viernes, 20 de mayo de 2011

Cincuenta y seis.

Cuando me quise dar cuenta, el curso ya había terminado. Era día veintidos de junio, lo que significaba que sólo quedaban dieciocho días para la boda. Desde el día uno de éste mes, tachaba los días para saber cuantos quedaban.
Ya lo tenía todo preparado, mi vestido estaba a punto y las invitaciones, enviadas. Iban a asistir a mi boda unos cuatrocientos invitados.
El último día del mes, Daniel me llamó para confirmar que estaría aquí el siete de julio. Vendría con sus padres y se quedarían, como era de esperar, en un lujoso hotel de Sevilla capital. Estaría todo el día conmigo, pero para dormir, se marcharían a la capital.
Las clases me permitían estar algo calmada y entretenida. Pero, cuando empecé a no tener nada que hacer, y eso fue a partir del uno de julio, los nervios se apoderaron de mí.
Tía Carolina, quien había venido con sus dos hijos, y mi madre, trataban de tranquilizarme, pero era en vano. Cada día que pasaba, mis nervios crecían. Andaba de un lugar para otro de la casa, no me mantenía sentada más de treinta minutos... Incluso creía que me iba a volver loca.
-¿Quieres tranquilizarte de una vez, Mary?. Mañana llegan Daid, Kate, Richard y Danny, y no querrás que te vean en ese estado de nervios, ¿verdad?- dijo tía Carolina mientras mamá y ella preparaban la cena.
-No, claro que no. Pero no puedo evitarlo. Esto puede conmigo, tía- dije sentandome en una silla.
-Tomate esto- dijo mamá dandome un vaso con una infusión de tila.
Me tomé la infusión y parece que logró tranquilizarme un poco. En estos últimos siete días ya me había tomado unas veinte tilas y sólo quedaban cuatro días para la boda, así que todavía me tenía que tomar alguna más.
Al acostarme, estaba un poco más tranquila. El pensar que al día siguiente vería a Daniel, me ayudó a estar de ese modo. Esperaba no estar muy nerviosa en cuanto lo viese.

Cuando me desperté, sentí que alguien estaba sentado en mi cama. Como estaba todo oscuro, no podía ver quien era:
-Buenos días, princesa. ¿Qué tal has pasado la noche?
-¿Danny?- pregunté algo confundida:-¿Qué haces aquí?
-He llegado hace un rato. Tu madre me dijo que aún estabas dormiendo y he subido.
-¿Qué hora es?- pregunté incorporandome en la cama.
-Las once de la mañana- contestó y abrió la ventana.
La mañana estaba bastante soleada, como era lógico en estas fechas. El sol inundó toda mi habitación, llenandola de luz. Me levanté y fui un momento al baño antes de volver a mi habitación. Daniel me esperaba sonriendo, como era su costumbre. Me quedé en el umbral de mi puerta, mirandolo. No me podía creer que en tres días sería su esposa. Se acercó a mí y me cogió de la mano. Con su otra mano, me acarició la mejilla y me besó. Volvió a sonreír.
Bajé a desayunar con él y descubrí en la cocina a sus padres hablando con los míos. Miré a mi novio y le susurré:
-¿Tus padres saben hablar español?
-Mamá sabe español, frances e italiano, y papá, español, frances, italiano, alemán y sueco- contestó.
Miré asombrada a David y a Kate. Ésta se levantó y exclamó, en su lengua natal:
-¡Oh, Mary! Que alegría verte.
-Lo mismo digo.
-Siento que Dan te haya despertado- se disculpó David.
-No te preocupes- dije y sonreí.
Me senté, pero antes vertí un poco de leche en un vaso con un poco de azúcar y cacao. No la calenté en el microondas, pues en verano prefería la leche fría.
Después, fui a ducharme y más tarde, fui con mi madre y Kate a por los zapatos de mi vestido. Éste lo recogería un día antes de la boda. Luego me reuniría con Daniel para ir a comer a un restaurante.
No sabía muy bien por qué, pero estando junto a él me sentía mucho más tranquila. Era como si radiara tranquilidad.
Esperaba estar así de tranquila el día de la boda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario