martes, 25 de enero de 2011

Dieciseis

El viernes por la noche, después de que Daniel se fuese, tío Richard nos dio una noticia que en mi opinión era fantastíca: se iban a ir unos días con Sue a una casita en el monte. Por lo visto, se iban el sábado por la mañana y no volvían hasta el lunes por la tarde, con lo que Ana y yo nos quedaríamos solas en casa.

El tobillo me dolía menos, pero no podía salir. Eso me dijo tía Carolina, aunque yo no iba a salir, porque, según las noticias, iba a llover todo el fin de semana.

El sábado por la mañana, me desperté con los gritos de Sue. Ana llegó a mi habitación ojerosa y con el pelo revuelto.
-Oye, ¿tu prima no podría callarse?- ese fue sus buenos días.
-Díselo a mi tía, no a mí- le contesté saliendo de la cama. Me dirigí hacía la cocina cojeando.
Ana me siguió. En la cocina estaba mi tía con la pequeña Sue. Nos miró y dijo:
-Ya teneís el desayuno preparado. Os lo he hecho mientras Richard metía las maletas en el coche...
-Muchas gracias- dijimos al únisono Ana y yo.
Nos sentamos a la mesa y empezamos a desayunar. Sue corría por toda la cocina, agitando su peluche y gritando:
-Nos vamos, nos vamos.
-Sue, calla ya- la regañó tía Carolina.
En ese momento entró tío Richard en la cocina y dijo:
-Ya está todo preparado. Cuando quieras nos vamos, Carol- cogió a Sue en brazos.
-Vale. Bueno chicas, teneís comida en el frigorífico para estos días. Tened cuidado y tú, Mary, ten cuidado con ese pie.
-Si, tía.- dije.
Nos besó a las dos y se fue. Cerró la puerta y, Ana y yo nos miramos.
-¡Estamos solas!- gritamos.
-¿Y ahora que hacemos?- me preguntó Ana.
-No sé. No se me ocurre nada ahora mismo- le contesté.
-¿Y si invitamos a Daniel a almorzar?- preguntó Ana sonriendo.
-Me parece buena idea- contesté.
-Sabía que a eso no te ibas a poder negar- dijo Ana levantándose de su silla y abrazándome. Algo me decía que estramaba alguna cosa.
-¿Qué tramas?- le pregunté.
-Nada, tú ocúpate de llamarlo y yo prepararé la comida. Por supuesto, tú te vas al sofá. Ese chico va a probar una buena comida española, si es que en esta casa hay algo español...
-Ana...- empecé a decir, pero ella me calló.
-Te vas al sofá a ver la televisión o coges el ordenador portátil o has lo que quieras, pero de aquí te vas ¡YA!- me ordenó.
Estaba confirmado: Ana estaba volviéndose loca.
Como quería que me gritase, me fui al salón. Cogí el teléfono y marqué el número de la casa de Daniel.
-Casa de los Smith, ¿en qué puedo ayudarle?- cogío la llamada Kate.
-Hola Kate, soy Mary. ¿Está Daniel?- pregunté.
-Si, querida. Espera un momento, que está delante del ordenador y cuando dse pone allí no se acuerda de nada.
-Vale, espero- oí como dejaba el auricular del teléfono en la mesita donde estaba.
Esperé varios minutos hasta que Daniel se puso al teléfono.
-¿Te ha pasado algo?- me preguntó un tanto alarmado.
-No, claro que no. Simplemente te llamaba por si querías almorzar con Ana y conmigo. No sé si lo sabrás, pero mis tíos se han ido hasta el lunes y a Ana se le ha ocurrido que podías venirte a almorzar con nosotras.
-Pues vale. En un rato nos vemos en tu casa- contestó.
-Vale, muy bien. Hasta luego. Besos.
-Besos- dijo y colgé.
Ana llegó al trote. Llevaba puesto el delantal. Yo me reí al verla.
-¿Qué te ha dicho, viene?
-Si, pero por lo que más quiera, cuando llegue, quítate eso.
-¿Tú te crees que yo me voy a dejar esto puesto cuando llegue Daniel Smith? ¿Me ves cara de loca?- preguntó arqueando las cejas.
-Cara de loca, sí. Eso espero, que cuando llegue Daniel Smith te quites el delantal. No quiero que piense que eres mi criada- bromeé.
Ana rió y se fue otra vez para la cocina. Yo me puse a ver la televisión. Como no había nada en ella y como no quería que Daniel me viese en pijama, fue a ducharme. Lo hice como pude, ya que aún tenía el pie vendado. Me vestí y volví al salón. Intenté entrar en la cocina, pero Ana no me dejó.
A veces me asistaba lo que se le pasaba por la cabeza. Otras veces, me planteaba meterla en un psiquiátrico, pero si ella entraba allí, yo iba detrás suya, porque yo también estaba mal de la cabeza.

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