miércoles, 15 de junio de 2011

Cincuenta y nueve.

Nuestra luna de miel iba a ser en Cancún.
Puse los ojos como platos a ver las maravillosas vistas que tenía la habitación del hotel donde nos hospedabamos. Estuve un buen rato en la terraza de la habitación contemplando aquellas vistas.
-¿Impresionada, señora Smith?- preguntó Daniel cogiendome por la cintura y volviendome hacia él.
-Demasiado, diría yo- dije sonriendo.
Llamaron a la puerta de la habitación en el momento que Daniel me besaba. Me separé de él y fui a abrir la puerta. Un camarero nos traía el almuerzo. Nos pusimos a comer y luego nos fuimos a dar un paseo por aquellas maravillosas playas.
Íbamos cogidos de la mano cogidos de la mano. Todo parecía como sacado de un sueño.
-¿Sabes?. Ya no puedo desear nada más- dijo Daniel y luego añadió:- Ahora tengo toda la seguridad de que no te vas a ir.
-No me iba a ir, tonto- dije dandole un pequeño empujón con la mano- Yo tampoco puedo desear nada más.
No sé por qué, pero mi mano derecha se posó sobre mi vientre. Daniel no se dio cuenta de ese gesto y me cogió en volandas. Me dejó sobre la arena de la playa, se inclinó sobre mí y empezó a besarme. Luego se tumbó a mi lado. Yo, saqué de mi bolso, las dos toallas que llevaba dentro. Le tiré, sonriendo, una toalla mientras le decía:
-Tumbate en la toalla, que si no vas a tener arena por todos lados.
Luego, me quité el vestido y me fui a bañar en el mar. Daniel vino detrás de mí. Estuvimos un buen rato bañandonos hasta que anocheció y volvimos al hotel.
Mientras Daniel pedía la cena, yo me duché. Salí de la ducha en el momento que la cena llegó a la habitación.
Después de cenar, cogí un pijama muy corto, que Ana me regaló antes de casarme, e intenté meterme en el baño, pero Daniel me lo impidió. Empezó a besarme y me quitó el albornoz. Me llevó a la cama mientras me seguía besando. Sus caricias hicieron que se me pusiera la carne de gallina. Nunca había experimentado aquello. Sus besos eran mucho más dulces que nunca. Mis manos recorrían su espalda mientras nuestros cuerpos se fundían en uno. Jamás había disfrutado tanto estando con él, ni siquiera en la noche de bodas.
Daniel me mantuvo abrazada a él cuando todo había acabado, pero no dejó de besarme.
-¿A qué ha venido esto?
-Me apetecía estar contigo. Eres mi esposa, es normal que esto suceda entre nosotros- contestó con dulzura.
Le contesté con una sonrisa.
Me acurruqué un poco más a su salo y me quedé dormida mientras él me acariciaba la espalda.

El viaje de novios estaba siendo maravilloso. Nos pasabamos los días caminando por la playa y paseando por la ciudad. Daniel estaba muy cariñoso conmigo. No me apetecía para nada volver, aunque sabía que tenía que hacerlo.
Durante estos días no pasó nada relevante. La gente apenas nos reconocía, algo que me alegraba.
La noche anterior a nuestra vueta, a Daniel se le notaba algo triste.
-¡Ey!. ¿Qué te pasa?.
-No quiero irme, me da pena marcharme.
-Yo tampoco, pero tenemos que hacerlo. Tú tienes que empezar a rodar una película y yo, tengo que buscar trabajo.
-Ya sabes que puedes volver al cine, todo el mundo quieres que lo hagas- dijo sonriendo.
-No sé, no sé. Danny, hace mucho tiempo de aquello.- le dije metiendome en la cama.
-Piensatelo. Me encantaría que lo hicieras- contestó metiendose él también en la cama.
-Vale. Buenas noches, amor- dije y le di un beso.
-Buenas noches, princesa.
Me volví hacía la derecha y me quedé dormida pensando en todo lo que me esperaba a mi vuelta en Londres. Daniel me había dicho que íbamos a vivir en una casa que nos habían regalado sus padres como regalo de bodas, así que por eso no había que preocuparse. Pero aún estaba el asunto de mi trabajo. Podía volver al cine, pero tenía que pensarlo muy bien. No quería tener ningún problema si lo hacía.

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