lunes, 13 de junio de 2011

Cincuenta y ocho.

Cuando llegamos a la iglesia, había mucha gente agolpada tras unas vayas que habían puesto. Era normal, pues estaban llegando muchos famosos. Respiré hondo, de nuevo antes de salir del coche. Hacía tiempo que no tenía esta sensacón tan rara cuando había tanta gente esperando verme. Antes de bajar, el móvil de Ana, sonó. Cuando colgó, miró a papá y luego, a mí:
-Todo el mundo está dentro. Sólo faltamos nosotros- dijo y salió del coche.
Papá también salió. Me abrió la puerta y salí. Mamá y mi hermano hicieron lo mismo. Ana me puso bien la cola del vestido, me sonrió y se marchó junto a mi madre y Lucas, pero antes de irse, mamá me dio un beso en la mejilla. Cuando se fueron, calculé los metros hasta la puerta de la iglesia. Sólo eran cincuenta metros. Me agarré al brazo de mi padre y hechamos a andar hacia la iglesia. La gente me decía cosas mientras pasaba por su lado. Si alguien me insultaba, no lo oía. Al entrar en el templo, empezó a sonar la marcha nupcial. Vi a lo lejos, en el altar, a Daniel.
Sonrió al verme, pero también parecia sorprendido. Tía Carolina tenía razón cuando dijo que iba a sorprenderse al verme. Avancé por el pasillo con mi padre hasta llegar al lado de mi novio. Papá me dejó en sus manos, me besó en la mejilla y se marchó junto a mi madre.
La ceremonia empezó.
Yo no podía dejar de sonreír. Cada vez que miraba a Daniel, él tampoco dejaba de sonreír. Aunque se me escapó alguna lágrima mientras Daniel me ponía el anillo y yo hacía lo mismo.
-Os declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia.- dijo el cura.
Daniel se acercó y me besó. Le sonreí cuando se separó. Me cogió de la mano y nos dirigimos hacía la puerta de la iglesia. Cuando salimos, la gente empezó a aplaudir. Yo no podía dejar de sonreir. Nos montamos en el coche y nos dirigimos hacia el lugar donde se hacía el banquete.
Cuando llegamos allí, nos recibieron con un gran aplauso y un viva los novios. Yo no podía dejar de sonreír y a Daniel le pasaba lo mismo. Nos sentamos en nuestra mesa junto a nuestros padres.
-Estás realmente preciosa, Mary- dijo Kate con una gran sonrisa.
-Gracias- contesté.
El banquete transcurrió como había planeado. El momento de partir el pastel nupcial fue simpático, pues Daniel tuvo que ayudarme a coger la espada con la que cortaríamos la tarta. Después de aquello, mi recién marido me sacó a bailar el tipico vals. Luego, bailé con mi padre, con David y con tío Richard. Más tarde, me senté con Ana.
-Todo está saliendo como planeaste, Mary.
-Si, menos mal- contesté mirando a Daniel, que estaba hablando con unos invitados.
-Te voy ha echar de menos durante estos días.
-Yo también, pero puedes estar tranquila que te traeré algun recuerdo- dije sonriendo.
Mi mejor amiga me sacó la lengua. Ana seguía siendo la misma chica de siempre.

Cuando llegó el momento de tirar el ramo, lo hice. Casualmente, calló en manos de Ana. Al ver que fue ella quien lo cogió, le guiñé un ojo. Daniel se acercó y me susurró:
-¿Lo has hecho a proposito?
-No, ¿por qué?.
-Mira la cara que se le ha quedado al pobre de Michael- contestó señalandome hacia donde estaba nuestro amigo.
Se le puso la cara blanca como la nieve al ver a Ana coger el ramo. Me reí un poco mientras tío Richard se acercó a mí y me dijo:
-Es hora de que os lleve al hotel.
-Está bien. Voy a despedirme de mis padres.- dije y fui a buscarlos.
Al volver, lo hice con algunas lágrimas en los ojos. Daniel también se había despedido de sus padres. Nos montamos en el coche y me despedí de todos con la mano. Lo mismo hizo mi ya marido.
Me mantuve casi todo el trayecto callada, con la mano entrelazada en la de Daniel. Éste me miraba y sonreía. Yo, de vez en cuando, también lo hacia. Alguna vez que otra, soltaba un suspiro. Tenía un cúmulo de sensaciones aún dentro de mí. Pero al ver mi mano junto a la de Daniel y el anillo que decía que estabamos casados, algo me decía que una vida nueva estaba a punto de empezar para los dos.

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