no tenía ni idea de qué estaban hablando. ¿Desde cuando se iban a los programas de televisión con traje de gala? Acaso que no fueramos a una entrega de premios...
Alex me entregó el traje y entré de nuevo en la habitación. Lo puse encima de la cama y me volví hacía los otros dos.
-Dejarme diez minutos- dije.
Daniel asintió y cerró la puerta, dejandóme sóla en mi habitación. Abrí la bolsa y descubrí un precioso vestido azul claro que venía acompañado con unos zapatos del mismo color. Me desvestí rápido y me puse aquel vestido junto con los zapatos. Luego me arreglé un poco el pelo, me puse el abrigo y salí de mi habitación. Daniel y Alex seguían en la puerta.
-¿Lo ves? Ahora te ves mucho mejor- dijo Alex.
Miré a Daniel con una sonrisa y éste hacía lo mismo.
Cogimos el ascensor, bajamos y salimos del hotel. En la puerta nos esperaba un coche. Nos montamos y nos dirigimos hacía el estudio de televisión.
Ya quedaba menos para otra tanda de preguntas y para que Daniel dijera lo nuestro. Sólo esperaba que los nervios no me ataquesen.

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