martes, 12 de julio de 2011

Sesenta y tres.

El quince de junio terminé de rodar la película junto a Ana. Ya se me estaba notando el embarazo, con lo que el vestuario que yo usaba, era un poco más amplio.
Mis padres y los de Daniel ya sabían de mi estado. Mi marido se empeñó en preparar la habitación del bebé a principios de junio.
-Te estás volviendo loco, cariño- dije cuando me dijo por décima vez que quería prepararla.
Yo acababa de llegar de rodar. Había sido el último día y se habían quedado, casi todos, celebrando el fin de rodaje. Yo me fui después de la cena, alegando que estaba cansada. Me despedí de todos y me vine para casa.
-Loco no, Mary. Pero luego vienen las prisas- contestó.
-Danny, todavía no sabemos el sexo del bebé. Imaginate que pintas la habitación de rosa y es niño, o al revés. Espera un poco, ¿vale?- le dije mientras me metía en la cama.
Daniel puso cara de desilución. Se metió él también en la cama, sin decirme nada. Me volví hacía mi marido.
-Venga, tonto, no te enfades. Pero comprende que aún es pronto. Te prometo que, en cuanto lo sepamos, te dejo que arregles la habitación como tú quieras, ¿vale?- dije con una sonrisa.
Me miró, primero setio y luego, una sonrisa empezó a surgir de su boca. Me abrazó y dijo:
-Como me gusta hacerme el enfadado sólo por verte la cara.
Hice un ademán de pegarle en el brazo. Luego me besó en los labios y nos acomodamos para dormir.

Pasaron los días y fui al ginecolo. Hoy era doce de julio y ya había hecho un año de mi boda. Ana hizo todo lo posible para venir conmigo. Decía que, a mis seis meses de embarazo, podía pasarme algo. Daniel estaba de acuerdo con ella.
Mi amiga era peor que una madre. Me tenía de los nervios cuando llegamos a la clinica. Estaba a punto de mandarla a callar en el momento en el que salía una enfermera: -Señora Sanz, puede pasar.
Me levanté y Ana me siguió.
-Como digas algo, te mato, ¿vale?.
Ella asintió y no dijo ni una palabra más.
La doctora me hizo tenderme en una camilla y subirme el chaleco. Me extendió un liquido por la barriga y luego, pasó el ecografo. En un monitor señaló algo:
-Mire, éste es su bebé.
Me emocioné un poco. Parecía perfecto. Miré a mi amiga y sonreía.
-Su bebé está perfectamente. Y va a ser un lindo muchacho como su padre.-dijo mientras me limpiaba aquel líquido.
Me alegré mucho. Prefería a las niñas, pero lo importante era que viniese bien. Antes de salir, la doctora me dio unos consejos y entonces, salí. Después, me fui para casa junto a mi amiga.
-Ahora no vas a tener escusas para que Daniel arregle la habitación.
-No me lo recuerdes.
Ambas nos reímos. Dejé el coche en la cochera y entré en casa. Daniel no había llegado aún, pero sabía que se alegraría mucho del sexo de nuestro bebé.

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