martes, 28 de diciembre de 2010

Siete

Cuando me desperté, bajé a desayunar y sólo encontré a tía Carolina y Sue en la cocina. Me extrañó mucho no ver allí a mi tío.
-Buenos días- dije al llegar.
-Buenos días. ¿Cómo estas? ¿Me quieres contar algo?- tan temprano y ya haciendo preguntas. Sólo eran las ocho y media de la mañana.
-Estoy bien, gracias. ¿A qué te refieres con que si te tengo que contar algo?- le pregunté metiendo un vaso con leche en el microondas.
-Ya sabemos que anoche te trajo a casa Daniel Smith, así que no te hagas la tonta- contestó mi tía echando en un tazón un poco de cereales para mí.
Saqué la leche del microondas y la vertí encima de los cereales.
-Si, me trajo, pero no pasó nada, si te refieres a esas cosas. Daniel no es de esos.
-¿Nada de nada? Conozco a Danny desde que tenía nueve años, sé como es.
-¿Cómo es que conoces a Daniel desde hace tanto tiempo y no me has dicho nada?
-Bueno, Mary, no te pongas así. Nunca pensé que te gustaba tanto. Entonces, ¿qué? ¿No pasó nada?- preguntó de nuevo.
No me podía creer que mi tía nunca me dijese que conocía a Daniel, pero no podía enfadarme con ella, ya que gracia a mis tíos, lo había conocido y había conseguido el papel en la película.
-Me preguntó que si podíamos quedar esta tarde- le confesé.
-¿Y qué le respondiste? Espero que si, porque si no es para matarte.
-Si, le dije que si. Ya que voy a estar unos días sin verlo, es lógico que le dijera que si.- bromeé con lo último.
Aunque era verdad, en cierta parte. No verlo durante una semana iba ser algo raro. Ya me había acostumbrado a verlo casi todos los días, salvo los domingos.
-Entonces, te tendrás que poner guapa y todo eso ¿no?- cotilleó mi tía.
-La verdad es que no sé que ponerme porque no sé a donde iremos.
-Puedes ponerte un pantalón vaquero con una de esas camisas que tienes tan bonitas.
Miré a mi tía sorprendida. Me gustó su elección. Iría cómoda e informal, pero con un toque elegante. Esa era la idea de moda que tenía tía Carolina para los días de diario.
Sonreí.
-Me gusta, ¿y a ti, Sue?
-La prima es guapa- contestó Sue y le di un beso.
-¿A qué hora habéis quedado?- me preguntó mientras poníamos los vasos y las tazas del desayuno en el lavavajillas.
-A las cinco.
-Estupendo, ya sabes que puedes volver a la hora que quieras.
-Gracias, tía.- Me di cuenta que tía Carolina era mejor en los horarios que mi madre, aunque si digo la verdad, era la primera vez que salía por Londres desde que llegué.
-No te acostumbres, ¿eh?- bromeó y me dio un abrazo.
Fui a mi cuarto para recogerlo, pero como tenía poco que recoger, puesto que era muy ordenada, terminé en poco tiempo. Cuando lo hize, me puse a ver que camisa me iba a poner. Elegí unos vaqueros nuevos que me había comprado mi tía al día siguiente de mi llegada a Londres, pero elegir la camisa me iba a ser un poco más complicado, ya que no sabía si elegir una azul o una gris.
Como no me decidía, llamé a mi tía. Llegó a mi habitación de inmediato y en cuanto vio las camisas encima de la cama, me dijo:
-La azul de media manga, es más bonita y encima te favorece, con la gris aparentas ser mayor. ¿Has elegido los zapatos?
Negué con la cabeza y me dirigí hacía el armario. Lo abrí y señalé los zapatos que tenía.
-Ponte esas bailarinas blancas.
-¡Ay, tía! No sé lo que haría si tú no estuvieras aquí- dije sacando las bailarinas del armario.
-Pues seguro que irías echa un desastre- contestó y ambas nos reímos- ¿Me ayudas hacer el almuerzo?
-Por supuesto.
Nos dirigimos a la cocina y preparamos la comida. Tío Richard llegó mientras la hacíamos. Por lo visto, había estado viendo un lugar para el rodaje de otra película.

