lunes, 7 de marzo de 2011

Treinta.

La mañana del veintiocho amaneció soleado pero fría. Abrí las cortinas para que entrase un poco de sol en mi habitación, aunque este sol no se parecía nada al que había en Andalucía.
LLamaron a la puerta. Fui a abrir y era una camarera con el desayuno. Acaparó mi atención una rosa con una nota. Me pareció extraño:
TE ESPERO ESTA NOCHE,
A LAS SIETE, EN EL
RESTAURANTE DEL HOTEL.
NO TARDES. BESOS.
DANIEL.
¿A qué venía esto? ¿Sería una broma? Hoy era el día de los Santos Inocentes, pero espero que no fuera una broma. Daniel tenía fama de bromista, pero no creo que ahora me gastase una.
Me duché, me vestí y fui a buscar a Daniel a su habitación. Llamé varias veces, pero nadie abría. Pasó por allí una camarera de piso y me dijo:
-El señor Smith no está en su habitación, ha salido muy temprano.
-¿Qué ha salido?. Pues a mí no me ha dicho nada... Muchas gracias por decirmelo.
-De nada, señorita.
Volví a entrar en mi habitación. Miré el reloj y sólo eran las nueves y media de la mañana. No sabía que hacer. Menos mal que me había traído mi ordenador portatil. Lo encendí y me puse a buscar cosas por internet. Encontré en una página, un titular que me llamó la atención:
"El actor inglés, Daniel Smith, tiene novia: la joven actriz Mary Sanz"
Leí también la noticia que lo acompañaba:
"Daniel Smith, de veintiún años, confesó ayer en un programa americano que tenía novia. Se trata de la joven actriz española Mary Sanz. Se trata de una chica de dieciocho años, sobrina de la reconocida actriz Carol Sanz, que ha participado en la película "Un sueño hecho realidad" junto al joven actor inglés.
Esperamos que esta pareja dure bastante y no sea un amor pasajero."
Me quedé perpleja al leer aquella noticia. Por lo menos no decían nada malo, aunque no tardarían en hacerlo. Seguro que a estas alturas, Samantha Rose ya sabría lo que había hecho Daniel. Estaría furiosa, pero esta vez no me iba a pillar desprevenida como aquella vez que dijo que yo estaba engatusando a Daniel.
Apagué el ordenador y decidí buscar algo apropiado para aquella cita, por decirlo de alguna manera.
Por mucho que buscara, no encontré nada que me gustase. ¿Por qué no había puesto en mi maleta un simple vestido?. Tenía el que me había regalado Alex, pero no me apetecía repetir vestido dos días seguidos si no era necesario. Así que decidí ir de compras a las tiendas que había cerca del hotel. Me puse el abrigo, unas gafas de sol y bajé a recepción. Salí del hotel y giré a la derecha. Entré en una tienda, pero salí de inmediato, pues era muy elegante. A los pocos metros encontré otra, pero también salí de inmediato. Demasiado cara para mi gusto. Cruzé la calle y encontré una apropiada.
Busqué y busqué hasta que encontré el vestido perfecto, en un color rosa precioso. Pagué y salí de la tienda dirigiendome de nuevo al hotel. Cuando llegué a mi habitación, extendí el vestido sobre la cama.
Sonreí.
Miré la hora y decidí bajar a almorzar, aunque fuera sola. Daniel no había dado señales de vida en toda la mañana. Mientras entraba en el restaurante y me sentaba en la mesa, llamé a mi novio por el móvil.
-¿Dónde estás?- le pregunté cuando me cogió la llamada.
-Estoy en... Central Park. Pero estate tranquila que ya mismo estoy allí.
-¿Y qué haces allí? ¿Por qué no me has dicho nada? Llevo toda la mañana sin saber de ti.
-Lo siento. Ha sido un imprevisto. Te tengo que dejar. Luego te veo. Te quiero- dijo y colgó.
Miré a mi móvil, atónita. Lo guardé en mi bolsillo y me puse a almorzar.
A veces me preocupaba que Daniel estuviese volviéndose loco.

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