miércoles, 4 de mayo de 2011

Cincuenta y dos.

Yo seguía llorando y Daniel me mantenía abrazada. No podía dejar de decirle que me perdonase, que nunca lo volvería hacer, que me sentía muy mal.
-Ya está, Mary. No te preocupes por nada. Todo se ha solucionado. Venga, no llores más. Ya sabes que no me gusta verte así.
-Yo no quería hacerte daño, Daniel. Yo... yo te quiero más que a nada en este mundo. Perdoname- le dije entre sollozos.
-Lo sé, lo sé, pero ya te he dicho que no hay nada que perdonarte- contestó secandome las lágrimas con la mano.
-Lo siento, de verdad.
-¡Deja ya de lamentarte, Mary!- exclamó y yo me quedé mirandolo fijamente- Eres lo que más quiero en este mundo y si no te he olvidado en esto seis años, es por que no he podido. Y ahora, si me lo permites, te preguntaré algo.
Yo asentí, pues no podía hablar.
Daniel se puso de rodillas y buscó algo en los bolsillos de su pantalón. Sacó algo pequeño, que quedó oculto por su mano.
-Mary, ¿quieres casarte conmigo?- preguntó y abrió la mano. En ella tenía un precioso anillo plateado con un pequeño diamante.
Me quedé del todo sin palabras. No me podía esperar aquello. Miré a Daniel y al anillo varias veces durante un minuto, antes de contestar:
-Si, claro que quiero.
No dijo nada, simplemente me besó. Luego, me abrazó.
-Creía que ibas a decir que no. No sabes lo feliz que me siento en este momento.
-Por supuesto, yo me siento igual- dije sonriendo.- Esto es algo que no me esperaba. Soy la chica más feliz del mundo.
Rió.
Me recordó a cuando lo conocí, un chico alegre, feliz y bromista. El mismo Daniel Smith de siempre.

Llegué a casa canturreando. Tía Carolina y tío Richard me miraron extrañados por verme tan contenta. Lo que había pasado hacia un poco más de una hora era algo que no podía ocultar ni tampoco quería hacerlo.
-Tía Carolina, tío Richard, tengo una buena noticia que daros- dije sonriendo.
-¿Qué pasa?, ¿vas a volver hacer cine?- preguntó mi tío.
-No creo que sea eso, Richard- contestó mi tía.
-Entonces...
-¡Me caso! ¡Que me caso con Daniel!- exclamé emocionada.
-¡No!. ¡Ay, que alegría, Mary!- exclamó mi tía.
-¿Cuando a sucedido eso?- preguntó Richard entre sorprendido y feliz.
-Hace algo más de una hora, en un parque- dije sonriendo y enseñando el anillo.
-Tienes que decircelo a tus padres. Tu madre se va a volver loca en cuanto lo sepa y mi hermano, ni te digo.
Yo me reí. Mi tía ya me estaba imaginando en el altar junto a Daniel. Mi tío me lanzó el teléfono inalambrico para que llamase a mis padres. Me temblaban las manos mientras marcaba el número de casa. Fue mi padre quien cogió la llamada e inmediatamente le dije que se pusiera mamá. Al principio, se asustó un poco, pues creía que la llamaba para algo malo. Pero en cuanto le dije el motivo de la llamada, se puso a gritar como una loca, hasta le pasó la llamada de nuevo a papá para dar crédito a lo que le había dicho.
Cuando colgué, mi tía me preguntó qué me habían dicho mis padres y cuando se lo dije, ella me contestó que se imaginaba su reacción.
Me fui a dormir, aunque no creía que pudiera hacerlo, pues la emoción que tenía, me iba a impidir hacerlo. Sentía una alegría inmensa, pero aún me parecía increible que me fuera a casar con Daniel.
Tenía razón al decir que este día fue maravilloso.

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