Después del almuerzo, fui a ducharme. Me vestí en mi habitación. Estaba abrochándome la camisa, cuando tía Carolina llamó a la puerta. Sonrió al verme.
-Estas muy bonita, Mary. ¿Cómo te vas a peinar?
-Pensaba en dejarme el pelo suelto.
-¿Por qué no te pones algo? Yo te traía estas pinzas- dijo y extendió su mano izquierda donde tenía dos pinzas con unas pequeñas florecillas en azul.
-Son preciosas -dije al verlas.
-¿Puedo ponértelas?- preguntó.
Asentí y tía Carolina me puso una a cada lado de la cabeza, dejándome el flequillo suelto. Luego sacó un pequeño frasco de perfume de uno de los bolsillos de su pantalón y me echó un poco. Olía a jazmín.
-Lista. Estás muy guapa. Mírate. -dijo girándome y poniéndome delante del espejo que había en el tocador de mi habitación.
Por segunda vez en mi vida, la primera fue cuando hice la comunión, me vi bonita. Esbocé una sonrisa.
Iba bastante sencilla. Sólo llevaba unos pendientes de perla, que siempre usaba, la pulsera que me regaló Ana y mi reloj.
Volví al salón junto a mi tía a esperar que fueran las cinco. El reloj del salón sólo marcaban las cuatro menos diez. Allí estaban mi tío y mi prima viendo una película de dibujos animados. Sue estaba sentada al lado de su padre y veía la televisión absorta. Al escucharnos, tío Richard se volvió en el sofá. Se soprendió al verme vestida así:
-¡Pero que guapa! Que yo sepa, hoy no hay ningún acto de promoción de la película.
-Ha quedado con Danny- dijo mi tía.
-Ya veo. Pues pórtese bien, señorita, si no quiere que se lo diga a sus padres- bromeó mi tío.
-Tranquilo que no te voy a matar a tu estrella.
-Schhh, que quiero ver la película- dijo Sue. Parecía enfadada.
Mis tíos y yo reímos, pero nos mantuvimos callados el resto de la película.

Yo no paraba de mirar el reloj. Los minutos pasaban muy lentos. Estaba nerviosa. Sentía como me temblaban las piernas, incluso estando sentada.
Cuando llegaron las cinco menos cuarto, empecé a agudizar el oído por si escuchaba el ruido de un coche, pero nada. Así que fui a la cocina a prepararme una infusión de tila a ver si me calmaba un poco, y parece que funcionó.
Dos minutos antes de que el reloj marcase las cinco en punto, el timbre sonó. Tía Carolina fue a abrir. Yo, aún en la cocina, respiré hondo para que Daniel no me encontrase nerviosa.
-¡Hola, Danny, cuanto tiempo!
-Hola, Carol. Es un placer verte. ¿Está Mary?
-Si, pasa, ahora la aviso- escuché decirle mientras cerraba la puerta. Sus pasos se dirigieron a la cocina- Daniel ha llegado.
-Voy- contesté y salí detrás de ella.
Daniel estaba en la puerta del salón, esperándome. Llevaba unos vaqueros, camiseta negra de manga corta y con cuello en forma de pico. Sonrió al verme.
-¿Nos vamos?- preguntó.
-Vale. Tía, me voy. ¡ Adiós, Sue, adiós, tío!
-Pásate lo bien. Cuídala, Dan, que como vuelva mal, te enteras.
-Tranquilo, que la cuido. Hasta pronto, Carol- dijo Daniel, abriendo la puerta.
-Adiós. Disfruta, Mary.- nos despidió mi tía desde la puerta de casa.
-Gracias, hasta luego- dije y me encaminé hacía el coche de mi compañero. Me subí a él y Daniel hizo lo mismo.
-Vas muy bonita. Ese color te sienta muy bien. Supongo que lo sabrás, pero el azul es mi color favorito.
Ahora entendí por qué mi tía insistió en que me pusiera la camisa azul.
-Gracias. Si, lo sé, pero ha sido mi tía quien me ha dicho que me pusiera esta camisa.
-Carol debería de dedicarse al mundo de la moda- dijo y nos reímos.
Condujo hasta un parque, que estaba solitario o eso veía yo. Nos bajamos del coche y lo seguí hasta el parque, pero enseguida me di cuenta que no se dirigía allí, si no a una cafetería que había cerca. Entramos allí y me preguntó que si me gustaba el capuchino. Le contesté que sí y pidió dos. Mientras él esperaba a que se lo pusieran, yo fui a buscar mesa. Encontré una pegada a la pared y me senté allí. Daniel tardó por en llegar con los cafés.
-Buen sitio.
-¿No te gusta? Es que a mí nunca me ha gustado estar al lado de las ventanas- me excusé.
-A mí tampoco. Hay mucho cotilla suelto- contestó.
Sonreí y le di un sorbo a mi capuchino. Sentía curiosidad por qué Daniel me había traído aquí, mientras le observaba.
-Te preguntarás por qué te he traído aquí ¿verdad?- me preguntó. Pareció que me había leído el pensamiento.
-Si, siento curiosidad- confesé.
-Quiero conocerte un poco mejor y que descubras como soy realmente- contestó mientras yo bebía de mi taza.
Lo miré por encima de esta. No podía creerme, como ya era una costumbre desde que llegué a Londres, que Daniel quisiera conocerme un poco más.
Me quedé allí, mirándolo fijamente y sorprendida, con la taza en la mano.

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