miércoles, 4 de mayo de 2011

Cincuenta y uno.

Los días pasaban y pasaban hasta que agosto llegó. Con él llegó el veintiocho cumpleaños de Daniel. No quiso una gran fiesta, sólo quería estar conmigo. Y eso hicimos.
Estubimos toda la tarde en su casa, solos. Él me dijo que sus padres se habían ido todo el fin de semana. Cenamos y después, estubimos viendo la televisión un rato. Me abracé a él como hacía tiempo que no lo hacía.
-¿Te quedas aquí esta noche?- preguntó besandome.
-No sé... Tengo que avisar en casa- contesté sonriendo.
-Pues hazlo, pero que sepas que sería un buen regalo de cumpleaños...
-Danny...- dije cogiendo mi móvil y marcando el número de mi tía. Cuando cogió la llamada, dije:- Hola, tía. Verás, había pensado pasar la noche en casa de Daniel, si no te importa.
-Claro, hija. Puedes volver cuando quieras, ¿de acuerdo?. Hasta luego. Besos- contestó tía Carolina.
-Gracias, adiós- dije y colgué.
-¿Qué?- preguntó Daniel mientras yo metía el móvil en mi bolso.
-Me quedo, ya tienes tu regalo de cumpleaños- dije sonriendo. Me acerqué a él y lo besé.
-¿Y esto?- preguntó extrañado, pero a la vez feliz.
-Me apetecía hacerlo- sonreí- Pero si no te gusta, no lo vuelvo hacer- añadí haciendome la ofendida.
Él río, pero dijo:
-Claro que si me ha gustado. Puedes hacerlo de nuevo, cuando...
No le dejé terminar la frase. Me incliné y volví a besarlo. Nunca me había atrevido a hacerlo hasta ese momento. Mientras lo besaba, empecé a quitarle la camisa. Él, hizo lo mismo con el chaleco que yo llevaba. Esta vez fui yo quien lo llevó a su dormitorio. Jamas lo había visto así de feliz.
Mientras nuestros cuerpos se unían en sólo uno, me sentí la chica más afortunada del mundo. No podía desear nada más, pero esta vez era de verdad...
-No puedo creer este cambio- dijo Daniel abrazandome.
-Pues creetelo, porque no te vas a librar de mí en toda la vida, Daniel Smith.
-¡Uy, que bien suena eso!- exclamó sonriendo y estrechandome más contra él.
Yo me reí. Estos casi dos meses, estaban siendo mucho mejores que el año que pasé junto a Daniel. Me abracé a él, aún más si podía, y me quedé profundamente dormida.

A finales de agosto, y para ser más concretos, un sábado, ocurrió algo maravilloso.
La prensa ya se había hecho eco de nuestra vuelta. Sin embargo, esta vez no decían nada malo. Aunque debo de reconocer que todo me daba igual, dijesen lo que dijesen. Esta vez, nada ni nadie me iba a separar de Daniel.
Aquel sábado, me levanté, me duché, desayuné y me tiré toda la mañana jugando con Troy. Mi primo era un niño muy juguetón y simpático. Me recordó a Sue cuando era pequeña. Antes del almuerzo, llamé a casa de mis padres para ver como estaban todos.
Daniel llegó a casa de mis tíos a eso de las cuatro de la tarde. Los saludó y nos fuimos. Lo notaba radiante, pero no me podía imaginar el motivo.
Fuimos al cine, a cenar y luego me llevó a un solitario parque. Este lugar tenía un lago y Daniel se sentó a orillas de éste. Yo hice lo mismo y me senté a su lado.
-¿Te gusta este lugar?- preguntó.
-Si, es muy bonito. ¿Por qué hemos venido aquí?.
-Verás, no quiero recordar viejos tiempos y sobre todo los malos, pero debo de hacerlo antes de preguntarte algo.
-Danny, no hace falta que...
-Dejame que lo haga, por favor- dijo dulcemente.
Asentí. No quería volver a verlo triste.
-El día que me dejaste, se me cayó el mundo encima. Al principio creí que lo que dijo Richard sobre que todo se solucionaría pronto, sería verdad. Cuando te fuiste, quise ir a retenerte, pero mi padre me lo impidió. Dejala ir, Daniel. Es mejor que se piense bien lo que quiere hacer, me decía. Conseguí que Ana me diese la dirección de tu casa en España y empecé a escribirte, pero desistí cuando ella me dijo que era mejor que no lo hiciera. Quería llamarte, pero no me atrevía. Estube días y días encerrado en mi habitación sin apenas comer ni dormir. Cuando me recuperé un poco, sólo salía lo necesario. Fingía delante de las cámaras que estaba bien, aunque me estaba muriendo por dentro. El tiempo pasaba y te di por perdida. No sabía nada de ti, sólo lo justo y porque me lo decían tus tíos y Ana. Pero todo cambió cuando tu amiga me dijo que volvías y que querías hablar conmigo. Pensé que aún había una esperanza y, gracias al cielo, que fue así. Ahora me alegro, porque te tengo de nuevo conmigo.
Mientras él hablaba, yo empecé a llorar. No podía creerme que lo hubiese pasado tan mal. Me sentí fatal por haberle hecho tantisímo daño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario