sábado, 30 de julio de 2011

sesenta y seis

Empujaba y empujaba. Sentía que me iba a desmayar. Me dolía muchísimo. El doctor seguía diciendome que empujara, pero no podía más. Daniel, a mi lado, también me daba ánimos.
-Venga, un último empujón y tu hijo ve la luz, Mary.
-Vamos, mi vida. Eres fuerte. Has pasado por cosas peores. Hazlo por nuestro hijo.-dijo Daniel apretando mi mano.
Mi marido tenía razón. Un último empujón y mi pequeño vería la luz. Así que hice acopio de mis últimas fuerzas y empujé.A los pocos minutos, escuché el llanto de un bebé. El de mi hijo.
Cuando me lo dieron, me parecía increíble que aquello era parte de Daniel y mía. Miré a mi marido. Jamas lo había visto sonreír de aquella manera.
-Es precioso, Danny.
-Sale a su madre.- Contestó dandome un beso en la frente.
Le di un beso a mi bebé y luego, se lo llevó la enfermera. El médico me dijo que me iban a subir a una habitación y a Daniel, que podía decirle a nuestros familiares que todo había salido bien
Estando en la habitación con mi bebé y Daniel, llegaron mis padres, Lucas y Ana, que estaba hecha un flan. Le dije que si quería cogerlo, pero ella me dijo que le daba cosa.
-No me lo puedo creer, con las ganas que tenías que naciera.
-Venga, Ana, que lo vas a coger antes que su padre-dijo mamá.
Mi amiga se acercó y yo le puse al niño en brazos.
-Es más bonito de lo que Daniel había dicho.
-Era para que tú misma lo comprobaras.
Ana le sacó la lengua y todos reímos.
Cuando todos se fueron, Daniel me preguntó a la vez que cenaba conmigo:
-¿Cómo estás?.
-Bien, aunque un poco dolorida.
-Has sido muy valiente, pero un momento que creí que me rompías la mano.
-¡Lo siento!. No quería, de verdad...
-No te disculpes, es normal.-dijo y le dio un sorbo a mi zumo.
-iEy, que eso es mío!-dije riendo y Daniel me sacó la lengua.
Después de cenar, me acosté para dormir un poco. Debí quedarme dormida en nada, porque no recuerdo nada más.

jueves, 28 de julio de 2011

sesenta y cinco

Estaba bastante cansada cuando llegué a casa de mis padres. Las piernas me pesaban y los tobillos, hinchados.
-Me recuerdas a tu madre cuando estaba embarazada de ti-dijo papá después de llevar la maleta de Daniel y la mía al dormitorio.
-Espero que mamá no tuviese esta barriga.
-¡No te imaginas la barriga que yo tenía cuando estaba de siete meses igual que tú!-exclamó mi madre desde la cocina.
Todos reímos y Lucas se acercó a mi para decirme.
-Cuando tengas al bebé, ¿podré jugar con él?.
-Claro que si, enano.-contesté.

Los días pasaban y Ana no dejaba de llamarme todos los días. Quería asegurarse que su sobrino aún no había nacido. Más de una vez le colgué por pesada.
Daniel vivía practicamente en un avión. Se pasaba casi todas las semanas volando, aunque me prometió que, para finales de agosto se quedaría conmigo hasta que diera a luz. Mi doctora de Londres me había dicho que para principios de septiembre tendría a mi bebé. Daniel se quedó conmigo desde el treinta de agosto. Ya había terminado de rodar y eso le permitía quedarse más tiempo aquí. Ana llegó el cuatro de septiembre con una buena noticia: Se casaba.
-Estoy muy emocionada, Mary. Ya sabes que tienes que ser mi dama de honor.
Asentí. Esperaba que se casara, por lo menos, dentro de un año. Pero me alegraba por ella, Michael era un chico excelente.
La madrugada del día siete al ocho, me desperté un poco sudorosa. Miré el reloj y vi que marcaban las dos de la mañana. De repente, noté que la cama estaba mojada, así que levanté las sábanas.Descubrí que había roto aguas. Me levanté de la cama y salí de mi habitación, camino de la de mi hermano que era donde dormía Daniel junto a Lucas.
-Danny- dije zamarreandolo un poco- Danny, cariño, despierta.
-¿Qué pasa, hermana?
-Avisa a mamá y a papá.
Mi hermano salió corriendo de su cuarto mientras yo seguía desperdando a mi marido.
-¿Qué pasa?
-El bebé viene en camino.
-¿Cómo?
-iQue he roto aguas!-dije algo nerviosa a la vez que llegaban mis padres.Mamá me dijo que respirara hondo. Sentí un dolor dentro de mí. Papá y Danny preguntaron que me pasaba y oí a mi madre decir algo de contracciones. Luego, los mandó a hacer algo mientras ella me ayudaba a bajar las escaleras. Mi padre tenía el coche listo cuando llegué con mi madre a la puerta de casa. Daniel entró en él como un rayo junto con mi hermano. Una vez que llegamos al hospital,me metieron para paritorio rápidamente. Mi marido no me soltó de la mano en ningún momento.
Mi bebé, ya venía en camino

lunes, 25 de julio de 2011

Sesenta y cuatro

Cuando Daniel se enteró de la noticia del sexo de nuestro bebé, no tardó en llamar a sus padres.
-¿Y qué nombre le vamos a poner? Porque yo creía que iba a ser niña.
-No sé. A mi siempre me ha gustado David...
Se quedó callado durante unos minutos hasta que dijo:
-Alan. ¿Te gusta? No me parece mal nombre.
Lo miré mientras se metía en la cama y le contesté:
-Me gusta. Daniel Alan Smith. Suena bien.
Me miró extrañado:
-¿Por qué Daniel?
-Porque eres su padre y me gusta tu nombre.
Sonrió y yo reí.
-Pero con una condición.
-La que quieras.
-Que mi hijo nazca en España.
-Por supuesto, señora Smith- contestó y me besó.
Se volvió hacia la derecha para dormir. Yo cerré los ojos y me dormí.
Ana empezó a decir que nos complicamos eligiendo nombres. La mandé a tomar aire. Estaba con ella en una tienda para bebés y yo me encontraba viendo cunas. Ana llegó con un precioso carrito entre las manos y me preguntó que si me gustaba. Le dije que si y me contestó que me lo regalaba. Antes de poder abrir la boca, ya lo había comprado. Mi amiga era un imposible.

Daniel no quería que viese la habitación del bebé hasta que no
nos fueramos. Así que, el día antes de nuestro viaje a España, por fin me la dejó ver.
Era preciosa. Estaba pintada de azul y tenía dibujos en las paredes. Una gran cuna blanca en el centro. También había estanterías con peluches y una mecedora. Incluso, el armario estaba repleto de ropa. Sin dudas, era la mejor habitación de bebé del mundo.

martes, 12 de julio de 2011

Sesenta y tres.

El quince de junio terminé de rodar la película junto a Ana. Ya se me estaba notando el embarazo, con lo que el vestuario que yo usaba, era un poco más amplio.
Mis padres y los de Daniel ya sabían de mi estado. Mi marido se empeñó en preparar la habitación del bebé a principios de junio.
-Te estás volviendo loco, cariño- dije cuando me dijo por décima vez que quería prepararla.
Yo acababa de llegar de rodar. Había sido el último día y se habían quedado, casi todos, celebrando el fin de rodaje. Yo me fui después de la cena, alegando que estaba cansada. Me despedí de todos y me vine para casa.
-Loco no, Mary. Pero luego vienen las prisas- contestó.
-Danny, todavía no sabemos el sexo del bebé. Imaginate que pintas la habitación de rosa y es niño, o al revés. Espera un poco, ¿vale?- le dije mientras me metía en la cama.
Daniel puso cara de desilución. Se metió él también en la cama, sin decirme nada. Me volví hacía mi marido.
-Venga, tonto, no te enfades. Pero comprende que aún es pronto. Te prometo que, en cuanto lo sepamos, te dejo que arregles la habitación como tú quieras, ¿vale?- dije con una sonrisa.
Me miró, primero setio y luego, una sonrisa empezó a surgir de su boca. Me abrazó y dijo:
-Como me gusta hacerme el enfadado sólo por verte la cara.
Hice un ademán de pegarle en el brazo. Luego me besó en los labios y nos acomodamos para dormir.

Pasaron los días y fui al ginecolo. Hoy era doce de julio y ya había hecho un año de mi boda. Ana hizo todo lo posible para venir conmigo. Decía que, a mis seis meses de embarazo, podía pasarme algo. Daniel estaba de acuerdo con ella.
Mi amiga era peor que una madre. Me tenía de los nervios cuando llegamos a la clinica. Estaba a punto de mandarla a callar en el momento en el que salía una enfermera: -Señora Sanz, puede pasar.
Me levanté y Ana me siguió.
-Como digas algo, te mato, ¿vale?.
Ella asintió y no dijo ni una palabra más.
La doctora me hizo tenderme en una camilla y subirme el chaleco. Me extendió un liquido por la barriga y luego, pasó el ecografo. En un monitor señaló algo:
-Mire, éste es su bebé.
Me emocioné un poco. Parecía perfecto. Miré a mi amiga y sonreía.
-Su bebé está perfectamente. Y va a ser un lindo muchacho como su padre.-dijo mientras me limpiaba aquel líquido.
Me alegré mucho. Prefería a las niñas, pero lo importante era que viniese bien. Antes de salir, la doctora me dio unos consejos y entonces, salí. Después, me fui para casa junto a mi amiga.
-Ahora no vas a tener escusas para que Daniel arregle la habitación.
-No me lo recuerdes.
Ambas nos reímos. Dejé el coche en la cochera y entré en casa. Daniel no había llegado aún, pero sabía que se alegraría mucho del sexo de nuestro bebé.